3 - Mochila de cáñamo: El fin del viaje

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El murmullo de las ruedas de la maleta se cortó cuando cerré la puerta de la habitación. Examiné la estancia: era más amplia de lo que recordaba. También era algo más fría. El resto de veces que había estado en el Hotel Girasol de Cádiz habían sido con Guille, y la estufa natural que era su cuerpo ayudaba a calentar la habitación. Aquel lugar me recordaba tanto a él que, por un momento, estuve segura de haber olido su aroma. Pero lo cierto era que llevábamos casi dos años separados. Aquella vez que había pasado por Madrid, no había llegado a verle. En cambio, había cogido un avión que había sido el inicio de mis aventuras. No sabíamos nada el uno del otro.

O, al menos, yo no sabía de él.

De mí podía saber algo, pues, en un extraño revés del destino, había conseguido cumplir mi sueño. Tras los consejos de Miguel, había recorrido el mundo y había añadido la pasión que le faltaba a la historia, junto con una serie de ilustraciones en acuarela. El resultado había tenido tal éxito que la historia iba a ser adaptada a una serie, Forasteros, en Netflix. Precisamente aquella tarde iba a dar una entrevista sobre la novela en un directo de Instagram con Claudia, una joven reportera que se había hecho famosa a través de las redes sociales. En un arranque de inspiración, decidí escribir un mensaje a Guille: le avisé de que había vuelto a España y de la entrevista que iba a dar, por si quería verla. También le dije que tendríamos que tomarnos unas cervezas para ponernos al día. En realidad, mi maquiavélico plan tras ese mensaje pasaba porque reconociese la habitación en la que estaba. De hecho, no había elegido ir a Cádiz por mi relación con la ciudad: aquel fin de semana era el que sería nuestro aniversario si no me hubiese marchado y aquel lugar era donde lo habíamos celebrado todos los años. Llevaba mucho tiempo preguntándome si Guille sabía quién era entonces y sí quería volver a saber de mí. Quizás, si me echase tanto de menos como yo a él, acudiese al reconocer el lugar.

Por supuesto que Guille no respondió y pensé que era comprensible, mientras arrancaba el directo.

—Hoooola Natalia —me saludó Claudia.

—Hola Claudia, encantada.

—Encantada yo también. Me confieso fan absoluta de tu obra, la comencé a leer cuando la publicaste en Wattpad. Si te digo todo lo que viví en el fin de semana que me leía tu libro...

Comenzó a comentarme una anécdota de un viaje del instituto por la Ruta del Quijote. Después, pasamos a algunas de las típicas preguntas que la prensa me venía haciendo:

—Dejaste todo atrás para recorrer el mundo. Tu libro refleja todas esas experiencias, combinado de una manera magistral con viajes en el tiempo.

—En realidad, cuando me fui de viaje, dejé a un gran amigo en Cádiz. ¡Saludos Miguel! Sé que estás ahí —dije, riéndome—. Pero llevaba un año en Cádiz, que no es mi ciudad, debido a la pandemia.

—¿Fue duro quedarte atrapada sin poder cumplir tus sueños?

—No. En realidad creó que lo que necesitaba era parar, ¿sabes? Sentar la dirección de lo que quería hacer. Durante aquel año escribí el esqueleto de Forasteros, gracias a los conocimientos de la zona de mi amigo. Durante el siguiente año, cogí ese esqueleto y lo llené de historias que realmente atrapasen. Lo realmente duro fue cuando me fui de Madrid. Ahí sí que rompí con mi vida de atrás y con personas que realmente no quería dejar de lado. Es cierto que durante los viajes también pasé momentos de vértigo. Sobre todo cuando me levantaba en una ciudad y no sabía en cuál iba a dormir. Más aún con toda la incertidumbre que nos ha rodeado desde 2020.

La entrevista continuó durante veinte minutos más. Debido a la atención que prestaba a las preguntas de Claudia, no fui capaz de discernir si Guille se conectó o no en algún momento.

TrirrelatosWhere stories live. Discover now