2 - Dioses Baleares: Mallorca

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Clara y Enrique estaban en una terraza de Palma de Mallorca, cuando ella se volvió a encontrar con el karma:

—Avisadme cuando tengáis claro que brunch pedís —dijo el camarero dándoles las cartas. Cuando le dio la carta a Clara sus dedos se rozaron más de lo políticamente correcto y él le guiñó un ojo.

—El que salga antes —contestó Enrique, devolviéndole la carta al camarero—. Tengo que irme cuanto antes a la reunión. ¿Crees que sabrás entretenerte sola hoy? Sé que es el último día de viaje, pero tengo trabajo todo el día —dijo, ya mirando a Clara, la cual se limitó a asentir, mientras el camarero se alejaba.

Estaban en Mallorca porque Enrique había tenido unos días de reuniones en la isla y Clara había aprovechado para acompañarle y poder disfrutar un poco de la playa. En apenas unos segundos el móvil de Clara vibró. Lo miró sin remordimientos, pues Enrique estaba enfrascado en la lectura de correos desde su portátil.

Jaime

10:37

¿Sigues siendo experta en novios que necesitan una bofetada del karma?

Clara

10:38

Los ajustes de cuentas del karma son mi especialidad.

Jaime

10:38

¿Me ha parecido oír que te quedas libre hoy?

Clara

10:39

Y, además, es mi último día de viaje

Jaime

10:40

Classic.

Jaime apareció con una bandeja en cada mano.

—Un clásico. El brunch..., espero que lo disfrutéis, pareja —dijo colando los platos en la mesa.

Enrique apenas probó su desayuno y se dedicó a hablar de todo lo que tenía que hacer aquel día. Trabajaba en un banco y a Clara todo lo que le decía le sonaba a chino. Justo cuando Enrique estaba recogiendo para irse, el móvil de Clara volvió a sonar:

Jaime

11:10

¿Para a coger aire? ¿O respira de su ego?

Clara dejó escapar una risita que, por suerte, pasó desapercibida para Enrique. Este se despidió y pagó a Jaime antes de irse. Apenas se había montado en el coche que le vino a recoger, Jaime se sentó en el sitio que Enrique había dejado vacío. Llevaba un trapo colgando del hombro.

—Termino de limpiar esas mesas mientras terminas el desayuno y soy tuyo.

—¿No tienes que trabajar? Por cierto, ¿desde cuándo eres camarero?

—Que una Diosa Balear visite la isla en la que me encuentro es motivo suficiente para cogerse un día libre improvisado. Tengo suerte de que un compi me pueda cubrir. Soy camarero desde hace algún tiempo. Ten en cuenta que, aunque hemos hablado alguna vez, llevamos diez años sin vernos. Por cierto, bonito colgante.

Clara contuvo la sonrisa frunciendo los labios y enredó sus dedos entre el faro que colgaba de su cuello. Diez minutos después montaba en el asiento de copiloto del coche de Jaime:

—¿Y la moto?

—No puedes sorprenderte tanto por todo cuando no nos hemos visto desde hace diez años, Clara.

—Y nos vimos solo durante un día, además.

—Touché.

—Déjame adivinar... —dijo Clara, cuando arrancaban y comenzaban a salir de Palma de Mallorca—. ¿Me llevas a un sitio sin cobertura?

Jaime ladeó la cabeza.

—En realidad, esta vez no, pero espero no defraudarte.

Tal y como había hecho diez años atrás, Jaime le regaló un día inolvidable. Recorrieron los pueblos de la Sierra de la Tramuntana: tomaron el sol tumbados sobre la arena de las playas de Deià, recorrieron sus calles empedradas y comieron coca de patata en Valldemossa. Fue de camino a la Alcudia cuando se desencadenó una tormenta fuerte que hizo que el cielo se oscureciese. Clara sintió miedo, pero Jaime parecía seguro al volante. También sintió una adrenalina aderezada por la canción de Dangerous que sonaba en el coche. Se refugiaron en el bar del primer pueblo que encontraron. Era algo oscuro y el ambiente olía a una mezcla de pipas y café. Fue en la intimidad de aquel refugio, donde se pusieron al día de sus vidas:

—Soy camarero todo el año en Palma, porque he conseguido un puesto bien pagado y estoy ahorrando.

—¿Para el Llaut?

—No lo has olvidado —sonrió él—. Para el Llaut. Me gustaría montar un pequeño restaurante en un gran Llaut. Estos diez años, he conocido mogollón de los bares y restaurantes de las islas. Quiero juntarlo todo en Menorca, en un sitio especial, en el puerto de Ciutadella. ¿Te imaginas? —dijo con un brillo en los ojos—. Y tú, ¿qué ha sido de ti estos diez años?

—Yo sigo saliendo con imbéciles. O tal vez es que yo les vuelvo imbéciles.

—¿Y el karma siempre te trae a mi?

—Ojalá. Pero te has perdido muchos imbéciles de mi vida.

Él enarcó una ceja con una media sonrisa que a ella le pareció arrebatadora.

—¿Muchos?

Ella suspiró y le dio un golpe en el hombro. Después miró su reloj.

—Es hora de volver, creo.

—¿Crees?

—Creo que me quedaría en este bar cutre para siempre, si pudiese.

—Yo también —contestó él, poniéndose en pie.

El camino de vuelta a Palma de Mallorca fue silencioso. La tormenta había amainado y les acompañaba una ligera lluvia. Jaime la dejó frente a la Catedral y se bajó para despedirse.

—¿Por qué siempre que te veo estás a punto de irte?

Ella no le respondió, pero se puso de puntillas para darle un beso tan ligero como el único que se habían dado, hacía diez años.

—¿Por qué siempre me robas un beso cuando se supone que no debo? —le preguntó ella.

—Yo no te robo nada, eres tú la que no puede evitar besarme —dijo sonriendo—. Yo lo único que no puedo evitar es aceptarlo.

Clara se alejó unos pasos de él y le dijo:

—Hasta que el karma nos junte de nuevo...

Jaime la vio alejarse hasta que se perdió entre la gente. Cuando solo quedó él, lo único que pudo pensar es que odiaba esa frase de despedida y al karma que solo les daba imposibles.

 Cuando solo quedó él, lo único que pudo pensar es que odiaba esa frase de despedida y al karma que solo les daba imposibles

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Nota de la autora:

¿Qué os está pareciendo esta historia? ¡Han pasado diez años entre los dos capítulos! ¿Cuántos pasarán hasta que el karma junte de nuevo a Clara y Jaime...? ¿Alguna apuesta? ¡Os leo!

¡Feliz semana a todos!

Crispy World

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