1 - Forasteros: Cuando ardas de deseo

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Claudia nos lanzó la pregunta con una sonrisa en sus labios:

—¿Creéis en el amor a primera vista?

—¡Ah! Esa es buena, ¿no? —me miró Sam sonriendo. Volvió a dirigirse a Claudia, sin esperar mi respuesta—. Pues sí y no. Creo en la atracción a primera vista —me miró de arriba abajo, desatando la risa de Claudia—. Eso, en algunos casos, es innegable... —se señaló a sí mismo de arriba abajo, bromeando—. Pero creo que el amor solo se consigue con el tiempo —su tono se volvió serio y me miró con intensidad. Yo sabía que era parte de su juego, de aquello que hacía para hacer enloquecer a los fans—. Y, tú, Cat, ¿crees en el amor a primera vista?

—No, siento decepcionaros. No sé si creo ni en el amor. Al menos, no en uno como el de nuestros protagonistas...

Claudia asintió y escuchó mis explicaciones, tras lo cual dio por finalizado el programa. Se había emitido al aire libre en la Plaza Mayor de Segovia, donde estábamos grabando unas escenas de la última temporada.

—Pues eso es todo por hoy —dijo Claudia, mirando a la cámara— Nuestros agradecimientos a Samuel y Catalina, las estrellas de la nueva serie Forasteros, basada en la saga de nuestra escritora favorita Natalia Fresa. Recordad que podéis ver Forasteros en Netflix, no os perdáis esta trama de viajes en el tiempo que nos enseñará lugares de España en la época medieval.

Salimos escoltados de la plaza hasta que se disolvió la multitud que había venido a recibirnos. Después, me deshice de la escolta para acercarme al hotel. Quería ensayar las escenas de mañana, pues eran muy importantes.

—¡Espera! —me llamó la voz de Sam desde atrás, mientras me cogía del brazo. Le sonreí al girarme—. Voy a hacer algo de turismo. Ya sabes, hay que aprovechar antes de que anochezca. ¿Te vienes? —su mano bajó de mi brazo a mi muñeca y entrelazó sus dedos con los míos. Un escalofrío me recorrió entera. Últimamente las líneas entre nosotros estaban demasiado difusas.

—No, quiero ensayar la escena del acueducto.

Comenzó a trazar círculos en mi mano y sentí que trazaba caminos de fuego por donde pasaba.

—Ensaya conmigo. En el Acueducto. Además, es San Valentín.

—No me preocupa pasar San Valentín sola.

—Lo sé. Pero a mí sí —hizo pucheros con los labios y quise enredarlos con los míos. ¿Qué me pasaba?—. Soy un inmaduro, inseguro, enamoradizo que quiere pasar la tarde de San Valentín con su novia en pantalla. Porque es lo más parecido que tiene a una novia... —bromeó.

Suspiré. Sam era el hombre más atractivo que había conocido. Si estaba soltero, no era porque no tuviese dónde elegir. Decidí jugar mi última carta:

—Nos van a ver. Saldremos en todas las revistas. Ya veo el titular: Pareja que salta de la ficción a la realidad en San Valentín.

—Se te daría muy mal hacer titulares. Mira, tengo la solución.

Se sacó de la mochila un gorro, un sombrero, dos bufandas y dos gafas de sol. Me caló el sombrero y me dijo:

—¿Alguna otra excusa para no saltar de la pantalla a la realidad conmigo?

—Vale —le golpeé con la bufanda en el hombro—. Como amigos, no es una cita.

—Vale —me ofreció el brazo y lo cogí.

Nos camuflamos entre los turistas y recorrimos las calles de Segovia. Nuestras pisadas sonaban en el suelo de piedra. Compramos imanes de recuerdo y comida para los ratos entre escenas. Nos hicimos fotos con aquellos fans que nos reconocieron. Bajamos al río y lo volvimos a subir. Hablamos de nuestras aspiraciones como actores, de la serie, de los libros, de nuestras familias, de los lugares a los queríamos viajar. Planeamos un viaje a Formentera, juntos, de fin de temporada. Y, finalmente, subimos las escaleras que llevaban a lo alto del Acueducto, desde donde vimos al Sol esconderse por el horizonte.

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