3 - Girasoles: Te invito a ser el Sol del girasol que hay en mí

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Nico descubrió que Olivia se había comprado una furgoneta Volkswagen cuando apareció en la puerta de su hotel, dando a la bocina:

—¿Subes a la VanFlower o qué?

Sin saber qué esperar de una persona que le había abandonado un año atrás, Nico se montó en esa caravana pintada de girasoles. Por dentro era un pequeño hogar: con un reducido salón con sofá cama, un mini baño y una cocina enana pero acogedora. Olivia le explicó que ahora esa era su casa.

—Al final no me casé.

—¿Te ibas a casar? —Nico no había sabido nada de ella, ni una sola palabra, desde el agosto del año anterior.

Olivia arrancó el auto sin más explicaciones. Puso la música altísima. Sonaba Bob Dylan. Le llevó a la playa donde se conocieron y alquiló una barquita.

—Tú remas.

Nico quiso preguntar. ¿Qué hacía allí? ¿Para qué había vuelto? ¿Qué pretendía? Pero, adivinando sus intenciones, ella le selló los labios con un beso.

—Dame un día. Sin preguntas. ¿Lo harás?

Nico, sacudido por el contacto de sus labios, asintió y cogió los remos. Se adentraron en el Júcar. Subieron a un peñote que flotaba en medio del río y saltaron del mismo de la mano. Olivia gritó en el aire y él le apretó la mano. Él ya había saltado cientos de veces y no tenía miedo.

Después de más besos en el agua, Olivia invitó a Nico al restaurante del río. Le habló de su nueva vida: se había comprado esa furgoneta que le permitía ir a donde quería. Era libre. Por las noches, si estaba en una ciudad de playa, montaba un puesto en los mercadillos:

—Vendo semillas y macetas para plantar girasoles.

Nico se tragó sus preguntas. Le había prometido un día.

Por la tarde, la VanFlower les subió al Castillo. Fotografiaron todos los rincones de Cuenca porque Olivia quería imágenes para su alimentar su instagram que, al final, era de lo que vivía.

—Eres muy buen modelo, Nico —le dijo, guiñándole un ojo.

Él siguió tragándose sus preguntas. Olivia estaba diferente. No era la misma persona. Una membrana de seguridad rodeaba su piel.

—¡Escucha! —Olivia le cogió la mano, como si lo llevase haciendo toda la vida.

Él se dejó arrastrar por ella. Lo que le había llamado la atención era el concierto de la plaza del museo. Todos los veranos había un pequeño grupo que versionaba canciones al aire libre. Bailaron al son de la música y, cuando el Sol se escondía por detrás de las Casas Colgadas, cruzaron el Puente de San Pablo para cenar en el patio del Parador. Al cerrarse la noche, volvieron a la VanFlower.

—Quédate a dormir —le dijo ella.

Nico no pudo resistirse. Pero, cuando se despertó por la mañana en el sofá cama de Olivia, ella no estaba y él temió que la historia se repitiese. Al bajar de la VanFlower, descubrió que el escenario había cambiado: Olivia le esperaba con un ramo de girasoles en la mano. Estaban en su hotel, al lado de su sillón giratorio.

—Ahora lo entiendo todo, Nico. Me dejaste porque creías que yo necesitaba el mundo y tú solo podías ofrecerme un rincón. Cuando eso pasó, me olvidé de soñar. La vida me pasó factura. Me acostumbré a no sentir, a dejarme llevar, a estar donde se suponía que debía de estar: en Londres, estudiando, casándome con quién debía. Aprendí a no cuestionar y a no anhelar... te —la última sílaba se deshizo en un susurro. En algún lugar, los pájaros piaban.

—No sé, Oli... recorrías el mundo. No parecías estar mal.

—Recorrer el mundo era lo único bueno de mi supuesto papel en la vida. Pero no tiene sentido si quien va conmigo no eres tú, Nico. Si quien mira al sol conmigo no eres tú. Un día me dijiste que plantásemos girasoles por todo el mundo. Hagámoslo. Te invito a ser el Sol del girasol que hay en mí.

Nico sonrió y subió a la VanFlower. Durante muchos años, harían lo que ese día hicieron por primera vez juntos: arrancaron la furgoneta y, sin saber a dónde les llevaría, pusieron rumbo a la dirección marcada por los girasoles. Cada día se dejaron llevar hacia dónde estaba el Sol y cada noche vendían semillas y macetas en el puesto de Olivia. Durante el resto de los días, fueron el sol de sus respectivos girasoles.

 Durante el resto de los días, fueron el sol de sus respectivos girasoles

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Nota de la autora:

Fue una de las lectoras de esta historia la que me metió en el mundo de Wattpad, sugiriéndome en un comentario de Instagram que tenía que publicar mis relatos en esta plataforma. Entonces no conocía esta red social, tan útil para cualquier escritor. Ahora, Girasoles forma parte de este recopilatorio «Trirrelatos», que ya está cerca de las 2000 lecturas y que ha entrado varias veces a listas importantes de Wattpad. Además, en esta plataforma he podido leer historias increíbles, algunas de las cuales han llegado (o están en proceso) de ser adaptaciones en Netflix y similares.


Ahora es vuestro turno de contarme, ¿tenéis Wattpad? ¿Cuál es vuestro libro favorito que habéis leído en esta red?

¡Saludos y Feliz Año!

Crispy World


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