Capitulo Ⅻ

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Alessandra Joseph.

- Buen día. -Murmure. -Algo diferente por favor. -Carcajeaba.

-Buen día, ¿Quieres capuchino o moca? -Murmuro mientras miraba sus hojitas de pedidos.

-Una cita, con todo y barista. -Sonreí nerviosa.

-Una. -Pauso y levanto la mirada. -Dios. -Se quito el mandil y me abrazo. -Te eche de menos. -Me lleno la cara de besos. -Por favor quédate en mi vida. – Permaneció abrazándome por unos minutos más. - Me siento un niño ahora. -Se separo de mí y me beso las mejillas.

-Eres mi niño ahora y siempre. -Sonreí y subí el ramo de todos los carritos de colección, algunas flores de color café. El solo, sonrío y sus ojos se le llenaron de lágrimas. -Si lloras ahora te quedarás sin lágrimas más tarde. -Continue carcajeándome.

-El mar es grande por que se llenara de mis lágrimas. -Continúo abrazándome y besándome.

-Anda. -Sonreí. -Vámonos.

-Iré a dejar esto. -Murmuró y corrió hacia dentro. -Te amo bonita. -Beso mi mejilla. Al salir de aquella cafetería, subió al auto junto conmigo, el intentaba ponerle atención a la discografía de Cerati o leer la mayoría de casetes que estaban por encima del sillón para reconocer algún artista y cantarla conmigo, pero ninguno era reconocido por él. Por ratos me reía, parecía tan confundido, algunas veces se miraba preocupado por no entender la música o simplemente no saber cuando le hablaba de alguna canción.

-Amo esa canción. - Subí el volumen, bajé los vidrios de las puertas junto con el quemacocos. - ¿La conoces? -Negó con la cabeza. - No me abandones, préstame tus sueños y duérmete. -Sonreí. -Embrújame, volvámonos eternos, que quiero brincar planetas hasta ver uno vacío, que quiero irme a vivir pero que sea contigo. -El sonrío y yo seguí cantando.

-Estas hermosa hoy. -sonrió.

-Tonto. -Sonreí.

-Por ti. -Me beso las mejillas. - ¿A dónde iremos?

-Es sorpresa. -Mustie. -Es lindo, sé que te va a gustar.

-Dime.

-No. - Sonreí. -Ya casi llegamos, relájate. - Llegamos. -Sonreí después de verlo nervioso y ansioso por salir del auto. -Puedes bajar. -Eche una risita, realmente si era un niño.

-Solecito. -sonrío, sus ojos se le iluminaban al ver tan grande el lugar, una sabana tirada con un canasto de picnic y velas alrededor.

-Estamos invitados a una secta satánica. -Me carcajee al verlo contar las velas.

-No digas eso. - Evite no reírme fuerte, pero fue inevitable.

-Siéntate, no saldrá una cabra negra a pedirte sangre. -Murmuré después de sentarme en la sabana y empezar a sacar los cuadros para pintar, algunos postres recién hechos y vino tinto. El estudiaba cada detalle, justo como lo había imagino en el auto de regreso a casa. - ¿Vino?.-Sugerí mientras el miraba la pila de libros que se hacia al sacarla de mi bolso. El asintió con la cabeza y siguió leyendo.

- ¿Tu mama sabe? -

-Mi mama sabe que el vicio que tengo es muy costoso, sí. - Le tendí la copa hacia él. -Pero no puede hacer nada mas que aguantarse y hacer más espacio para ellos.

- ¿Desde hace cuánto encontraste este lugar?

- Desde hace dos semanas. -Pause. -Perdon por desaparecer. -No me dejes. -Murmuro. - Llévame contigo. -Negue con la cabeza mientras dividía las acuarelas.

-Tu si tienes un lugar donde perteneces. -Murmuré.

-Eres mi vida, solecito.

-Joss.-Pause.- Debes entender que no es por que quiera irme o desaparecer.-Relamí mis labios y seguí haciendo lo de las acuarelas.-Solo, no hablemos de esto. – No hablábamos de mí, ni de mi pasado, ni del por que existió tanto odio de mi hacia los hombres, siquiera del por qué desaparecía, solo éramos nosotros lejos de todo el problema que me había convertido. 

STAY ALIVE.Where stories live. Discover now