Capitulo ⅩⅩ

9 0 0
                                    

Alessandra Joseph.

- La Doctora Borís te llamará pronto ¿Quieres dejar un recado?.

- Gracias.-Colgué la llamada sin más que decir, el móvil recién estaba encendido entre mis manos temblorosas y ya estaba repleto de mensajes de Axel aquel conocido del que podía hablarle de mi suicidio y me acompañaria suicidándose conmigo por el simple hecho de que somos adolescentes; aquellos adolescentes que hacen todo en conjunto para no sentirse patéticos juntos.

Tal Vez estaba tan ocupada siendo más madre de esas niñas que mi propia hermana fuese capaz de ser. Pasaron horas de las cuales me quedé mirando el cielo tan oscuro donde solo podían brillar las estrellas más cercanas a la tierra, en aquella madrugada fría.Quizás yo era la que estaba fría, inunda de aquellos sentimientos que nunca supe si los tuve o solo fue algo parecido a ellos, como era posible que pudiera alejarme del mundo solo para sanarme y no por gusto.

El móvil interrumpió mi escrito.-

-Angel.-Su voz se emociono pero seguía escuchándose rota.-¿Estas bien?.-Joss había dejado de ser parte de mi vida apesar de que la mayoría de veces lo mencionara.-¿Solecito?

-Hola Joss.-Respondí sin poderle decir que lo quiero mas que a mi propia vida.

-Se que no es una opción, el móvil para hablar pero ¿Estas bien? A pasado una semana que no estás en casa.- Siempre estuve en casa, realmente nunca había salido de allí.

-¿En casa?.-Mustie con una risita de ironía. Nunca estuve en casa desde que papa falto.

-¿Mande?

-Estaré en la playa en unos días.-Corregí.

-De acuerdo, allí te miro.-Sonrío.

-Cuidate odioso.

-Tu odioso, angel.-Chillo.

-Lo que digas, nos vemos en unos dias.-Colgué la llamada y pude sentir como en mi rostro se pintó una sonrisa, el era esa razón por la cual estaba sonriendo como estúpida.

Maneje durante horas para llegar hasta llegar a casa de mi madre, habían gritos, risas y murmullos, asi que preferí ir a mi hogar. Aquel callejón llena de gente adulta, con el olor a café y a libros, aquel aroma de que siempre me daba una cosquilla en mi, talvez para ir y abrir cuantos más libros pudiera.

-Angel.-Grito tan pronto como se me acercaba.-Estas aqui.-Tomo mis manos y las beso.- Hace unas horas te escuche en el altavoz y ahora estas aqui.-Sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Ahora no.- Por favor no me sueltes. No puedo quitarme de encima el que empecé a olvidar la voz de mi padre, olvidar aquella suavidad de sus manos pequeñas, de aquella sensación de añorar llegar pronto a casa, de olvidar lo que era sentir su bigote al jugar conmigo. Empecé a olvidar lo único bueno que tenia en mi vida.

-¿Puedo decirte algo sin que te de cringe?.-Me quede mirándolo por unos minutos y volvió a hablar.- Eres mi escritora favorita.-Beso mi cabeza para después abrazarme, era satisfactorio hundirme en su pecho con aroma a café y sentir allí quería permanecer hasta el final de mi vida.

-Te eche de menos.-Chille mientras le estrechaba más.-Pero ya no es el momento.-Mi voz se quebró. 

-Siempre estare aqui, Solecito.-Acaricio mi cabello y me aleje de el.

-No necesitas decirlo.-Le mire sus ojos, sus ojos marrones que brillaban sin tener algún reflejo.

-Pero ya lo hice.-Me tomó del brazo y me abrazó de nuevo, sintiendo que ese concepto de "casa" no era alguna estructura, no era siquiera mi sangre sino simplemente era el.- Tengo algo para ti, sacó de su pantalón dos péndulos transparentes y una aguja para guardar sangre. Una vez me hablaste que querías hacer esto ¿Cierto?. Me había prestado atención en cada detalle que sentí que no era real, es la primera persona que me a escuchado en algo.

STAY ALIVE.Where stories live. Discover now