LA CHICA QUE ODIABA LAS FIESTAS

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CAPÍTULO 1


Estaba tumbada en la cama, y mientras rodaba entre mis dedos el lapicero, componía letras en mi cuaderno.

Hoy no me encontraba inspirada, y no tenía más que tachones en toda la hoja. Llevaba unos días con un bloqueo enorme.

Dándome rendida con la letra de la canción, me levanté de la cama para sentarme en la silla del escritorio. Cojo la guitarra eléctrica, y le conecto los cascos para no molestar a mi madre.

Para calentar un poco, toco una melodía muy sencilla, y luego me pongo manos a la obra.

Si no podía comenzar con la letra, tendría que empezar con la música.

Aparte de la guitarra eléctrica, se tocar la batería, pero no tengo una de estas en casa. Bastante dinero me costó la guitarrita, como para tener una batería.

Estoy un buen rato con el instrumento, y al contrario que con la letra, esta parte me resulta más sencilla.

Ya haré a partir de esto que estoy componiendo el resto de la canción.

No descanso ni durante un minuto durante unas horas —solo para comerme un sándwich, porque las personas normales comen, ¿vale? Aunque no sé si soy muy normal—. Y cuando son las cinco de la tarde, me obligo a parar por mi propio riesgo.

Cuando estoy tan concentrada en una cosa, soy incapaz de parar, y como no pare ya con guitarra, sé que luego me dolerán más los dedos de lo que ya lo hacen ahora mismo.

Sin ser consciente, me tumbo de nuevo en la cama y me quedo dormida.

Me despierto más tarde, ya que en mi habitación están Celia y Melissa. Y me fijo que, en la puerta de mi habitación, recostada sobre el marco, está mi madre.

—Buenas noches, Bella Durmiente —dice Celia mientras que me quita un mechón de mi pelo rubio de la boca.

—¿Qué hora es? —pregunto.

—Las ocho —responde Melissa.

—Joder —exclamo alarmada, mientras me levanto de un salto—. Mierda, mierda, ya voy una hora tarde.

—Tranquila, Rayo McQueen —dice riéndose Celia—. Hoy es festivo.

Aliviada, suspiro, y me dejo caer sobre la cama. Entonces, ¿qué hacen ellas en mi cuarto un lunes festivo a las ocho de la noche?

Las observo más detenidamente.

Mis ojos se dirigen primero a Celia. Llevaba su pelo moreno en una trenza que la caía por un costado, y llevaba un vestido de brillantes negros, bastante ajustado.

Luego observé a Melissa. Ella llevaba su pelo castaño de la única manera que lo puede llevar, suelto, debido a lo corto que lo tiene. Y ella, en vez de llevar un vestido, llevaba una camisa y una falda.

Me di cuenta de lo que querían hacer.

—No. No, ni de coña —las digo y comienzan a reírse.

—Misha, tienes que socializar un poco más —comenta mi madre, desde la puerta.

—¿Las apoyas? ¿De verdad quieres que tu hija salga a emborracharse hasta las tres de la mañana?

—Hija, tienes diecinueve años, no catorce. Tienes. Que. Socializar.

—Es increíble que mi madre quiera que me vaya de fiesta —suspiro.

—Bueno, si no siguieras viviendo en mi casa...

Cántame y dime que me odiasWhere stories live. Discover now