EL CHICO QUE SE GANÓ UN BESO

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CAPÍTULO 10


Grité y después le pegué un puñetazo a la pared y un pequeño hueco se formó. Mis nudillos comenzaron a sangrar y maldecí en voz alta. Me llevo las manos a la cabeza y empiezo a dar paseos por la habitación, pensando en lo que acabo de hacer. Inconscientemente mi mano se dirige a mis labios y toco mi pendiente. Ese que Misha acaba de rozar con su boca.

¿Qué cojones acabo de hacer? Me he separado de ella. Joder, ¿qué persona en su sano juicio hubiera hecho eso? Creo que necesitaré ir al psiquiátrico.

Todo por la culpa de Lila. Si hubiera sido por mí, la hubiera quitado la ropa en ese mismo instante, y se lo hubiera hecho en la cama en la que antes estaban nuestros mejores amigos.

Pero Lila había estado toda la puñetera noche comiéndome la oreja, y eso que ni si quiera estaba allí. Había visto las fotos de la alfombra roja, y de cómo agarré a Misha de la barbilla. En ese instante la hubiera besado. Es lo que quería el público. Y es lo que quería yo.

Pero Lila me había llamado y aquello es lo que me había hecho separarme de la rubia. La había dicho de todo menos bonito, y le sugerí que no hablara mal de mi compañera o lo lamentaría. Colgué el teléfono, e inconscientemente me separé de ella. Joder, había sido un maleducado. Y cuando casi la beso, voy y me separo.

Estúpido Tyler.

Salgo de la habitación, y atravieso el pasillo para después salir a la sala principal. La gente me mira, y me coloco la chaqueta que se ha movido de su lugar, por culpa de las manos de Misha. Comienzo a oír murmullos y preguntas en bajo, sobre "¿dónde está Misha Abbey?", "¿de dónde viene Tyler Quinn?". Evado todas las miradas y comentarios y salgo por la puerta principal. Joana, Riven y Peter gritan mi nombre y corren detrás de mí. Salgo a la calle y los flashes se disparan. Me tapo la mano con la mano, y ando hasta la carretera.

Me duele la pierna.

La limusina espera en el mismo sitio que nos ha dejado, y monto en la parte trasera.

—A casa. Ya.





Lila lleva un rato gritándome y ya hace un rato que he dejado de escucharla. Parpadeo un par de veces para volver a la realidad, y así escuchar de que me está hablando ahora.

—Joder, ¡¿en qué puñetero momento se te ocurre levantarle la cabeza y ponerte tan cerca de ella?! —vale, sigue con lo mismo de hace media hora.

Decido volver a mi viaje astral cuando escucho algo que no me gusta nada.

—No quiero que la vuelvas a ver —dice mi novia.

—¿Qué? —pregunto y me levanto de la silla—. Eres consciente de que no me puedes decir que hacer o que no hacer, ¿verdad?

—¡Pero soy tu novia! —se defiende—. Tengo todo el derecho del mundo a no querer que te manosees con otra fresca.

—Misha es mi compañera de trabajo, y no es una fresca. Ni si quiera lo vuelvas a insinuar. No vuelvas a hablar así de ella.

—¿O qué?

—O te largas de aquí.

Tuerce el gesto y se lleva las manos a la cintura. Agacha la cabeza. Está esperando que vaya a ella y la consuele. Siempre es mi culpa.

—Si quieres que alguien te consuele, Lila, vete con Annie, seguro que estará para ti, al igual que estuviste con ella en mi fiesta. Si quieres que yo te consuele, sigue esperando.

Cántame y dime que me odiasWhere stories live. Discover now