EL CHICO QUE FUE EXPULSADO A PATADAS

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CAPÍTULO VEINTE


Sé que mi regalo fue una mierda (comparado con el que me hizo ella, una taza y una guitarra), tan solo hice un video. Lo único que merecía la pena era que me di cuenta que nuestra primera fotografía juntos es una en la que ella sale por detrás, cuando aún no habíamos si quiera hablado por primera vez.

No quiero apartarme de ella, realmente no quiero, pero me lo ha puesto muy muy difícil no hacerlo. Año nuevo fue devastador. Me dieron ganas de romperle la cara al imbécil ese que no se apartaba de ella y me dieron ganas de romperme a mí mismo la cara por lo que le había hecho.

Ahora soy consciente de que no he hecho bien en ignorarla durante tanto tiempo, ni si quiera fui capaz de verla el día de su cumpleaños. Hemos discutido más que nunca durante estos últimos dos meses y recordarlo me encoje el estómago.

«¡Aghhh! Quinn, ¡eres insufrible!»

«Ah, ¿ahora el insufrible soy yo?»

«¡Sí! Y déjame decirte que somos un dúo, ambos somos sus teloneros y AMBOS tenemos el mismo protagonismo. ¡Aquí nadie te adora! Porque no es tu concierto, no es nuestro concierto. ¡Es el de Shiba!»

Esto ocurrió tres conciertos antes de terminar la gira de Shiba (terminamos hace dos días justamente). Ahora, hemos vuelto a casa desde Madrid, último destino del tour, y me siento más solo que nunca. Misha no ha aparecido por casa, creo que está durmiendo en la de su madre. Y es que no soporto la idea de no verla un solo día.

El ocho de enero recibo una llamada de Joana Shiram, os juro que esta mujer va a acabar con mi paciencia, quiere que vaya a un partido de hockey para hacer un poco de imagen pública.

—¿Voy solo? —pregunto.

—¿Con quién quieres ir?

—No, no, con nadie...

No soy un fan obsesivo del hockey hielo, pero es un deporte que no me disgusta, por lo que no es algo que me moleste mucho hacer. Pese a que la tengo, decido no llevar la camiseta del equipo que juega para no crear influencia en la gente.

Voy al estadio en taxi y el taxista me pide una autógrafo para su hija. Al bajarme del coche saco mis gafas de sol y me pongo una gorra. Entro cojeando y antes de entrar, mientras enseño mi entrada, me cachean. Una chica muy simpática que creo que me reconoce pero se muerde el labio me acompaña a mi asiento. Me quito la gabardina y la dejo en el asiento de al lado, pensando que no va a venir nadie. Estoy en primera fila y los asientos son tan bajos que, debido a mi altura y mi lesión, hace que me duela la pierna.

Cuando aún quedan diez minutos para que comience el partido, veo que alguien viene hacia mi fila, pero no levanto la cabeza hasta que veo una cabellera rubia.

Puñetera Joana, me pregunto con quién quería ir, no con quién no quiero ir.

—No me lo puedo creer —musita ella.

—¿Qué tal, Misha? —pregunto.

—Bien, al menos hasta ahora. ¿Tú?

—Bien, no me quejo.

Parece que hemos vuelto a la normalidad, pero... actuamos como si fuéramos dos completos desconocidos.

Se sienta junto a mí y no dice nada. Yo tampoco lo hago. Me comienzan a sudar las manos y el corazón me late demasiado fuerte. Veo a lo lejos unos cuantos flashes de cámaras de teléfonos y sé que van dirigidos a nosotros.

No tarda mucho en comenzar el partido, dónde doce jugadores se enfrentan entre ellos. El partido está muy interesante, pero tiene que pararse cuando uno del equipo contrincante se pasa de fuerza en un empujón y tira a uno de nuestro equipo. Ese no es el problema, el problema es que se estampa contra la pared que nos separa de ellos.

Cántame y dime que me odiasHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin