LA CHICA QUE SE OBSESIONÓ CON UNA MANDÍBULA

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CAPÍTULO 4


 No, no, no.

Me niego si quiera a pensarlo. Esta era mi oportunidad. No la suya. No la nuestra.

¿Hacer un dúo con Tyler Quinn?

Lo siento, pero ni muerta.

¿A qué clase de mente perversa se le ocurre hacer eso?

Está sentado al lado mía, aprieta la mandíbula, cosa que hace que le resalte más.

Joder, ayudaría si no estuviera tan cañón.

¡Misha!

Perdón, perdón.

—Bueno, os dejamos tiempo para que lo discutáis —anuncia el dueño de la discográfica, mientras se levanta de su sitio y junto a Joana Shiram sale de la estancia.

Continúo mirando al frente, no pienso girar la cabeza hacia él. Prefiero mirar la ciudad a través de los grandes ventanales.

Desde aquí se ve la costa y mi muelle. Ojalá estar allí ahora mismo.

Sin girar la cabeza —porque me he prometido no hacerlo—, miro de reojo a Quinn. Su jodida perfecta mandíbula sigue tensa y tiene una mano en el muslo izquierdo. Se lo frota y pone una mueca de dolor.

Recuerdo que ayer, en la entrevista, comentó que tuvo un accidente. ¿Qué le habría pasado para estar cojo?

No te importa, recuerda que le odias.

Cierto. Me llamó perra. Que le den a él y a su pierna.

Comienzo a darle vueltas a mi pulsera, y pasan unos minutos sin que ninguno de los dos haga ningún ruido. Casi no se escuchan ni nuestras respiraciones.

Finalmente, se gira hacia mí.

—Abbey.

No contesto.

—Abbey, ignorarme no va a hacer más fáciles las cosas.

No me giro.

—Joder, Misha, deja de comportarte como una cría. Se que quieres el puesto. Tanto como yo. No creo que ninguno de los dos vaya a ceder con esto.

No pestañeo.

—Eres insufrible, de verdad. Si no aceptas lo del dúo, le diré a Ruinan que el puesto es solo mío.

—Te odio —digo finalmente, aún sin girarme.

—Bueno, pues en algo estamos de acuerdo. Aunque seamos compañeros no tenemos por qué ser amigos. Lo sabes, ¿verdad?

Asiento.

—¿Entonces? ¿Me quedo con el puesto, o, aunque sea a regañadientes, aceptas esta oportunidad para los dos?

Aprieto los puños.

—No quiero. Pero quiero el puesto.

—Misha, Misha, Misha —veo de reojo como niega con la cabeza—. Sabes por qué nos hicieron la entrevista conjunta, ¿verdad? Desde que nos ojeó Joana tenían este plan para nosotros. Hasta Ruinan lo ha dicho. Tenemos perfiles muy parecidos, jóvenes, atractivos, y he escuchado tu música. Cantas muy bien, Misha. Como despuntemos un poco, a la gente le vamos a gustar. Tenemos química.

—Y física, no te jode. —Me giro finalmente.

Cierra los ojos.

—No lo entiendes, Abbey —vuelve a usar mi apellido—. Saben que ninguno vamos a ceder antes esta oportunidad. Lo tienen todo maquinado.

Cántame y dime que me odiasWhere stories live. Discover now