LA CHICA QUE TUVO EL CORAZÓN PARTIDO EN LA CIUDAD DEL AMOR

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CAPÍTULO DIECIOCHO


Respira, Misha, respira.

Juro que quiero pegarle.

No le tires un zapato a la cabeza, Misha.

Respira.

Su cuello se ve demasiado perfecto, tal vez si...

No le ahogues con tus propias manos, Misha.

Respira.

Vale, debido a que por normativa tenemos que ventilar...

No le tires por la ventana, Misha.

Res...

¡AAAAAGGGGGHHHHH!

Como mi propia cabeza me repita que no le mate, me mato a mí misma. Lo prometo.

Tyler Quinn es un capullo.

Os pongo en situación:

Estamos de teloneros para Shiba en su gira por Europa. Llevamos unos trece conciertos de veintidós que son. El problema es que, a diferencia de nuestra gira, aquí sí que es un concierto cada dos noches, más o menos. Hay algunas veces que sí descansamos tres o cuatro días, pero no es lo normal. Hace una semana tuvimos más días de descanso debido a que hicimos la mitad de la gira.

Y, ahora, estamos paseando por las calles de París. Básicamente me han obligado a explorar la ciudad y dejar de comer helado sola en mi habitación mientras veo treinta veces más La La Land.

Quería quedarme en el hotel, porque no quiero ver a Tyler Quinn. Y precisamente por eso es un capullo y le quiero matar. Porque le estoy viendo.

Si, lo sé, parece y es una estupidez, pero es lo que hay.

¡Lleva evitándome desde que discutimos en mi piso!

Por eso usas más de la mitad del día para tomar helado y ver por onceaba vez La La Land. Porque te recuerda a él.

Muchas veces, os prometo que quiero estrangular mi cerebro por lo realista que es. Pero sí, echo de menos a Tyler. Echo de menos reírme con sus bromas, echo de menos mirarle la mandíbula, echo de menos que me diga lo bonita que es mi sonrisa. Realmente uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde.

Y odio pensar esto, pero creo que le estoy perdiendo.

Estamos en una cafetería y no ha levantado la vista de su teléfono desde que nos hemos sentado.

—Bueno, ¿qué tal está ese cappuccino? —intento sacar tema de conversación.

—No somos pareja, no debería importarte —no aparta la vista del teléfono y le da un pequeño sorbo a la bebida.

Muerdo mi labio y comienzo a jugar con el collar que dice Light.

Tyler hace días que ya no lleva el de Shadow.

Me parte el corazón pensar que está así conmigo por mi culpa, por pedirle tiempo. Pero... Era lo correcto, ¿verdad?

—Tyler, por favor, ¿podemos hablar?

—No hay nada de lo que hablar, Abbey, lo dijiste todo en tu piso.

—¿Por qué no usas mi nombre? ¿Por qué ya no me llamas Pajarito?

—Porque no somos nada. ¿Cómo tengo que repetírtelo? —esta vez sí me mira y sus ojos que parecen negros hacen que las pocas esperanzas que tengo desaparezcan—. Además, tú siempre me llamas "Quinn", es justo que yo no te llame con algo cariñoso.

Cántame y dime que me odiasWhere stories live. Discover now