EL CHICO QUE LLORÓ DE DESESPERACIÓN

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CAPÍTULO 5


Cuando me desperté, Lila no estaba. La busqué a mi lado, pero el hueco en la cama estaba vacío. También miré por mi habitación a ver si había prendas de ropa suya.

Nada. Se había marchado.

Anoche la invité a casa a celebrar lo de mi puesto de trabajo. Se enfadó un poco cuando la conté que tendría que trabajar con otra chica. La dije que no tendría de qué preocuparse, porque no la conocía de nada, y lo poco que conozco de ella me desagrada.

Y no es del todo mentira.

Misha es... ¿cómo decirlo? Complicada. Muy complicada. Me cuesta lidiar con ella sin enfadarme o que se enfade.

Volviendo al tema de Lila, anoche me dijo que se quedaría todo el día conmigo en casa. Que la apetecía.

Veo que no lo ha hecho.

Estiro mi brazo hasta la mesilla y agarro mi móvil. Tengo un par de mensajes que decido ignorar. Entro en la aplicación de mensajes y busco su contacto.

Te has ido.

Envío el mensaje —sin ser una pregunta—, y como está en línea, espero hasta que responde.

Me escribió Annie, tenía que contarme su conquista de anoche y me ha invitado a un café, así que he aceptado.

Otra vez. Otra vez cancela planes por irse con Annie.

Me dijiste que íbamos a pasar el día juntos.

Escribe algo y lo borra antes de enviarlo. La verdad que he sido un poco borde. Finalmente envía un mensaje.

Esta tarde nos vemos. Adiós.

¿Me ha evitado?

Decido pasar olímpicamente del asunto y dejo el móvil en algún lado de la cama, entre las sábanas revueltas. Me llevo las manos a la cabeza y me estiro para despejarme.

Me siento en el borde de la cama, y no puedo evitar mirarme la cicatriz.

Repugnante. Totalmente repulsiva.

Ni si quiera es una cicatriz limpia, me atraviesa prácticamente todo el muslo en vertical —desde más arriba de la mitad del cuádriceps, hasta casi la rodilla—, y está llena de irregularidades. La piel se adentra hacia el centro de la herida y se pierde bajo sí misma.

Mirándola me viene a la mente el recuerdo de aquella noche, y cierro los ojos. Intento pensar en otra cosa.

No pienses en ello, no pienses en ello.

Recordarlo todavía duele, y eso que ocurrió hace un poco más de un año. Saber que me iba a quedar con el cojeo de por vida... Ya no puedo hacer la mayoría de cosas que me gustaban hacer.

No puedo salir a correr, apenas a pasear, y yo amaba correr. No me gustaba tanto como la música, pero... era una forma de no perder la forma, dedicarme un tiempo a mí mismo, y distraerme de todo y de todos.

Ahora, desde el accidente, siempre o casi siempre tengo a alguien encima. O a mis padres, o a Riven y a Peter, o e incluso a Lila, aunque curiosamente, menos que el resto. Y es mi novia formal.

Siento que esta relación no está yendo a ninguna parte.

Cuando me levanto, me limito a ponerme unos pantalones de deporte, me dirijo al salón, y con bastante esfuerzo, aparto la mesa en la que como, que se encuentra en el salón. Al ser la casa tan pequeña, no tengo comedor, y mi cocina se encuentra prácticamente en el salón, así que sí, como en el sofá.

Cántame y dime que me odiasWhere stories live. Discover now