EL CHICO QUE TENÍA UNA ENTREVISTA

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CAPÍTULO 3


Se me estaba empezando a agotar la paciencia. Y eso no era algo que sucediera muy a menudo.

—Señor, sé que le dijimos que los clavos eran de buena calidad. Y es que lo son, pero si usted se puso a darle golpes con el martillo sin ton ni son, es lógico que se doblen.

El hombre que llevaba un buen rato molestándome, se lleva las manos a la barbilla.

—No sé... —dice finalmente.

Pongo los ojos en blanco, y paso al siguiente palé para colocar la mercancía, y me alejo del señor.

—Chico —me llama—, ¿estás bien?

No sé a qué se refiere, así que me giro, y me fijo en que sus ojos se deslizan a mi pierna izquierda.

Oh, genial.

—Sí, un accidente la semana pasada con un palé. No se preocupe, no es nada.

Asiente y se marcha con sus clavos de nuevo. Nadie a quien yo no le importe tiene que saber la razón de mi cojera.

Empecé a trabajar en la tienda de bricolaje de mi tío hace unos meses. En noviembre, más o menos. Me estaba yendo bien con los pocos conciertos que daba, pero después del accidente de la pierna, me cerré en banda a seguir dándolos. Al menos durante un tiempo. Lo que significa, que, si no hay conciertos, no hay recaudación, y si no hay recaudación, no hay dinero. Veis por dónde voy, ¿no?

Me apoyo en la máquina que transporta la mercancía, y me paso una mano por el pelo. Lo tengo bastante largo, más de lo que lo suelo llevar. Pero me gusta cómo me queda, así que todavía tardaré un tiempo en cortármelo.

Hoy en especial me duele la pierna. El dolor me tira de todo el músculo, y siento que en cualquier momento se va a romper. Es horrible.

—Quinn, si quieres descansar, vete al sofá de tu casa, si no, no molestes aquí —me dice Marcus, el socio de mi tío. A él no le gusta que yo ronde trabajando por allí, porque en vez de contratar a un joven fuerte, tienen a un joven fuerte con un problema en la pierna. Por mucho que se lleve muy bien con mi tío, yo le caigo de pena.

—Ya voy. —Saco el bote de pastillas, y me tomo una. Luego vuelvo al trabajo.

Cuando por fin termino el turno de hoy —que era el de tarde—, cierro la tienda, ya que soy el último en salir.

Me dirijo a casa andando, y cuando atravieso la calle principal, un par de chicas se me acercan y me piden el Instagram. Declino su oferta de amiguear, y escribo a Lila.

Dos en la calle principal. Supéralo.

Como está en línea, en seguida me responde.

Uno por la mañana en la cafetería, y un grupo de cuatro a mediodía con Annie. Decían que se repartían a dos.

Lila es mi novia. Empezamos hace unos tres meses, pero lo formalizamos hará cosa de uno. Ahora, cada vez que alguien intenta ligar con nosotros, nos escribimos un mensaje.

Siempre gana ella. Raro es el día que alguien no intenta coquetear con ella.

Me meto en su foto de perfil.

En ella sale con su amiga Annie, una chica rubia de ojos marrones. Están abrazándose. Ella es pelirroja y tiene el pelo por los hombros. En lo primero que me fijé de ella fueron en sus ojos. Negros como la noche. Tan solo mide un metro sesenta y cinco, pero es muy guapa. Muy, muy guapa.

Cántame y dime que me odiasWhere stories live. Discover now