LA CHICA QUE VIÓ A UN CHICO LLORAR POR VER LA LA LAND

26 4 58
                                    


CAPÍTULO CATORCE


Le estaba dando golpecitos al asa de mi maleta mientras me ponía unas gafas de sol. Un buen grupo de gente se conglomeró a mi alrededor cuando llegué al aeropuerto.

El primer grupo de personas lo pasé y el tercero y el quinto también. Pero el problema fue cuando fui a pasar el arco de seguridad y comenzaron los paparazzi. Me comenzaba a agobiar que la gente me reconociese.

Conseguí pasar el arco y me senté a tomar un batido en una cafetería. Vi que un chico que tenía mucho acné y llevaba braquets, llevaba un móvil en la mano y se acercaba tímidamente a mí.

Como vi que le costaba, le saludé con la mano y le dediqué una sonrisa. Me devuelve el saludo, y termina de acercarse.

—Ho-hola —me dice.

—Buenas.

—Me... ¿Me puedo hacer una foto contigo?

—Claro —digo agarrando el teléfono móvil y quitándome las gafas de sol.

Suena el clic, y me sonríe.

—Gracias, Misha —y se da la vuelta para volver con su familia.

Pero, cuando creo que no va a volver, se da la vuelta y se vuelve a acercar a mí dando pequeños brincos.

—¿Te puedo hacer una pregunta?

—Venga, vale...

—¿Tu compañero Tyler y tú...? —no termina la frase, que queda suspendida en el aire. Pero sé cómo termina.

—No, no estamos saliendo.

—Ah, vale.

—Pero sí, es un cabrón. Porque te besa, pero no deja a su novia. ¿Te lo puedes creer?

El chaval se asusta un poco.

—No... eh, si... O sea, no. Tampoco he estado en esa situación.

—Bueno, pues ya te lo digo yo —le digo al chico.

—Ah, pues vaya. Lo siento por ti —musita el chaval jugando con sus dedos.

—Chaval —llamo al chico mientras me termino mi batido—, si te acercas a la barra y me pides otro batido y un bollo, te doy diez pavos.

—¿Eso es legal? Usarme de camarero, digo.

—Aún no me han multado por ello —me encojo de hombros.

El pobre chico al que estoy mareando, aun un poco estupefacto, se acerca y pide. Cuando vuelve con mi comida, le doy en vez de diez, quince, por las molestias.

Se aleja con su familia. Me pregunto adónde se dirigirán de vacaciones.

Agosto ha llegado hace unos días y en nuestra ciudad ha hecho un calor de muerte. La gente se va de vacaciones y yo empiezo la gira.

Sorprendentemente, de los dieciséis conciertos que habíamos sacado —en ciudades cómo Seattle, Los Ángeles, Chicago, San Francisco y otras más—, habíamos completado el aforo de diez estadios. Faltaban por completar los de Nueva York, Washington y las grandes ciudades.

Una vez pago la cuenta, me pongo mis gafas de nuevo y esta vez me echo unos cuantos mechones de pelo sobre la cara, para que no me reconozcan. Me voy dirigiendo a mi puerta de embarque y allí veo a Quinn.

Llevo sin verle más de un mes.

Desde la alfombra.

Desde el beso.

Cántame y dime que me odiasWhere stories live. Discover now