EL CHICO QUE LO PERDIÓ TODO

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CAPÍTULO VEINTICUATRO


Peter, Melissa, Celia y Riven ya estaban en el restaurante cuando Misha y yo llegamos. Habíamos pensado que sería buena idea juntarnos todos juntos, al fin y al cabo podía ser que estuviéramos muy unidos ahora todos. Peter y Melissa esperan un bebé y al final conectamos entre nosotros.

Con quien menos he hablado es con Celia, pero parece ser una buena chica. Lo malo es que acaba de cortar con su novio y está un poco triste, por lo que Misha me ha prohibido rotundamente sacar ese tema a relucir.

Una vez entramos en el local, una camarera nos dirige a la mesa donde ya están todos.

Les saludamos de uno en uno y cuando ambos llegamos a Mel, nos paramos bruscamente. Nos agachamos a la altura de su barriga (de un tamaño ya considerable, son casi ocho meses) y la miramos fijamente.

—Sabéis que podéis tocarla, ¿verdad? —dice mientras se ríe. Peter la pasa un brazo por detrás del hombro y tanto Misha como yo llevamos nuestra mano a su vientre.

—¡He sentido algo! —dice mi rubita.

—¿Enserio? Yo no.

—Eso es porque ya ha elegido a su tita favorita —contesta y me saca la lengua.

Después de un rato nos sentamos en la mesa y pedimos la comida. Estamos los seis hablando y parece que nos conocemos desde hace una eternidad, cuando yo a las chicas apenas las conozco y a Misha le pasa exactamente lo mismo con los chicos. Hay un ambiente relajado y agradable. Pero todo lo bueno se acaba, ¿no?

El flash de una cámara nos sorprende por el cristal del restaurante y Riven rápidamente tapa la ventana con la cortina, aunque no tuviese el permiso de nadie.

Misha suspira y se lleva las manos a la cara.

—Joder —musita Peter—. ¿Todavía siguen acosándoos? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que estáis saliendo?

—Casi tres meses —lloriquea Misha.

—Nuestra mánager dijo que tardarían un tiempo en dejarnos en paz. Pero estos tres últimos meses se me han hecho eternos.

Los cuatro se quedan cayados como si no supieran que decir. Y les entiendo, es difícil imaginarse esta situación si no la has vivido.

—Es... es frustrante. Da igual dónde estés que te van a encontrar. De vez en cuando sí que conseguimos dar tranquilamente un paseo, pero... Hay días que es horrible —les cuenta a todos—. No... no sé cuánto tiempo más voy a poder aguantar con esto. Y todo por la estúpida canción y la relación que tenemos.

He de decir que ese comentario me duele un poco, alguna ventaja tiene que tener que estemos juntos, ¿no?

—Bueno, hay que ser positivos, Misha, ahora estamos juntos —arrimo mi mano a la suya, pero ella simplemente la evade con dos toquecitos.

El grupo se da cuenta de ese gesto y tratan de disimular el corte que me acaba de dar. No me enfado porque sé que últimamente ella lo está pasando mal. El tema de la prensa la está afectando más de lo que tal vez lo esté haciendo a mí. Lleva mal el tema de que invadan su privacidad y la entiendo perfectamente, por eso cada vez que hace algo de este tipo trato de no enfadarme, no merece la pena, está sufriendo y tengo que comprenderla.

Traen la cena y comenzamos a comer. Retomamos las conversaciones, vuelve a ser una cena normal, parece que se ha ido un poco la tensión que había anteriormente en el ambiente.

Cántame y dime que me odiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora