LA CHICA QUE LE VOLVIÓ A VER

22 4 23
                                    


EPÍLOGO (PT.1)


Me acerqué a la pareja y les di la enhorabuena. Me alegro mucho por ellos, a pesar de que tuvimos nuestras diferencias hace unos años, ahora incluso les considero mis amigos, no mis jefes.

—Me alegro muchísimo por vosotros, enserio. Joana, Bert, es un placer que me hayáis invitado a vuestra boda. Además, me encanta tu traje, Shiram.

Bert iba vestido con un smoking negro y su novia —perdón, su mujer—, va exactamente igual que él. Siempre he sabido que mi mánager es un poco particular, pero con esto se ha lucido.

Mientras charlo con ellos, un camarero pasa con una bandeja llena de copas de champagne y tomo una copa. La voy a necesitar.

—¿Por qué no nos cantas algo? —pregunta Bert señalando con la mirada el pequeño estrado en el que están varios músicos tocando una melodía.

—¿Yo? Por favor, seguro que tenéis a alguien de la discográfica que cante mejor que yo. ¿No está Harper?

—Está de gira. Y, Misha, te recuerdo que eres una de las mejores cantantes de esta generación. Has ganado varios Grammys.

Estos últimos cinco años en los que he sido solista han sido caóticos, pero también increíbles. He crecido mucho a nivel profesional y he ganado muchos premios.

—Perdona, pero si yo he ganado dos Grammys, significa que cualquiera lo puede ganar —ambos ponen los ojos en blanco—. Bueno, vale... Pero, ¿no está nadie más para cantar? —pregunto. En cierto modo tenía la esperanza de verle hoy. No me sorprende que sabiendo que no haya venido a la boda sabiendo que venía. En cinco años pueden cambiar mucho las cosas, y tanto que han cambiado.

Cuando dejé el dúo, me vine totalmente abajo. No quería haber hecho eso, no quería haberle dejado. No me quise marchar. Pero tuve que hacerlo. Durante varios años pensé que esa había sido la opción equivocada, que había hecho mal. Pero ya era muy tarde, ya no me podía echar para atrás. Mi primer año como solista fue un poco duro, tuve un bloque increíble y casi hace que me retire de la música. Si no hubiera sido por Joana y por Bert lo hubiera dejado. Después de que pasara la tormenta, tuve muchísimas ideas. Casi no estaba en casa de todo el tiempo que pasaba en mi estudio. Podía tirarme horas tumbada en el sofá —que seguía siendo el mismo, es lo único que no había cambiado— escribiendo letras nuevas o componiendo melodías con la guitarra.

Después de muchísimo esfuerzo, saqué mi primer disco. Gané algún premio, pero nada del otro mundo. La gira fue por el país y me recordó muchísimo a la que hice con él.

Mi siguiente álbum fue una bomba. Probé un estilo totalmente distinto al mío, se parecía mucho más al que teníamos en el dúo. Hice cuarenta y tres canciones y después me toco hacer un duro proceso de selección para quedarme con las quince mejores. Al final, sí que fueron las mejores porque así gané mis dos Grammys. Curiosamente gané a mejor canción con una llamada I'll love you either way. No hace falta que diga sobre quién trata, ¿verdad? Y, después del gran subidón por ganar mi primer Grammy, también gané a mejor álbum de Pop vocal.

Evidentemente, tuve que dar un discurso. Agradecí a todo el mundo, haciendo una mención especial a mi padre. También me dirigí a él. Sabía que le habían nominado a las mismas categorías que a mí, pero ni si quiera sabía dónde se encontraba sentado en aquella sala. Le enfocaron en una pantalla. Me obligué a no ver su rostro, pero eché una pequeña mirada. Le caía una lágrima por el rostro. Quise pensar que estaba orgulloso de mí.

Gracias a mi antiguo compañero. Sin ti tampoco habría sido posible. Tú me hiciste ser alguien, me hiciste no rendirme. Gracias, por todo.

Después de este disco, mi segundo como solista, he sacado otro hace poco menos de un año. Ahora estamos planeando la gira.

Cántame y dime que me odiasWhere stories live. Discover now