EL CHICO QUE NUNCA LA OLVIDÓ

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EPÍLOGO (PT. 2)

Reconocí inmediatamente aquella voz. ¿Cómo no iba a hacerlo? Había estado soñando con volver a escucharla durante muchísimo tiempo.

Me di inmediatamente la vuelta y allí la vi. Cantando en aquel puñetero escenario. Mi corazón empezó a latir desenfrenadamente, mis manos comenzaron a temblar e incluso a mi pierna la recorrió una punzada de dolor. Me llevo la mano al pecho y me disculpó del grupo de personas con las que estoy hablando.

Oigo a la gente aplaudir y sé que ha terminado. Me paso la mano por el pelo y me encamino hacia Bert y Joana. No sé si estoy preparado para verla, pero tengo que discutir unas cuantas cosas con los recién casados, me dijeron que ella no iba a estar.

Y no me malinterpretéis, no es que no quiera verla, es que han pasado cinco años y sinceramente no sé cómo reaccionará mi cuerpo.

Desde el día en que decidió que nuestros caminos deberían continuar por separado han cambiado muchísimas cosas.

Después de ella me costó seguir adelante. Sabía que ella no iba a volver y, sinceramente, traté con todas mis fuerzas de estar bien, pero no lo conseguía. El hecho de que se fuera me hundió hasta el fondo.

Realmente es patético seguir pensando que ella y yo terminaremos juntos.

En lo único que traté de esforzarme de verdad fue en mi carrera, y sus frutos dio. Tras el primer trimestre sin ella casi tenía un álbum compuesto. Estaba todo el día encerrado en el estudio con el equipo, componiendo, grabando o tocando. Y... después de muchísimas canciones y muchísimos borradores, me di cuenta que encontraba piezas suyas en todas mis canciones. Era sin querer, lo prometo, pero todas las puñeteras canciones tenían al menos una frase que era básicamente suya.

Dejar de hablarla me mató. Podía haber roto conmigo y no habría dolido tanto como que se hubiera separado de aquella manera, ella cortó toda comunicación y... joder, eso fue horrible.

Solíamos hablar por horas... míranos ahora.

Cinco años sin dirigirnos más que una simple frase cada uno, y ni si quiera a la cara.

Fue ella quien cuando ganó los Grammys me los dedicó a mí. Y, cuando después fue mi turno, fui yo quien la dedicó una frase.

Y eso que para aquel entonces yo ya estaba con alguien.

Después de un año de que se marchara conocí a una chica en uno de mis conciertos. Se llamaba Mila.

Ya era hora de que finalmente conociera a alguien nuevo. De llevarla a todos los lugares a los que fuimos juntos. Ella podría ayudarme a olvidarla, pero amarla al cien por cien es algo que nunca podría hacer, porque antes tenía a mi rubita.

Ella era... increíble. Tenía una sonrisa preciosa y era la mejor persona que se puede conocer. Estuvimos tres años juntos, y prometo que me enamoré locamente de ella, la quería muchísimo, pero el problema es que no era Misha. Fui yo quien tuvo que dejarlo con ella, sentí que aquello era tóxico, y no por ella, sino por mí. Cada vez que se daba la vuelta, cada vez que sonreía, cada vez que me besaba... Veía a Misha, no a Mila.

Me costó mucho poder explicarlo y se enfadó muchísimo conmigo, no la culpo, yo también me habría enfadado. Se fue de casa de mal humor, me bloqueó en todas partes, me costó muchísimo volver a localizarla para poder explicárselo todo de una manera mejor. Había malgastado tres años de su vida con alguien que no llegó a quererla del todo.

Cuando por fin conseguí localizarla, fui capaz de quedar con ella a tomar un café. La dije que lo que había sentido por ella no había sido una farsa, que de verdad la había amado. Aunque conseguí que me creyera, sé que a día de hoy me sigue detestando por todo aquello.

Cántame y dime que me odiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora