LA CHICA QUE ENCNTRÓ UNA SERENDIPIA

30 4 50
                                    


CAPÍTULO VEINTIDÓS


Os prometo que casi me ahogo. Os lo juro. Y si hace falta lo juro por mi madre. El momento en concreto ya era bastante incómodo, vergonzoso y... caluroso.

Incómodo porque estaba muy muy cerca de Tyler.

Vergonzoso porque estaba muy muy cerca de Tyler y había muchísima gente viéndonos y grabándonos.

Y caluroso porque estaba muy muy cerca de Tyler, tanto que estaba tumbada encima de él. Su amiguito, bueno...

Por eso cuando se fue corriendo, al baño supuse, no pude evitar reírme ampliamente mientras me retorcía de la risa en la cama. Todos los productores, cámaras e incluso el director también rieron. Cuando se calmó un poco el asunto, todos acordamos intentar no decir nada. Por respeto a él y a su amiguito.

Estaba hablando con Mayers, el director, cuando Quinn decidió que era hora de reaparecer. Sé que habíamos hecho un acuerdo, pero no pude evitar reprimir una risa. Desde luego que ahora no podré verle igual.

—Misha, Tyler —nos llaman los de producción—. Nos ha llamado Joana Shiram, dice que tenemos vía libre para montar el videoclip. Al no tener que poner efectos especiales podemos montarlo hoy. Nos ha dicho que podéis ir a casa si queréis, o ir a dar una vuelta. Pero que para cuando esté montado, tenéis que verlo los primeros.

—Está bien, de acuerdo —respondo por ambos—. ¿Cuánto tardaréis aproximadamente en tener todo montado?

—No sé. ¿Dos horas?

Miro a mi compañero.

—¿Qué hacemos? —pregunta él—. ¿Quieres tomar un café?

Me encojo de hombros.

Dos minutos después, estamos saliendo por la puerta y estamos cogiendo mi coche para ir a un café. Llegamos al local y nos sentamos en una mesita cerca de un radiador. Estamos prácticamente en febrero y hace bastante frío. Pensar que estamos prácticamente en ese mes me hace alucinar un poco. Porque va a hacer un año de que firmé el acuerdo con Quinn. Y pensar todo lo que hemos hecho juntos, todo lo que hemos construido este último año.

No puedo evitar que una pequeña sonrisa se esboce en mi cara mientras le miro.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué sonríes como si te estuvieran haciendo cosquillas en los pies? —pregunta mientras se acomoda en sus enormes manos la taza que a juzgar por el humo que sale de ella parece que está bastante caliente.

Yo me he pedido un granizado. Me da igual que estemos en invierno.

Tan solo los aburridos como Tyler piden café en invierno. La vida es para los valientes. Se cómo Misha Abbey.

—No sonrío como si me estuvieran haciendo cosquillas, Quinn —pone una mueca cuando digo su apellido, no su nombre, así que me corrijo rápidamente—. Digo, Tyler. Simplemente estaba pensando.

—¿Y en qué pensabas, Abbey? Digo, Misha.

—En ti.

Alza las cejas al ver que no tengo tapujos en decirlo.

—¿En mí?

—Bueno, más bien en nosotros. Va a hacer un año de que firmamos el acuerdo. De que nos obligaron a estar juntos. De que comenzó toda esta locura.

—¿Tanto? Madre mía, como pasa el tiempo.

Continuamos hablando y parece que estamos bien. Suspiro profundamente. De vez en cuando noto que Tyler se sonroja, sobre todo cuando hablamos del videoclip que hemos grabado hace un rato. Juguetea con sus manos, gesto de nerviosismo.

Cántame y dime que me odiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora