LA CHICA QUE SE GANÓ UN MOTE

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CAPÍTULO 7


 Cuando me despertó un señor zarandeándome, lo primero que hice fue buscar a Quinn. Y el malnacido se había marchado.

Recogí mi chaqueta en la que había estado durmiendo, me levanté, y desaparecí por el pasillo, sin darle ninguna explicación al pobre hombre que se había quedado un poco asustado.

En el espejo del ascensor me peiné un poco el pelo, que se me había revuelto y luego me hice una coleta baja, ya que mi pelo corto no me daba para mucho más. Salí a la planta principal, y en la puerta esperando se encontraba Bert Ruinan.

—No ha tenido gracia, Ruinan.

—Pero habéis estrechado lazos, ¿verdad? —pregunta alzando una ceja.

—Sí, y me he echado una siesta tremenda. Muchas gracias por ahorrarme sueño para esta noche.

Me encamino para salir por la puerta, pero antes de que ponga un pie en la calle, me agarra de la muñeca, casi en la mano, y me frena.

—Misha.

—¿Qué quiere, señor Ruinan?

—Tyler y tu tenéis que congeniar. No te quiero dar el pelmazo con esto, de verdad. Pero lo hago por vuestro bien. Tampoco necesito que os enrolléis, eso es más cosa de Joana, yo tengo otro trato... o sea, otros planes. Pero solo os pido que os llevéis bien. Pero me gustas, Misha. Los dos lo hacéis. Y creo que os podemos hacer llegar alto. Tenéis mucho potencial.

—Gracias, Bert. Pero lo que tenemos Quinn y yo no se puede cambiar. Al menos no de momento.

Asiente levemente.

—Lo entiendo, hazme caso. Yo al principio no me llevaba bien con Joana.

—¿Shiram? —le interrumpo para aclarar.

—Si, ella. Me dijeron que era la mejor en lo suyo y la contraté sin conocerla a fondo. Comenzamos a trabajar y no me cayó nada bien. Pero, poco a poco, hemos superado nuestras diferencias y ahora somos —se aclara la garganta— amigos.

Noté un tono raro en aquella última palabra.

Me despedí de él con un vago gesto de mano y me fundí entre la gente que iba y venía por la avenida.





Apenas dos días después tuve que volver a verle.

Ya teníamos estudio. El "local" se encontraba a un buen paseo de mi casa, más adentrado en la ciudad, así que fui en coche. Hoy realmente empezaría a trabajar.

En la puerta esperando estaban Joana y Quinn. Me reuní con ellos y Joana abrió la puerta. Subimos unas escaleras y me di cuenta de que el sitio no tenía pinta de ser muy grande.

Pero me equivocaba, ya que cuando dejamos atrás la claustrofóbicas escaleras, el edificio dio paso a un amplio espacio abierto.

Era una sala muy grande, las paredes eran de ladrillo pintado de blanco y el suelo de cerámica que imitaba madera. En el centro hay un sofá bastante grande y una mesa. Unos baños en la parte izquierda y una pequeña cocina con cosas básicas. Y luego, repartido por el resto de la sala, un montón de instrumentos. Había algunos que ni siquiera reconocía. Era... era maravilloso. Pero lo que más ilusión me hizo ver fue la cabina de grabación.

Joana nos hizo un tour de la habitación un poco más profundizado.

—Y las paredes están insonorizadas —las señala—. Y... eso es todo. Creo. Espero no dejarme nada que debáis saber. Bueno, si no ya os las apañaréis. En la mesa del centro tenéis dos pares de llaves. Una para cada uno. No podéis hacerle copias a nadie. Y más os vale no perderlas. ¿Entendido?

Cántame y dime que me odiasWhere stories live. Discover now