Capitulo 10

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La imagen que Jeon había conjurado era tan explícitamente erótica que el pulso de Jimin se aceleró.

-Es hora de que te vayas a casa _ hablo Jeon con la voz ronca.

Cegado por el deseo, lo había tomado en la ducha sin pensar en las consecuencias y, mirando aquellos ojos azules, estaba a punto de volver a hacerlo.
Una vocecita le dijo que debía controlarse.

-Voy a llamar a un taxi. Es que tengo que trabajar mañana.

Jimin se dejó caer sobre el respaldo del sofá. Un segundo antes la miraba como si fuera a comérsela y ahora... ¿Había dicho algo, hecho algo?

-Pero si mañana es domingo -protestó Jimin.

-¿Y? _ contestó Jeon.

Entonces se percató de que quizá debería haberse marchado antes. Que quizá debería haber sido él quien le dijera adiós.

-Voy a buscar mi bolso a la habitación. No te preocupes, me iré enseguida y te dejaré en paz _ dijo Jimin con tristeza, cuando iba a pasar a su lado, Jeon la sujetó del brazo.

-La paz no es algo que asocie contigo _ murmuró el pelinegro, Desearlo era una debilidad.

Tenía muchas razones para odiarlo, pero lo excitaba como ningún otro hombre o mujer la había deseado desde el primer momento. Seguía deseándolo como un loco y sólo un tonto rechazaría lo que le estaba ofreciendo. Él no era un tonto, aunque había actuado como si lo fuera, debatiéndose entre el deseo y el sentido común. Y el deseo volvió ganar.

-Ejerces el efecto contrario en mí me gusta _ hablo Jeon

-¿De verdad? _ preguntó Jimin inseguro.

Aquel hombre lo confundía. No entendía por qué primero se mostraba ardiente y, de repente, frío. Porque le hacía el amor luego apenas la miraba. Quizá no entendía a los hombres.

-Si necesitas que te lo confirme después de lo que ha pasado debe de ser porque no lo he hecho bien _ rió Jeon, buscando sus labios de nuevo _ Esto es una locura, pero eres como fuego en mi sangre no puedo resistirme.

Jimin debería haberse sentido halagado, pero había algo que se parecía sospechosamente al resentimiento en su oscura mirada, algo que hacía que sonara una campanita de aviso en su cabeza.

Era un hombre muy viril, muy atractivo y con mucha experiencia y, sin embargo, había dicho que estar con él era una locura. Quizá lo era. Jimin estaba loco por él, pero ¿qué sabía de Jeon Jungkook?, además de haber comprado un cuadro de su padre y ser un fantástico amante, apenas sabía nada más.

-Tengo que irme. Es tarde _ murmuró el rubio apartándose.

Después de admitir que aquello era una locura, no una confesión que estuviera acostumbrado a hacer, Jeon estaba desconcertado, durante toda su vida había sido él quien tomaba las iniciativas, pero le parecía una experiencia saludable que Jimin hiciera lo mismo.

-Sí, tienes razón, es más de la una_ asintió Jimin mirando el reloj _ No tiene sentido pedir un taxi, te llevaré a casa.

Jimin pensó que lo había ofendido, de modo que el alivio fue inmenso cuando, al llegar al portal, él se volteo para decir:

-Gracias por este día Jimin, lo he pasado muy bien, dame tu número de teléfono me gustaría volver a verte _ Rápidamente Jimin sacó una tarjeta y un bolígrafo del bolso y anotó el número de Hoseok y el de
su casa.

-Buenas noches, joven Park -lo saludó el guardia de seguridad.

Jimin devolvió el saludo y luego miró a Jeon, no quería separarse de él. Una tontería, claro, pero no podía evitarlo. Antes de Jeon había imaginado que el amor sería como un sueño; pero la inseguridad que sentía en aquel momento no era parte de ese sueño en absoluto.

-Buenas noches, te llamaré _ dijo él, inclinándose para rozar sus labios en un beso de despedida. Un beso se quedó marcado en su boca como una bendición, Jimin cayó en la cama y durmió como el proverbial tronco.

Jimin se estiró perezosamente y luego emitió un gemido de dolor. Le dolían músculos que no le habían dolido nunca antes, Jeon, murmuró su nombre, mientras recordaba imágenes del día anterior y un largo suspiro escapó de su garganta.

Luego miró el despertador ¡las diez de la mañana!, Jeon podría haberlo llamado, a toda prisa, Jimin saltó de la cama y se metió en el cuarto de baño, después de ducharse, sacó unos vaqueros y una camiseta blanca del armario y se hizo una coleta.

Mientras se ponía crema hidratante en la cara, observó el brillo de sus ojos, el rubor de sus mejillas y se quedó maravillado. Ésa era la diferencia de tener un hombre en su vida. Una total transformación, el chico eficiente se había convertido en la criatura sensual que le sonreía desde el espejo.

Sin dejar de sonreír, entró en la cocina y comprobó el contestador. La sonrisa desapareció de inmediato al descubrir que no había mensajes.

Suspirando, encendió la cafetera y se consoló a sí mismo pensando que Jeon tenía que trabajar. Luego descubrió que no había leche en la nevera, no le gustaba el café solo, pero tomó una taza y comió una manzana, lo único que quedaba en la cocina. Desde luego, debería ir al supermercado, pero le daba miedo salir del apartamento, por si llamaba Jeon.

Jimin hizo la cama, arregló un poco el salón y estuvo paseando, convencido de que iba a llamar y desesperado porque no lo hacía.

Por fin, a mediodía, se dio cuenta de que estaba portándose como un idiota. Necesitaba leche y algo de comida, de modo que iría al supermercado. Si Jeon llamaba, seguramente dejaría su número de teléfono.













✨🤟🏻

Venganza Amarga - KOOKMIN - TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora