Capitulo 14

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Al día siguiente, Jimin dejó a Jeon durmiendo, para variar. Después de darse una ducha rápida, se puso una de sus nueva adquisiciones: un pantalón de lino color beige, una camisola de seda y una chaqueta a juego con el pantalón. Mientras se ponía crema hidratante en la cara pidió el desayuno al servicio de habitaciones y, cinco minutos después, llevó la bandeja al dormitorio.

Tumbado en la cama, apenas cubierto por la sábana, Jeon era una tentación. Despeinado y con sombra de barba, parecía un pirata. Sólo le faltaba el anillo en la oreja.

-¿Vas a darme ese café o no?

Jimin se sobresaltó, distraído como siempre.

-Estás despierto.

-Eso parece.

-Pensé que te gustaría desayunar en la cama _ Jeon se apoyó en un codo, pasándose una mano por el pelo.

-Me gustaría si tú estuvieras en la cama conmigo.

-De eso nada. Aunque te quiero mucho, prometiste que hoy serías todo mío. Y vamos a hacer lo que yo quiera _ dijo el pequeño pelirubio

Los ojos de Jeon se oscurecieron y Jimin se percató de lo que acababa de decir. Pero se negaba a dar marcha atrás. Era la verdad y podía aceptarla, decir que él también lo quería o que no estaba interesado, era su problema. Estaba harto de jugar con sus reglas y no pensaba seguir escondiendo lo que sentía.

-Pues sírveme un café y seré tuyo enseguida.

Evidentemente, pensaba ignorar la declaración de amor, pero al menos no había dicho que él no estaba interesado, y eso era un consuelo.

Dos horas después, estaban en la terraza de un ático situado a la orilla del Támesis, con una vista magnífica de la ciudad. Él era, en el fondo, un chico de pueblo, pero podría acostumbrarse a aquello.

-¿De verdad vas a comprarlo, Jeon? _ preguntó Jimin.

-En realidad, voy a comprar todo el edifico _ contestó él _ Es una buena inversión a largo plazo. Además, este apartamento me vendría bien como base permanente en Londres. ¿Qué te parece?

-Precioso. Me encanta.

-Quiero tu punto de vista, ¿qué preferirías, alojarte aquí o en un hotel? _ preguntó Jeon curioso por su respuesta.

-Si fuera con el hombre del que estoy enamorado me daría igual estar aquí, en un hotel o debajo de un puente _ contestó el rubio, con toda sinceridad. Se miraron en silencio durante unos segundos y Jeon fue el primero en romper el contacto.

-Una respuesta muy romántica. Pero debes de saber poco para decir eso. Te lo aseguro, la mayoría de las mujeres o hombres saldrían corriendo si un hombre no les diera todo lo que de sean.

-Yo no lo creo.

-Díselo a mi ex prometida. Ella desapareció cuando supo que yo no era tan rico como pensaba.

-Supongo que fue una desilusión terrible.

-No _ contestó Jake _ No me dolió que me dejara... ¿Cómo demonios hemos acabado hablando de esto? ¿Por qué siempre acabo contándote cosas que no quiero contar?

-Mi encanto personal _ contestó Jimin.

Durante aquellos días, Jeon le había contado más cosas sobre su infancia y sobre su vida y empezaba a entenderlo mejor.

-Podrías tener razón _ suspiró él _ Vamos, el resto del día es todo para ti.

Lo pasaron en el zoo y, por primera vez, se sintió como si fueran una pareja normal. Rieron con los monos, comieron en un pequeño café y cuando se enamoró de un panda de peluche en la tienda de regalos, Jeon se lo compró. Más tarde, cenaron patatas con pescado frito en la calle y tomaron una cerveza en un típico parque cerca del río.

Jeon estaba convencido de que ese pescado no tenía nada que ver con algo que hubiera salido del mar y seguían discutiendo sobre las diferencias entre la comida italiana y la comida inglesa cuando volvieron al hotel.

Por fin, Jimin levantó las manos en señal de rendición y admitió que la comida italiana era mucho mejor que la inglesa. Jeon, por supuesto, aprovechó esa postura para quitarle la camisola... A veces Jimin tenía que pellizcarse para convencerse de que aquello era real y se lo dijo el viernes por la mañana. Riendo, Jeon le dijo que lo tocase si quería convencerse de que era real. Y él lo hizo, claro. Después, terminó agotado y desnudo sobre la cama, Jimin dejó escapar un suspiro de satisfacción.

-Ahora sé por qué te quiero. Y estoy totalmente convencido de que eres real _ murmuró, acariciando el vello de su torso. Cuando él soltó una carcajada, Jimin le dio un tirón.

-¿Te estás riendo de mí o qué?

Entonces sonó el teléfono. Jimin lo vio descolgar el auricular, lo oyó decir algo en italiano. Parecía tenso. Cuando terminó de hablar, se levantó de un salto.

-Era mi oficina. Tengo que volver a Italia inmediatamente.

Luego saltó de la cama y entró en el cuarto de baño.

Sorprendido, Jimin se quedó mirándolo sin saber qué decir. Amaba a Jeon, pero él tenía que marcharse... Tenía que pasar en algún momento, claro, pero no había querido pensar en ello, no había querido enfrentarse con la realidad.

Ahora no tenía elección. ¿Qué había esperado? Jeon dirigía una gran empresa y él tenía que estar en su hotel el domingo. Iban a despedirse un día antes de lo planeado. No pasaba Volverían a verse.

Jeon volvió a la habitación y empezó a vestirse. Jimin lo había visto vestirse muchas veces, pero aquella mañana no podía mirarlo. No quería que viera la tristeza que había en sus ojos. De modo que saltó de la cama y entró en el cuarto de baño.

En la ducha, se dijo a sí mismo que debía estar tranquilo. Esas dos semanas habían probado que eran una buena pareja. Lo amaba y estaba seguro de que Jeon sentía algo por él. Los dos eran adultos, tenían mucho trabajo... era natural separarse de vez en cuando.

Cuando volvió a entrar en la habitación unos minutos después, ya vestido, seguía diciéndose a sí mismo que no debía disgustarse.

Jeon estaba al lado de la mesa, sacando unos papeles de su maletín, intensamente concentrado. Ya había hecho las maletas y llevaba un traje oscuro, camisa blanca y corbata gris de seda. Parecía un magnate, lo que era en realidad. Pero él conocía a otro Jeon, el amante apasionado, el tierno... y se le hizo un nudo en la garganta.

-Ya has hecho las maletas _ consiguió decir.

-Sí. Siento tener que irme así, pero mi presencia es necesaria en Italia.

-Lo sé, pero... es una pena que perdamos nuestro último día.

Jeon puso un dedo sobre sus labios.

-Habrá otros días Jimin. Te llamaré esta noche. Quédate aquí y pásalo bien.

-No, no me encontraría cómodo sin ti. Me iré a casa.

-Lo que tú quieras -murmuró él. Pero le dolía despedirse de él. Estaba acostumbrado a despedirse de las mujeres y hombres sin ningún problema, pero Jimin era diferente. Sí, lo deseaba, pero su intención original había sido menos que honorable y él era un hombre honorable.

No podía decirle adiós. De modo que hizo algo que no hacía nunca, anotó su número de teléfono en una tarjeta.

-Éste es mi número en Genova. Si quieres llamarme, hazlo. Pero ahora tengo que irme... el avión está esperando _ Jimin lo vio cerrar el maletín intentando con tener las lágrimas.

-¿Ya? ¿Ahora mismo?

-Me temo que sí.

El botones acababa de llegar para tomar sus maletas. Jeon le dio un beso en los labios y desapareció.

Venganza Amarga - KOOKMIN - TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora