El negocio familiar

29

—No puedes respetar ambas leyes.— explicó él.

—Ya lo sé.— murmuré mirando por la ventana cabizbaja.— Pero no puedo elegir.

—¿No?— le miré con el ceño fruncido, él no se giró hacia mí porque llevaba los ojos clavados en la carretera.— ¿Quién tomará más represalias, tu tío o unos italianos que ya te han amenazado abiertamente?

—Tienes razón...— sin embargo eran las reglas que menos me gustaban.— Supongo que tendré que formalizar mi relación con Rafael.

Hablando del rey de Roma, mi teléfono comenzó a vibrar pero al ver que era Rafael quien llamaba colgué.

Quizá si hubiesen dejado que nuestra relación avanzase siguiendo un ritmo natural y adaptado a lo que nos hiciese sentir cómodos a nosotros, hubiésemos llegado a querer tener un vínculo serio; pero no era el caso.
Sentía un rechazo tremendo hacia él, que solamente estaba motivado por la obligatoriedad de estar atada. Me veía atrapada en un matrimonio prematuro, como niños jugando a ser papá y mamá, pero sin que el juego tuviese fin. Estaba segura de que iba a odiarle, incluso todo aquello que me gustaba cuando nadie me obligaba a estar con él. Pero puede que fuese precisamente por eso por lo que me gustó Rafael DiAngeli, puede que sin el riesgo de hacer lo prohibido nunca me hubiese fijado en él.
Puede que su pelo peinado con gomina me hubiese parecido sucio y pasado de moda.
Puede que su carácter extrovertido me hubiese parecido una actitud chulesca.
Puede que verle envuelto en el humo de su cigarrillo no me hubiese parecido misterioso, sino asqueroso un precursor de cáncer de pulmón y cardiopatías.
Puede que si Carrie no hubiese hablado tan mal de él no me hubiese molestado en volver a hablar con él tras aquel café.

—Esto no le va a hacer gracia a tu tío.— advirtió Poe, como si hubiese podido olvidar el hecho de que no solo había puesto una diana sobre mí misma, también estaba perjudicando a los niños perdidos.

—No es mi tío quien está unido a un mafioso italiano.— gruñí temiendo en el futuro que me esperaba, con un poco de suerte no tardarían en matar a Rafael y yo volvería a ser libre, quizá hasta le asesinase yo misma.

—Te equivocas, gracias a ti vamos a estar vinculados a ellos.— me quedé callada al darme cuenta de lo egoísta que estaba siendo.—Pueden usarte contra nosotros.

—Lo siento mucho.— era cierto, al parecer había comenzado un efecto mariposa con consecuencias horribles para los míos.

—Espero que la noche en el hotel mereciera la pena.— masculló con rabia y a continuación apretó el claxon con aún más ira.—¡Espabila, que vas a 60 en una carretera de 90!— gritó por la ventanilla.— Le dan un carné a cualquiera, joder.

Me hice pequeña en el asiento, lo cierto es que me gustaría que aquel viaje en coche se alargase lo máximo posible. Y no porque estuviese precisamente cómoda junto a Poe o lo estuviese usando para reflexionar y tejer un plan que me sacase de aquella situación; era porque sabía que no podía ser peor que lo que me esperase en la casa de Nunca Jamás (no confundir con el rancho de Neverland de Michael Jackson, aquí estos niños solo se usaron para delinquir y estaban mucho menos traumatizados).