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Nada más llegar, en lugar del portero nos recibió Carrie visiblemente armada hasta los dientes. Me coloqué detrás de Poe al verla, en la mano tenía una pistola preparada y estaba segura de que alguna de sus balas llevaría mi nombre.

—No te escondas

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—No te escondas.— dijo ella, con un tono que no podía descifrar, parecía tener tantas emociones encerradas que no expresaba ninguna.— Te advertí sobre Rafael Di Angeli.

—Es cierto.— admití lo innegable pero eso no provocó ninguna respuesta por su parte.—Tenías razón, Carrie.

—Eso ya lo sé, lo sabía desde el principio.— sus palabras no tenían emoción ninguna, paracía una máquina de tabaco. A continuación, dió media vuelta y se dirigió al ascensor. Miré a Poe y él me hizo un ademán para que fuese hacia allí.—Te están esperando en la azotea.

Pulsó el botón del último piso y salió del ascensor antes de que las puertas se cerrasen. Me quedé sola en aquel espacio reducido tan claustrofóbico, y deseaba que se quedase parado con tal de no llegar a mi destino. Muy a mi pesar las puertas se abrieron y estaba en la azotea, todos se giraron para verme al oír el sonidito de la llegada del ascensor.
Por alguna razón, habían montado un ambiente festivo en la terraza. Parecía una escena del padrino, con un montón de hombres italianos trajeados atrapados en otra época.

—Ma che bella ragazza.— exclamó un hombre algo mayor que mi padre que comenzó a caminar hacia mí, yo apenas había dado un paso fuera del ascensor y este hombre ya estaba sobre mí, seguido por todo su séquito.—Que bueno que te unas a la familia, tendréis unos bambini preciosos.

—Padre, basta.— entonces Rafael consiguió abrirse hueco hasta mí y venía seguido por mi tío.— Aún no he podido proponer nada.

—Tío, lo siento mucho, de verdad.— me lancé directa a sus brazos, y doy gracias por que no quisiera rechazarme aquel abrazo, ya que podría haber hecho que me lanzase por la cornisa sin pensarlo dos veces.

—Ragazza, no hay motivo di estar triste.— dijo el hombre dando una palmada en mi espalda que resultó desmensurada para mi gusto.—Diglielo già, idiota.— se dirigió a Rafael.

—Katniss, he hablado con mi familia y con tu tío, y todos creemos que lo mejor es formalizar nuestra relación.— sacó una cajita de su bolsillo y apoyó una rodilla en el suelo.— Pero tú tienes la última palabra, aunque admito que deseo que esa palabra sea "Sí".

—Andiamo, Rafael.— le apremió alguien entre la multitud.

—¿Quieres casarte conmigo?— pregunto abriendo la caja, que obviamente contenía un anillo con un diamante enorme y realmente ostentoso.

—¿Quieres casarte conmigo?— pregunto abriendo la caja, que obviamente contenía un anillo con un diamante enorme y realmente ostentoso

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—No puedo casarme.— dije mirando a mi tío en busca de apoyo.

—Pero estaremos prometidos, hasta que sí podamos.— aclaró Rafael.

—Comportati bene, di sí.— interrumpió su padre, haciendo que se marcase la pistola en su bolsillo. Estaba siendo coaccionada hasta en la mismísima pedida de mano.

—Sí.— contesté entre dientes con la mirada dirigida al suelo.

—Muchas gracias.— dijo Rafael mientras se ponía de pie y colocaba el anillo en mi dedo, que resultaba quedarme pequeño y no pasaba de la segunda falange de mi dedo anular.—Perdona, es que no está hecho a medida porque era de mi bisabuela, pero lo arreglaré.

—No importa.— desabroché el collar que siempre llevaba y lo metí ahí, después lo volví a atar en mi cuello.— Hasta que podamos arreglarlo.— expliqué.

—Brava.— dijo el padre antes de besar mis mejillas. Esto se repitió varias veces con lo que supongo que eran familiares de Rafael.

—Te voy a hacer muy feliz, Amy.— susurró él al abrazarme.— Te daré todo lo que quieras.

—Quiero ser libre.— contesté.

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El negocio familiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora