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——Si yo tuviese todo este dinero, no lo malgastaría así

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——Si yo tuviese todo este dinero, no lo malgastaría así.—— a juzgar por cómo se había apropiado de la mitad del catering, se comería el dinero.

Entonces llegó lo que más temía. Alguien se había acercado al Dj y había pedido "Sirenas" de Taburete.
Aquello era mi kriptonita. Pero lo peor no fue ver a una orda de gente de mi edad, cayetanos en potencia, moviéndose al ritmo de este himno de la vergüenza. Mi padre también salió a bailar y aquello motivó al resto de tipos de su edad a "menear el esqueleto" como hacían en los ochenta.

——Le tenía que haber dado una hostia en su momento.—— murmuró mi abuela mientras se sentaba en la silla contigua a la mía.
Era uno de los pocos familiares que me caían bien. La madre de mi padre se crió de una forma muy distinta a su hijo, ella nació en el seno de una familia dedicada a la minería, pero tenía un don para cantar ópera. No sólo consiguió sacar a toda su familia de la miseria, su nombre brillaba con luces de neón en los mejores teatros gracias a su desmesurado talento. Disfrutó de su trabajo hasta que tuvo que casarse con mi abuelo y dedicarse a criar a los herederos de su negocio. Curiosamente, aquel negocio era una fábrica de termómetros que usaban el mercurio que a su familia tanto le costaba sacar de la mina. Para colmo, la empresa quebró el año que yo nací (ya que nadie compra termómetros de mercurio) y a mi abuelo le dio un infarto que se le llevó directo a la tumba. Nos cruzamos en el camino, el mismo día que él veía la luz al final del túnel yo llegaba al principio de este.

——Ahora es un poco tarde.—— bromeé.—— Ya puede devolvértela.

——¿Este quién es?—— preguntó señalando al rubio sentado a mi otro lado.

——Mi novio.—— Lo cierto es que después de repetirlo tantas veces, iba perdiendo la gracia.

——Ay, no.—— tomó un sorbo de su copa de vino, deduje que no era la primera que se tomaba.—— Eres muy joven, disfruta de tu vida. Que nadie te amargue.

De pronto se levantó y vi cómo caminaba directa al Dj y desenchufaba los altavoces. Le dio un empujón al chico haciendo que se le cayesen los cascos y se apoderó de la mesa de mezclas, para comenzar a cantar «L'amour est un oiseau rebelle», la oda al amor rebelde de la ópera Carmen.
Sin lugar a dudas, todo un ejemplo a seguir para mí.
No me apetecía ver cómo le arrancaban el micrófono de las manos para volver a poner alguna melodía sosa, así que me levanté y me dirigí al interior de la casa.
Alex ni siquiera se inmutó, había pasado a los dulces, así que tardaría un buen rato en darse cuenta de que yo ya no estaba ahí.

Me dirigí a mi parte favorita de la mansión, lo era desde que la descubrí a los ocho años. Era el desván. Pese a que Ana insistía en que no me quedase sola ahí arriba, adoraba aquel lugar.
Estaba básicamente insonorizado, ninguno de mis padres subía allí jamás, como mucho podían enviar a alguien con más trastos que amontonar en alguna esquina. Pero lo mejor eran las vistas, no en este caso, ya que el jardín estaba lleno de idiotas.

Miré al suelo de madera, allí había tallado mi nombre. Si lo hubiese hecho en cualquier otro lugar de la casa mi madre habría contratado a un sicario para matarme, pero allí era libre.
Verme sentada en el mismo sitio, me hizo darme cuenta de cómo había cambiado mi vida y de cuánto más podía cambiar.

Tomé mi móvil y le escribí a Rafael. No tengo del todo claro el porqué, pero era simplemente lo que me pedía el cuerpo. Ya me podía despedir de cualquier posibilidad de hacer las paces con Carrie, la sororidad estaba bien lejos, pero a mí el italiano me había intrigado.
Solo le dediqué un simple "Hola🙃" , pero el señor Di Angeli no tardó más de dos minutos en contestar.

Solo le dediqué un simple "Hola🙃" , pero el señor Di Angeli no tardó más de dos minutos en contestar

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El negocio familiarWhere stories live. Discover now