Capítulo 9.

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Las calles de aquel pequeño pueblo de la serranía gaditana se vestían de gala. Farolillos que adornaban su cielo, los bares ultimando cada detalle antes de dar el pistoletazo de salida, la plaza principal del pueblo lista para recibir a todo aquel quería celebrar en ella la festividad de su patrón. Los vecinos se desvivían por aquella fiesta y sabían que era un momento en el que el turista venía por lo que no quería que nada fallara. Se podía respirar felicidad en el ambiente, y la banda de música municipal sonaba desde bien temprano siendo la antesala de lo que empezaría en unas horas.

Mar había aprovechado que la clínica no abría para ir a casa de sus padres a desayunar. Había aprovechado para comprar "molletes" un tipo de pan característico de esta zona, que hacía que los desayunos supieran mucho mejor.

- ¿Qué le vais a poner? - preguntó su madre mientras tostaba el pan.

- Yo quiero aceite y tomate, mami - dijo Mar terminando de exprimirse un zumo - ¿Alguien quiere?

- Yo - dijo su padre sentándose a la mesa que ya estaba prácticamente puesta. 

- ¿Mi hermana no piensa levantarse hoy? - preguntó Loreto poniéndole a su padre el vaso de zumo en la mesa. 

- Tu hermana siempre es igual, no podemos hacer nunca nada en familia porque ella siempre falta - dijo su madre sentándose al lado de su marido. 

- ¿Quién pregunta por mí?- dijo Paula apareciendo por la puerta con el atuendo característico de las fiestas.

Mar cuando la vio se echó a reír. Su hermana era una tía muy particular, y si algo le gustaba era ir acorde con cualquier acontecimiento que pasaba.

- Menos mal hija, pensábamos que este año ibas a romper la tradición de desayunar todos juntos éste día - dijo su padre dándole un beso.

- No papi, imposible, pero me tenía que duchar y vestir para el momento, ya me conocéis - respondió Paula sentándose a la mesa y bebiendo un sorbo del zumo de su hermana.

- Joder Paula, sabes que no me gusta que hagas eso - dijo Mar enfadada - Si quieres uno pídelo y te lo hago pero no bebas del mío, coño.

- Mar esa boca - regañó su madre.

- Es que es verdad mamá, siempre hace lo mismo, sabiendo la rabia que me da - respondió enfadada.

- ¿A ti que te pasa? - preguntó Paula mientras le daba un bocado a su mollete con mantequilla.

- Tú, me pasas - respondió tajante.

- Bueno si tú lo dices  - respondió Paula pasando de su hermana, aunque sabía que últimamente estaba muy susceptible, algo le pasaba.

Durante un buen rato estuvieron los cuatro en la mesa charlando y desayunando. El pequeño pique de las hermanas se acabó en cuanto su padre empezó a gastar bromas. Era una familia que se amaban y se apoyaban en todo y pasar tiempo juntos era una de sus tradiciones familiares.

- Bueno ¿Y tú que te vas a poner? - preguntó Eugenia a su otra hija.

- ¿Yo? El pijama en cuánto llegue a casa - Respondió Mar limpiándose la boca ante la atónita mirada de su familia.

- ¿No vas a salir? - preguntó su padre que ya había acabado de desayunar.

- ¿Ella? ¿Salir? Vamos papá parece que no la conoces, es doña solitaria. Si el plan se sale de estar entre sus cuatro paredes, no cuentes con ella -Respondió Paula, que conocía muy bien a su hermana gemela.

- Pero hija, vete con tu hermana y con tus amigas, seguro que os lo pasáis bien - volvió a insistir Eugenia que no entendía como tenía dos hijas tan iguales y tan diferentes a la vez.

- No creo mami, es que no me gusta, me agobia tanta gente junta, ya sabes que yo soy más tranquila. Además tengo que aprovechar para limpiar la casa a fondo, que entre tanto trabajo no me da tiempo a nada - respondió Mar sin importarle lo que el resto de su familia pensara de ella. 

Ramón y Eugenia miraron asombrados a su hija, mientras tanto Paula se levantaba de la mesa para ultimar su bolso, porque aquella respuesta de su hermana  no le sorprendía. 

- De verdad, que sois el día y la noche - dijo Ramón.

- Y menos mal, cariño, porque dos iguales no sé que hubiésemos hecho - Respondió Eugenia riendo. 

La familia se despidió. Paula había quedado con su novio, Eugenia y Ramón tenían que prepararse porque habían quedado con unos amigos, y Mar, cogió a Romeo, para volver a su casa.

Durante el camino, la veterinaria, no pudo evitar pensar en la noche anterior. Su comportamiento le había avergonzado y no quería encontrarse con Loreto porque no iba a saber que cara ponerle. Estaba pasando por su puerta cuando oyó unas risas que venían de dentro, la risa de Loreto era característica. "¿Estará con alguien?" Se preguntó. Quería saberlo, hasta el punto que dudó si llamar a la puerta con la excusa de pedirle perdón y así ver quién estaba dentro. Pero no hizo falta, justo estaba dudando que hacer cuando la puerta se abrió.

- Hola - dijo Mar mirando asombrada como salía un chico de la casa donde vivía la profesora.

- Hola - respondió amablemente el chico, que cerró la puerta y se montó en el coche.

Chica nueva en el puebloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora