Capítulo 20.

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- Hola - dijo nerviosa tras descolgar el teléfono.

- Hola Mar - se oyó decir a través del teléfono.

- ¡Qué sorpresa! No me esperaba esta llamada - dijo Mar sentándose en los pies de la cama, aunque no podía parar quieta con los nervios.

- Lo siento - contestó Loreto - Sé que llevo unos días sin mirar el móvil, y desconectada de todo, pero es que lo necesitaba. He leído tus mensajes, y créeme que agradezco mucho haberlos recibido, pero no tenía fuerzas ni para levantarme.

Mar estaba feliz de escuchar a Loreto, pero el tono de ésta delataba que no estaba bien, y eso la ponía triste.

- No te preocupes, de verdad - dijo intentado tranquilizarla - Sé que son unos momentos difíciles, y que lo importante es que tú puedas recuperarte poco a poco, pero estaba preocupada, la verdad.

- Lo siento - dijo de nuevo - debía haberte contestado para tranquilizarte, pero créeme que no podía.

- ¡Que no, que no! - dijo Mar cortándola - Que no hay nada que sentir, estas viviendo un duelo y yo soy la menos importante en esta ecuación.

- Sí lo eres, Mar - dijo  tajante la profesora - Mucho más importante de lo que pueda ser cualquier persona ahora mismo.

Mar estaba flipando con aquello que estaba escuchando, y no sabía que pensar de aquellas palabras.

- Te echo de menos - dijo Loreto para sorpresa de la veterinaria.

- ¿Cuándo vuelves?- preguntó Mar sin saber que contestar a lo que anteriormente había dicho la profesora.

- No voy a volver Mar - dijo dejándola petrificada - La chica a la que he estado supliendo en el Instituto se reincorpora, me han ofrecido quedarme un par de meses más por otra profesora que se va, pero no puedo, no puedo estar viviendo en el mismo sitio donde se me fue la vida Mar, y por eso te llamaba, porque necesitaba hablarlo contigo.

- Pero ... ¿Y las cosas? ¿Desde cuándo lo sabes?  No sé, cuéntame por favor porque me acabo de quedar alucinando.

La veterinaria que no paraba de moverse entre la cama y la silla del dormitorio, se quedó petrificada delante del espejo. No se lo podía creer, no podía creer que no iba a volver a verla. 

- Mi hermano ya ha hablado con la dueña de la casa y bueno, nos finaliza el contrato sin ningún tipo de pegas debido a la situación. Ha sido bastante comprensiva, y la verdad que es de agradecer - Respondió Loreto nerviosa - En cuánto a las cosas, no sé si iré yo, irá mi hermano con mi amiga, o no lo sé. Creo que no tengo fuerzas para volver Mar, no estoy preparada, ya se me está haciendo un mundo levantarme cada día y no verla, no me quiero imaginar lo que sería entrar por esa puerta donde la vi por última vez.

Los ojos de Mar se llenaron de lágrimas ante aquella confesión ¿Por qué le dolía tanto? ¿Se había enamorado de aquella chica? Sentía un dolor en el pecho que no la dejaba respirar, algo le decía que la cosa no iba bien, pero jamás se pensó que no volvería a verla.

- ¿No nos vamos a despedir? - dijo con la voz entrecortada - Entiendo lo que me dices, no creas que no, pero me acabas de decir que me echas de menos, el beso ... 

Se hizo un silencio sepulcral, ninguna de las dos sabían que decir y a ambas se le caían las lágrimas aunque intentaban que no se notara.

- ¿Loreto? ¿Estás ahí? ¿Estás bien? - preguntó Mar que llevaba un par de minutos sin escuchar a la profesora.

- Eres lo único bueno que me ha traído todo esto Mar, te juro por lo que más quiera que me habría encantado que todo hubiese sido distinto - Dijo entre sollozos la profesora - Pero no puedo volver a ir al sitio donde se me partió la vida. Fuiste la última que la tuviste en sus brazos, Mar, no puedo mirarte sin pensar en ella. Me he enamorado de ti, lo sabía, pero nunca lo quise reconocer hasta que nos besamos. En ese momento entendí que me moría por probar esos labios cada día de mi vida, pero la vida es muy injusta.

Mar no podía dejar de llorar, la presión del pecho era cada vez más fuerte y empezó a soltar sollozos que asustaron a sus amigas que entraron en el cuarto para saber si le pasaba algo.

- No llores por favor - dijo Loreto sin dejar ella de hacerlo - Me muero si estás mal. 

Mar no podía pronunciar palabra, el llanto no la dejaba hablar y el nudo en la garganta le imposibilitaba que le saliese la voz. Intentaba respirar profundo, tranquilizarse, pero era imposible.

- Si no puedes hablar, no te preocupes, colgamos y ya hablamos otro día mejor - volvió a añadir Loreto ante la inexistente respuesta de Mar.

- Lo siento - dijo titubeando - No, no sé que me pasa.

- Tranquila - contestó la profesora que le partía el alma aquella situación.

- No quiero acabar esto sin haberlo empezado Loreto, no es justo - dijo entre sollozos - Estoy perdidamente enamorada de ti, nunca en mi vida había sentido por alguien, con la que prácticamente no he pasado tiempo, lo que siento por ti. He sentido la muerte de Cristal como si fuera algo mío. Cuando me besaste sentí que mi vida tenía sentido y quería y quiero que eso fuera así durante el resto de mi vida. No puedo perderte antes de haberte tenido Loreto, no joder, no.

Emma, Paula y Valentina escuchaban la conversación desde el salón con el corazón en un puño. Escuchaban los sollozos de su amiga, algo que les parecía increíble. Aquella que estaba llorando al otro lado de la puerta no tenía nada que ver con la amiga y hermana con la que habían crecido. Mar era "de piedra" o eso siempre le habían dicho, nunca mostraba sus sentimientos, nunca la habían visto mal por nadie, y eso de enamorarse era una palabra que no entraba en su vocabulario. Aquella chica tenía algo diferente que había vuelto completamente loca a Mar, pero no sabían el qué. 

- Ojalá fuera distinto, ojalá pudiera decirte que esto tiene sentido, ojalá pudiera decirte que podemos conocernos en la distancia, pero no Mar, esto va mucho más allá de los kilómetros, y es que nunca voy a poder olvidar que fuiste la única que pudiste hacer algo por mi chica y no lo consiguió y aunque sé que no tienes la culpa y que hiciste todo lo posible, es algo que a mí me supera - respondió Loreto dejando alucinada a la veterinaria.

- Hice todo lo posible Loreto joder, hice hasta lo que no debí por intentar salvarle la vida, no puedes decirme eso joder, no me puedes hacer esto - gritó entre sollozos

Paula entró en la habitación antes los gritos de su hermana, no podía más, no podía seguir escuchándola así.

- Cuelga - dijo Paula tajante-  Que cuelgues coño, mírate.

Mar puso en silencio el móvil y se lo separó del oído.

- Sal Paula por favor - suplicó a su hermana.

- No voy a salir Mar, se acabó, estamos escuchando toda la puta conversación desde fuera. te estamos escuchando llorar como no lo hemos hecho en nuestra puta vida tía,  y por lo último que has dicho ¿Te está haciendo culpable de la muerte de la perra? Es que me cago en San Pito Pato, Mar, no se lo voy a permitir. Eres la mejor en tu trabajo, te desvives por cada uno de los animales que entran en consulta, y por esa perra diste todo lo que pudiste y más. Si ella no lo quiere ver o entender es problema suyo, pero a ti no te va a destrozar, lo siento pero no, o cuelgas o le cuelgo yo.

Emma y Valentina entraron en la habitación antes los gritos de las hermanas, vieron la cara de Mar que suplicaba comprensión, y se llevaron a Paula, que ya sabían que se había pasado con las cervezas.

- ¿Pero no la estáis viendo? ¿De verdad vamos a dejar que siga llorando por alguien que no conoce? - dijo enfadada sentándose en el sofá.

- Es su vida y es mayorcita como para saber lo que quiere - Dijo Emma intentando ponerse en el papel de las dos - Entiendo que te duela, a nosotras también nos duele, pero Pau no podemos decidir por ella. Si ella está escuchando lo que le tiene que decir es porque necesita respuesta. No estamos acostumbradas a ver a Mar así, por eso nos tiene totalmente fuera de nuestras casillas, pero tenemos que respetarla, y que cuando salga y haya colgado, quiera poder desahogarse con nosotras. No somos otro palo en el camino Pau, somos su salvavidas, y por eso estamos aquí. Así que nos vamos a tranquilizar y vamos a esperar que cuelgue y nos cuente, mientras tanto vamos a hacer de tripas corazón. 

Al otro lado de la puerta, en el dormitorio, Mar estaba destrozada, al otro lado del teléfono, Loreto solo pedía perdón, y es que ambas estaban sintiendo, cómo se les iba de las manos algo que no habían podido forjar juntas. 


Chica nueva en el puebloWhere stories live. Discover now