Capítulo 12.

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Mar estaba acostada en el sofá abrazada a Romeo con el móvil en la mano. Había visto que Loreto había leído los mensajes, pero no le había contestado a ninguno y se había desconectado de la aplicación. Entendía que la profesora no quisiera saber nada de ella, se lo había puesto muy fácil en las últimas 48 horas para que eso pasara, pero le dolía. Aquella chica había despertado en ella cosas que nadie antes había hecho, y Mar no sabía como gestionarlo.  

El timbre de la puerta sonó, Romeo saltó de los brazos de Mar para ir a la puerta. Mar no tenía ganas de hablar con nadie, así que le hacía señas a su perro para que no hiciera ruido.

- ¿Tampoco me vas a abrir la puerta? - dijo una voz  que sonó familiar para la veterinaria.

Se levantó de un salto y sin pensarlo dos veces abrió la puerta. Romeo fue el primero en saludar a Loreto, que se agachó para acariciar al mejor amigo de su vecina. Traía el pelo mojado, un pijama rosa con un koala dibujado, estaba preciosa, pero su cara denotaba que aquello no saldría bien. 

- ¿Puedo pasar? - dijo Loreto una vez se levantó de acariciar a Romeo.

- Claro, por favor - añadió  dejándole un espacio para que pasara.

Loreto que no sabía muy bien para que había ido, estaba allí en medio del salón de la veterinaria, sin saber que decir, esperando que fuera Mar la que dijera la primera palabra.

- No sé para qué he venido si te digo la verdad - empezó diciendo Loreto al ver que Mar no tenía intención de soltar prenda - Lo único que sé es que estoy aquí y que me gustaría que fueras completamente sincera conmigo. Sé que no me conoces a penas, que no tenemos ningún tipo de relación afectiva como para que me des explicaciones de nada, pero te he cogido cariño, desde que llegué me has ayudado desinteresadamente y no entiendo por que a veces me das una de cal y otra de arena.

Mar no podía mirarla a la cara, se sentía avergonzada, y no sabía como decirle todo aquello que llevaba dentro, pero tenía que afrontarlo, y lo primero que tenía que hacer era pedir disculpas.

- Lo siento Loreto - dijo titubeando - Lo siento por lo de anoche, lo siento por lo de esta tarde y lo siento por todas las cosas que he hecho mal desde que te conozco. No me reconozco, de verdad. 

- Me gustaría que empezáramos por el principio, necesito saber por qué la espantada de anoche, necesito saber que  ha pasado entre Carlota y tú para que hayas reaccionado así delante de todo el pueblo, es que pienso en eso y solo siento decepción Mar, y no debería por que a penas te conozco, pero lo siento - dijo Loreto acariciando a Romeo. 

Mar sintió partirse por dentro cuando Loreto pronunció aquellas palabras. La entendía, ella misma se había decepcionado, pero le dolía en el alma haberle fallado a alguien antes de conocerla.

- Lo de anoche fue perfecto, Loreto - empezó diciendo Mar cuando la profesora la interrumpió.

- ¿Entonces por qué te fuiste? Pensé que estabas cómoda, estábamos pasando un momento agradable, no sé yo lo sentí así.

Mar no quería ser sincera con Loreto, porque no quería serlo ni con ella misma, pero era hora de afrontar la realidad.

- Por miedo - contestó avergonzada.

- ¿Miedo?- preguntó alucinada Loreto - ¿Miedo a qué o a quién? Yo sería incapaz de hacerte nada malo, y sé que no me conoces pero no soy de ese tipo de personas que van matando gente.

Mar levantó la mirada del suelo y sonrió con aquel comentario. Aquella chica era muy generosa, estaba utilizando la broma para relajar el ambiente, era perfecta.

- Miedo a que aquello me estaba gustando - dijo casi sin voz ante la atónita mirada de la profesora - Por primera vez en años estaba sintiendo que estaba teniendo conexión con alguien que era una completa desconocida, pero por otro lado sentía como si nos conociéramos de siempre.

- ¿Cuándo algo te gusta te vas? - preguntó Loreto sentándose al lado de la veterinaria.

- Cuando algo no puedo controlarlo me voy, y ésto no los estoy pudiendo controlar- confesó.

Loreto se había quedado helada, no entendía bien a que se estaba refiriendo Mar, pero aquella respuesta no se la esperaba.

- Soy una persona muy metódica, tengo que tenerlo todo bajo control, y desde que tú llegaste ando un poco como pollo sin cabeza. No me preguntes por qué, porque no lo sé, pero sé que aquella noche lo único que quería era besarte, y hoy cuando he visto a Carlota besándote, mi cabeza ha tenido un cortocircuito y ha terminado dándole un puñetazo, no sé por qué, y me encantaría saberlo. Obviamente no puedo estar celosa de alguien con la que no tengo absolutamente nada ¿no?

Loreto se quedó mirando a Mar, la cuál esperaba una respuesta a su pregunta. 

- ¿Vas a decir algo? - preguntó nerviosa - Es que ...

- Calla - le dijo Loreto sonriéndole - No te pongas nerviosa, de verdad, no pasa nada.

Mar agachó la cabeza, aquella chica conseguía sacar una parte de ella que ni ella misma conocía..

- No sé si a eso se le llaman celos, la verdad, me parecería un poco raro, pero lo que si sé es que ese comportamiento no tiene excusa, y que lo primero que yo sentí fue tristeza - respondió Loreto sin quitar esa sonrisa dulce de su boca - Desde que te conocí te vendiste como una tía entregada, atenta, muy madura y pausada. Me ayudaste sin esperar nada a cambio pero aquella noche, no entendí tu comportamiento, y el puñetazo ya me sacó completamente de órbita.

- Lo siento - dijo Mar interrumpiendo a Loreto - Me avergüenzo, de verdad, esa que has visto estos días no soy yo, no sé que me ha pasado.

Loreto acarició a Romeo que se puso entre sus piernas , y sin quitar el ojo de encima de Mar se levantó y para sacarse una cosa del bolsillo.

- ¿Ves ésto? - dijo Loreto sacando de su bolsillo un pequeño muñeco en forma de pingüino - Es un regalo que me hizo mi madre cuando tenía 10 años. Cuando me enfadaba no sabía gestionarlo y me ponía agresiva, estuve yendo a varios psicólogos infantiles pero con ninguno conseguía poder calmarme, y mi madre un día por arte de magia trajo a Rufino. 

Mar la miró y sonrió al escuchar aquel nombre.

- ¿Rufino? - dijo la veterinaria atenta a lo que la profesora le decía.

- Si, Rufino es él - dijo señalando a su pingüino - lleva conmigo desde entonces y es el único que consigue calmarme cuando ni yo misma me puedo controlar. Lo saco y lo aprieto, su textura y su esponjosidad hacen que me relaje y que no haga aquello de lo que me pueda arrepentir más tarde.

Después de darle la explicación, Loreto se acercó de nuevo al sofá donde estaba sentada Mar.

- Toma - dijo estirando su mano.

- ¿El qué? - respondió incrédula ante la sonrisa infinita de la profesora.

- Es para ti - contestó Loreto segura - Gracias a Rufino yo he aprendido mucho y me encantaría que ahora lo tuvieras tú. No quiero que lo malinterpretes y que pienses que te estoy llamando agresiva, pero cuando te pasen cosas como esta de éstos días podrás sacarlo y apretarlo fuerte, y te acordarás de estas palabras.

- No puedo aceptarlo - contestó Mar con los ojos llenos de lágrimas - Es algo muy especial para ti, te lo regaló tu madre, y te ha acompañado más de la mitad de tu vida, no puedo aceptarlo, de verdad pero gracias.

Loreto soltó a Rufino sobre la mesa que estaba delante de ambas, estiró sus manos hacia las manos de Mar y las acarició.

- Si te lo estoy dando es porque quiero que lo tengas tú, ese muñeco es muy especial para mí, y si te lo entrego es porque confío en que vas a ser una persona importante en mi vida - dijo emocionada - Si no lo quieres aceptar como un regalo, tómalo como un préstamo, tenlo un tiempo y cuando yo vuelva a mi pueblo porque acabe el curso me lo devuelves, así también yo me llevaré algo que me recuerde cada día a ti. 



Chica nueva en el puebloWhere stories live. Discover now