Capítulo 22.

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Con el paso de los meses, las cosas se fueron calmando. Mar consiguió salir de ese bucle en el que se había metido sin saber muy bien cómo. Sus amigos y su hermana fueron su pilar fundamental, y aunque en otro momento el trabajo hubiese sido su refugio, esta vez no. 

Su cabeza hizo clic, y necesitó cambiar su rutina, cambiar de aires y delegar en otras personas responsabilidades de su trabajo. Fue ahí cuando decidió que debía contratar a alguien nuevo para que la ayudara en la clínica. Necesitaba a otra veterinaria, que supliera los turnos en los que ella no podía estar, desde lo de Cristal, necesitó tomar distancia con su profesión, que aunque la amaba le había jugado una mala pasada.

"Es otro animal más" era la frase más repetidas por todos, y ella era consciente que Cristal no había sido ni el primer ni el último animal que moriría en sus brazos, pero sabía que no era lo mismo. Se culpó cada día por no haberle podido salvar la vida, sintió que había decepcionado a la única persona que no hubiese querido decepcionar nunca, y para colmo la profesora no quiso saber nada más de ella.

Las conversaciones con el hermano y la mejor amiga de Loreto eran prácticamente a diario, ellos no dejaron de preocuparse por la veterinaria, ni ella dejó de preocuparse por la profesora aún sabiendo que ésta no quería saber nada de ella.

El último día que habló con Rocío le comentó la bronca que había tenido con Loreto, le costaba creer que aquella chica tan dulce, tan amiga de sus amigos, tan cariñosa, tuviese aquel comportamiento, pero también entendía que el duelo por el que estaba pasando no sería fácil por lo que complicaría todo mucho más.

Muchas veces pensó en escribirle, quería saber por su boca que tal estaba, si la podía ayudar en algo, pero sabía que eso sería un error y sólo haría que se sintiese peor. 

- Hola Mar, buenos días - dijo una chica de pelo rizado entrando por la puerta de la clínica.

- Hola Celia - dijo Mar levantando la cabeza del ordenador - ¿Todavía no te toca entrar no?

- No- contestó aquella chica sonriendo- Es que tenía que arreglar unos papeles para una chica que vino ayer, y como no me dio tiempo quiero dejarlos listo hoy antes de empezar ¿Todo bien?

Mar se sorprendió con aquella pregunta, desde que Celia entrara a trabajar con ella había sido siempre muy amable pero nunca habían hablado mucho más allá que de cosas del trabajo.

- Bueno si, ahí voy - contestó sonriente - ¿Tú todo bien?

Celia que aprovechó para abrir su taquilla, sacó un paquete que traía guardado.

- Te traigo una cosita - dijo avergonzada poniéndole un paquete envuelto encima del escritorio.

Mar miró aquel paquete  y a la misma vez miró a Celia. Estaba alucinando con aquello, no estaba acostumbrada a ese tipo de detalles, y menos de alguien del trabajo.

- ¿Y ésto? - preguntó sonriendo - Me da mucha vergüenza, no hacía falta.

- No es nada - respondió sin dejar de sonreír Celia- Lo vi el otro día y pensé que te gustaría ¡Ábrelo!

Mar cogió el paquete y empezó abrirlo muerta de vergüenza, no sabía como reaccionar a las sorpresas, pero no podía negar que aquel detalle de aquella chica le había encantado.

- Ala Celia, que bonito - dijo sorprendida sacando del paquete el regalo.

- ¿Te gusta de verdad? - preguntó emocionada su compañera - No estaba segura si sería de tu agrado, pero no sé lo vi y me acordé de ti. 

- Me encanta Celia, es precioso - dijo entusiasmada mirando la bandana que le había regalado con motivos de animales.

No sabía muy bien como reaccionar pero tenía que agradecerle a aquella chica el detalle, así que sin pensarlo dos veces se acercó a ella y le dio un ligero abrazo. Mar no era de abrazos ni de contacto físico, pero aquel regalo le había hecho especial ilusión y encima era algo que siempre había querido pero nunca se paró a comprárselo.

- Jo, me alegro mucho, de verdad - añadió la nueva veterinaria - también lleva la funda para meter los distintos utensilios en el bolsillo de la bata y por si no te has dado cuenta lleva tu nombre.

- ¡Ostias! - añadió fijándose en el detalle que le había comentado - Me gusta más si cabe, no hacía falta, de verdad, pero muchísimas gracias.

Mar no podía dejar de sonreír, aquella chica le había alegrado el día. Que bonito era sentir que la gente se acordaba de ti, y ya no por el regalo material sino por el hecho de que se acordase de ella.

- Pero Celia, yo no te tengo nada - dijo apurada.

- Ni falta que hace - contestó su compañera poniéndose su propia bandana - Es un regalo no un trueque.

Aquel comentario le hizo mucha gracia a Mar, y más al ver que iba acompañado de una guiñada de ojo.



Chica nueva en el puebloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora