Capítulo 25.

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- ¡Mamá, que idea has tenido! - dijo Jaime acercándose a su madre para darle un beso mientras se ponía la indumentaria que el chico tan amable de la puerta les había facilitado.

Mientras tanto Loreto no pronunciaba palabra, la bronca que le había echado su hermano minutos antes le había dolido, y aunque sabía que tenía razón, no iba a dar su brazo a torcer. Rocío estaba a su lado, no hablaba, sus ojos delataban tristeza, y es que últimamente estaba soportando demasiadas malas contestaciones, y era injusto, ella era la única que siempre había estado a su lado. 

- ¿Estás bien? - preguntó la profesora en voz baja, mientras se ponía las gafas de seguridad, a su mejor amiga.

Rocio no la miró y solo asintió con la cabeza, no le apetecía hablar, estaba dolida y su vaso ya había rebosado.  Loreto nunca la había visto así,  y aquello le preocupó, se dio cuenta que Rocio estaba más lejos de ella que nunca.

- Venga, tenéis 30 minutos, todo lo que hay en esa sala está a vuestra entera disposición. Os dejo aquí un folleto con todas las normas. Así que lo dicho, no dejéis nada entero - dijo el chico de ojos azules que los había atendido desde que llegaron a aquel lugar, antes de salir por la puerta.

Los 4 se miraron, estaban nerviosos, todos sabían a lo que iban menos Loreto que seguía flipando con toda aquella situación, y encima tuvo el privilegio de abrir la puerta que los llevaría a la sala que habían reservado. 

Una vez los 4 dentro se encontraron con una habitación en tonos pasteles, llena de objetos de barro, porcelana ... 

- ¿Pero qué es esto? - preguntó Loreto que seguía sin entender nada.

- ¿Está claro no? - respondió Julia - Necesitas sacar toda la mierda que llevas dentro, y como no quieres hablar, ni hacer absolutamente nada, hemos pensado que viniendo aquí y partiendo todo lo que puedas  hará que saques de dentro toda la rabia y la furia que llevas. Por cada objeto que partas grita, llora, saca todo lo que llevas dentro, pero una vez que salgamos por esa puerta, tu vida tiene que continuar Loreto.

Las palabras de su madre no pudieron más que emocionar a la profesora que llevaba semanas metida en ella misma sin dejar que nadie profundizara en aquel mar de lágrimas que llevaba por dentro. Rocio tampoco pudo aguantar emocionarse, aquella familia era muy importante para ella y por primera vez en su vida sentía que estaba perdiendo a la que a pesar de no llevar su sangre, era su hermana. 

Loreto no se atrevía a ser la primera así que fue Jaime el que empezó. Cogió un plato y lo estampo contra el suelo haciéndolo añico.

- ¡Joder! ¡Qué bien sienta ésto! - dijo eufórico.

- ¡Estoy cansada de qué me trates como un puto trapo y ya no puedo más! - gritó Roció mientras cogía uno de los jarrones que había en la estantería de detrás y lo partía contra el pared.

Loreto se rompió al ver así a su mejor amiga, pero no se sentía con fuerzas de abrazarla, así que se armó de valor y cogió otra plato como el que había cogido su hermano y lo estampo contra el suelo.

- ¡No sé vivir sin Cristal! ¡Creo que no lo voy a superar! - gritó llorando - ¡Lo siento, joder, lo siento, sois lo único que tengo, si no fuera por vosotros estaría muerta en vida!

Fueron uno tras otro, lo que fueron sacando todo lo que llevaban dentro. Lograron entenderse, escucharse, apoyarse, aquello fue una terapia que marcaría un antes y un después en la vida de todos, sobre todo en la de Loreto, pero ella aún no lo sabía. 


Chica nueva en el puebloWhere stories live. Discover now