Capítulo 10.

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Si por algo se caracterizaba aquel pueblo era por tener muchas pendientes. La fiesta se celebraba en lo más alto por lo que las cuestas les parecían interminables a los 3 amigos. No sabían muy bien a dónde iban pero seguían a la muchedumbre que entre risas y copas de vinos  iban para un mismo lugar. Al llegar arriba se encontraron una plaza donde lo primero que te encontrabas era la Iglesia mayor. Al lado había instalado un escenario donde las típicas orquestas de las fiestas iban a cantar y animar el cotarro. Alrededor de aquello había numerosos chiringuitos llenos de gente comiendo y bebiendo al son de la música.

- Menos mal que hemos llegado porque yo no estoy para tanta cuesta - dijo Rocío casi sin aliento.

Los hermanos la miraron y se rieron aunque sabían que Rocío tenía razón, aquel pueblo iba a acabar con ellos.

- ¿Nos ponemos aquí?- dijo Jaime elevando la voz ya que con la música no se le oía bien.

Ambas amigas dieron el visto bueno, soltaron la bolsa en el suelo y empezaron a prepararse lo que sería el primer rebujito de la tarde.

Había gente de todas las edades, bailando, riendo, compartiendo felicidad. Cantaban al unísono, bailaban a la vez y en cuanto se escuchaba una canción más antigua de lo normal gritaban a la vez en señal de satisfacción.

Al lado de ellos había un grupo de chicos y chicas muy amables, fueron varios los alumnos de Loreto que se acercaron a ella para saludarla y hacerse una foto. Ella sabía que se tenía que comportar si no sería la comidilla de todo el pueblo, pero le daba igual, también tenía que disfrutar.

- Joder como está aquel - dijo Rocío fijándose en un chico del grupo de al lado.

Jaime que ya no estaba cohibido por nada, sabía que allí podía ser quien realmente era no tardó ni dos segundos en mirarlo y darle la razón a su amiga.

- ¿Y si nos acercamos? - preguntó Jaime sin vergüenza.

- ¿Qué decís? Estáis locos - gritó Loreto entre risas.

- Pues la chica que está con ellos no te quita ojo de encima eh - añadió Rocío sin parar de bailar.

Loreto que se moría de vergüenza con esas cosas hizo caso omiso a lo que su amiga le dijo, aunque cuando nadie miraba le echó un ojo.

Aquella chica era rubia, con el pelo corto pero con el flequillo rizado hacia el lado izquierdo. No era gorda pero tampoco era delgada, y tenía uno de sus brazos totalmente tatuado y el septum adornaba su perfecta nariz redonda y pequeña.

- Te encanta y todos lo sabemos - dijo Jaime acercándose al oído de su hermana.

- No, no digas tonterías - respondió Loreto avergonzada porque su hermano se había dado cuenta.

- Anda que no, es justito lo que te ha gustado siempre - rió su hermano cogiéndole una de las manos y sacándola a bailar.

Con disimulo y aprovechando la música aquella chica que tanto le gustaba se había puesto detrás de ella a bailar. Por un momento Loreto pensó que era casualidad, pero no, aquella chica rozaba su espalda con la de ella, en alguna que otra ocasión tocó sus dedos, y habían cruzado alguna mirada con sonrisa incluida.

Justo enfrente de la profesora estaban los amigos y la hermana de Mar. Estaban pendiente de la profesora y de sus amigos, les caía bien y estaban esperando la oportunidad para acercarse a ellos, cosa que Mar les había prohibido. Paula había ido a casa de Mar hasta convencerla para salir un rato, ésta que no estaba de humor se negó en miles de ocasiones pero como a Paula a insistente no le gana nada, accedió.

- ¿Aquella no es tu vecina? - dijo Tomás acercándose a Mar.

- ¿Quién? - contestó Mar haciéndose la tonta. Claro que se había dado cuenta que estaba allí Loreto, pero tenía que disimular que lo que estaba viendo le estaba quemando por dentro.

Chica nueva en el puebloWhere stories live. Discover now