Capítulo 29

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5 años atrás

—¿Estás drogada? —Pregunta mi madre cerrando la puerta y me siento en la cama—. Si tu padre se llega a enterar de lo que estás haciendo...

Me levanto con rabia y me acerco a ella enojada porque no tiene derecho a decirme cómo tengo que llevar mi vida y menos ella, que usa tanto maquillaje para tapar los golpes de sus brazos y algunos de su rostro.

—No estoy drogada. ¿Y qué vas a hacer? Decirle a ese maltratador para que me pegue de nuevo porque estoy muy acostumbrada a que me pegue—negué con la cabeza e intente salir de la habitación, pero ella me agarró—. Déjame salir de esta puta casa.

Ella abrió los ojos con terror.

—Tú no eres mi hija y estás castigada, Kaira—me solté de su agarre con fuerza y me pasé una mano por mi pelo porque lleva tres días sin consumir nada porque me estaba recuperando de los golpes, porque no quería alarmar a Emilio y a su hermano—. Tienes prohibido que te juntes con Emilio y Richard.

Mis manos estaban sudando y me dolía el estómago. Mis manos estaban temblando y las apreté en un puño porque no me estaba dejando tranquila, casi nunca se preocupaba por mí y ahora quería comenzar hacerlo, me resultaba hasta gracioso.

—¿De qué te ríes? ¿Te parece bien estar drogándote?

Me acerqué a ella molesta y ella retrocedió varios pasos hacia atrás.

—Me resulta gracioso que ahora te preocupes por mí cuando todos estos años te he pedido muchas veces que dejes a ese hombre que nos pega sin parar—solté una pequeña risa sarcástica—. Y jamás me has hecho caso y si me estoy drogando es cosa mía. Tú ya te jodiste la vida casándote con ese hombre, ahora déjame a mí joder la mía como yo quiera y no te metas con mis amigos o de verdad que no respondo.

Me di la vuelta para salir de mi habitación, pero ella volvió a tomarme del brazo con fuerza.

—No me faltes el respecto, Kaira, soy tu madre y siempre he intentado darte lo mejor para ti, pero yo le tengo miedo a tu padre... Yo—lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

—¡Oh, por favor! —Exclamé con rabia y enojo—. No te hagas la puta víctima de la situación, mamá— me pasé las manos por mi frente y mis manos temblaron brevemente—. Puedes dejar a ese ser asqueroso hombre, tú tienes mucho dinero y poder, pero simplemente estas cegadas. Estás tan acostumbrada a recibir golpes en vez de palabras dulces que ya no ves el daño que te haces a ti y a mí.

Me limpié las lágrimas que caían en mis mejillas.

—No intentes prohibirme nada madre, ya no tienes que preocuparte por mí y si quieres decirle a tu maravilloso esposo que estoy consumiendo drogas, pues dile—mi madre se abrazó a sí misma y negó con la cabeza—. Me voy de esta maldita casa.

Salí de mi habitación azotando la puerta de mi habitación porque estaba molesta con mi madre porque ella escogió esta vida y yo tengo derecho hacer lo que quiera con mi vida.

—¡No dejaré que te arruines la vida! —me tomó con fuerza de la muñeca que me hizo retroceder donde se cayó un jarrón de porcelana que había en una pequeña mesa—. ¡Por favor, hija, ese no es el camino! No te metas en ese mundo, por favor.

—¡No te metas! —Exclame enojada dándole un empujón para que me soltara—. No me digas cómo tengo que manejar mi vida, ya te lo dije. Estás decepcionada de mí, ¿verdad? Y de seguro de serias que fuera un hombre como tu esposo—solté una risa sarcástica y ella negó con su cabeza—. ¡Dímelo a la cara, mamá! ¡Estás decepcionada de la mierda de hija que soy!

Ella desvió la mirada y fue toda la respuesta que necesitaba para confirmar que mi madre siempre ha querido tener un hijo varón y que yo soy su más grande decepción porque soy la causa de que su esposo le pegue día tras día.

Insuperable EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora