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Ya era tarde, casi de noche. Habíamos terminado de cenar y Val y yo estábamos recogiendo nuestra habitación, fingiendo que íbamos a dormir para que el profesor que revisara esa noche que estábamos bien, no notara nada.

Nos tumbamos las dos en la litera, calladas, con el pijama puesto pero sin ninguna intención de dormir.

Pasaron unos cinco minutos.

Completo silencio.

–Me aburro –dijo Val–.

Antes de que me diera tiempo a responder, la puerta se abrió despacio, y una cara que no supe distinguir debido a la oscuridad, se asomó a la habitación.

Fingí que estaba roncando, y cuando estuve segura de que se había ido del todo, salté de mi cama.

–Por fin –suspiré–.

Val se bajó de la suya y salimos al pasillo, intentando no hacer nada de ruido al cerrar la puerta. Caminamos de puntillas hacia la habitación de los chicos y abrimos su puerta, despacio.

Nos colamos a la vez en el interior y yo cerré la puerta, como si no hubiera pasado nada.

–Pensé que seríais algún profesor –dijo una voz, que supuse que era la de Evan–.

Los demás, que hasta ese momento se habían quedado quietos y callados como momias, se levantaron riendo.

–Chicos, creo que voy a dormir –dijo Niall–. Tengo demasiado sueño y mañana me toca despertarme pronto para estudiar mates.

–Es verdad, que has suspendido –se rió de él Evan–.

Suspiré, poniendo los ojos en blanco aunque nadie me fuera a ver. Evan añadió:

–Bueno, yo también tengo sueño, así que a lo mejor me quedo dormido.

–Pues vaya fiesta –se quejó Jayden–.

–A mí no me importa que se duerma –dijo Val–. Así no escucha mis secretos.

–Como si los tuvieras... –le respondió Evan–

De repente, Jayden sacó un montón de palitos de colores de estos que aplastas y brillan en la oscuridad (ni idea de cómo se llaman, ni de dónde pudo sacarlos) y me lanzó uno. Me asusté, no me lo esperaba. Lo cogí del suelo y se lo lancé, en contraataque. Todos menos Evan, que se había quedado en su cama, se unieron a la pelea hasta que Niall, tras minutos de pelea, se tumbó en el suelo, cansado.

–Adiós –dijo–. Me duermo.

Suspiré. Yo no había perdido mi capacidad de quedarme despierta hasta las seis.

–Bueno, pues nada –dijo Jayden–. ¿Qué hacemos?

–Prueba o verdad –respondió Alex sin dudarlo–.

«Típico». Pensé.

–Sí, sí –dijo Val–.

Nos pegamos todos más. Yo me acerqué a Val y Jayden a Alex, por lo que quedamos las chicas enfrente de los chicos.

–¿Quién empieza? –pregunté siguiéndoles el rollo, mientras aplastaba mi palito verde–

Estos juegos siempre salían mal, pero no me imaginé que pudiera salir TAN mal...

Todos mientenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora