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Me acerqué más, mirando la mancha de cerca, sin creerme lo que estaba viendo. Pasé el dedo por encima, estaba seca. ¿Sería pintura? Iluminé alrededor de la roca, y unos pasos más allá, había otra gota. Esta era más grande, y se veía claramente que no era pintura. La toqué y, como la otra, estaba seca. No quería pensarlo pero... ¿Sería de Jayden? Estaría... ¿Herido?

Seguí el rastro de sangre, para ver si me llevaba a alguna pista. Más adelante había una gota más, y luego otra. ¿Y si alguien le había hecho daño? ¿Quién sería capaz de hacerle algo así? ¿Alguien de dentro del internado?

–¡Ella! –gritó alguien a lo lejos–

–¿Jayden?

Iluminé a todos lados con la linterna, buscándole.

–¿¡Jayden!? –grité más alto–

No obtuve respuesta. Sin embargo, detrás de mí alguien se acercaba con una linterna.

–Ella.

Al acercarse me di cuenta de que no era Jayden. Era Alex. Suspiré desesperada.

–Ella, nos tenemos que ir ya –me avisó, iluminando el suelo para no deslumbrarme–. Es muy tarde y tenemos que volver al internado. Descansamos y mañana volvemos a buscar. Nadie ha encontrado nada por hoy –terminó–.

Yo sí. Yo sí había encontrado algo. Y bastante importante. ¿Y si aquella sangre llevaba a Jayden? Tenía que seguirla.

–Vámonos –dijo él–.

Abrí la boca, para contarle lo de la sangre pero... no podía confiar en nadie. Le habían hecho algo malo a Jayden,y era alguien del internado. Alguien de dentro. Puede que fuera alguien a quien veía todos los días, con quien dormía, con quien compartía la mesa del desayuno. Podía ser cualquiera. Y, aunque no quería pensarlo, Alexander también podía haber sido. Era casi imposible, porque sabía que él no haría nunca nada malo a Jayden, pero tampoco podía tacharlo de la lista.

Cerré la boca y anduve hacia él, alejándome de la sangre. Nos fuimos de allí en silencio, caminando a paso rápido. Me giré por última vez a la única prueba que tenía de Jayden. Estaba segura de que la sangre era suya.

Diez minutos después ya estábamos todos a la salida del pinar, donde los árboles terminaban y daban paso a un césped que llevaba a la puerta del internado.

El sol ya había desaparecido por completo, y en el horizonte solo se veía una pequeña franja de luz que iluminaba todo débilmente.

–Mañana seguiremos buscando –repitió Niall, poniéndose en medio del círculo que se había formado sin quererlo–. ¿Quién se apunta?

La gente fue levantando la mano, poco a poco, hasta que no quedó nadie sin apuntarse. Todos querían ayudar. Ahora que estábamos en círculo, pude verles mejor. Había realmente mucha gente. Distinguí a algunos amigos más de Lucy, y a otros de Avery. Al lado de esta última, estaba Aaron. Todos habían venido. Pero ninguno sabía lo que realmente estaba pasando allí. ¿Sería alguno de los que estaban en el círculo el que le había hecho algo a Jayden? ¿Y si estaba ahí, delante de mí, y no me daba cuenta?¿Cómo podría saberlo?

–Vale, muchas gracias –dijo un Niall sonriente–.

Yo, sin embargo, no podía sonreír. Solo quería volver a mi habitación, y que todo terminara de una vez. Que todo fueran imaginaciones mías.

–Nos vemos entonces mañana después de desayunar en la puerta de nuestra habitación –dijo Evan–.

–Es la 109 –aclaró Alex–.

Después de eso, volvimos todos a nuestras habitaciones sin ningún problema. Entramos por el trastero otra vez y nadie nos vio a pesar de los muchos que éramos.

Una vez en la habitación me tumbé en la cama. Estaba agotada de andar, pero también de pensar. Demasiadas cosas inexplicables estaban pasando en muy poco tiempo.

Valerie descansaba en su cama, encima de mí, por suerte, en silencio. Casi no nos habíamos dirigido palabra desde que Jayden había desaparecido. Y no era porque estuviéramos enfadadas, simplemente estábamos demasiado absortas en nuestros pensamientos.

Tenía que planear qué hacer. La única pista que tenía era aquella sangre. Tenía que hablar con la gente, con mis propios amigos, adivinar lo que sabían. Porque alguien estaba ocultando algo.

Todos mientenDove le storie prendono vita. Scoprilo ora