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Después de recuperarme un poco (al menos por fuera) y de estar hablando un rato con Alex y los demás, llegamos a una conclusión. Teníamos que encontrarlo como fuera. Llorar por él no iba a servir de nada. Los profesores nos obligarían a quedarnos en nuestras habitaciones hasta nuevo aviso, pero nos negábamos. No íbamos a quedarnos sin hacer nada, esperando a que nuestro mejor amigo volviera.

Ya habíamos pensado en un plan perfecto.

Volvimos cada cual a su habitación, sin desayunar. Tampoco teníamos ganas.

No me creía que algo así pudiera haber pasado. Lo máximo que había ocurrido en el internado, eran pequeños robos de dinero, cuyo ladrón no se había encontrado nunca. Pero algo así...

Ya se lo había explicado todo a Val, que se había puesto a llorar sin nada que pudiera pararla. Entre todos, conseguimos tranquilizarla.

Miré el reloj. Ya llevaba más de una hora desaparecido. Me senté en la cama, intentando no volver a caer en las lágrimas. Tenía que ser fuerte. Por él.

Pensé. Aunque todos dijeran que lo más probable era que hubiera huido, yo no creía lo mismo. Lo esperaba, sí. Ojalá hubiera huido y ya está... Pero después de todo lo que habíamos vivido juntos, de lo mucho que nos quería a todos... Estaba segura de que no nos haría eso. Entonces, si no había huido, ¿qué más le podría haber pasado? ¿Dónde estaba? A lo mejor alguien se lo había llevado... Aunque esa era una extraña opción. ¿Por qué alguien le secuestraría? No tenía sentido. Aunque ya nada tenía sentido en este sitio.

A lo mejor no se había fugado sin más, a lo mejor estaba huyendo de algo... o de alguien.

Lo único que podía hacer por ahora era buscarle. Tenía que dejar de pensar en por qué no estaba, y pensar simplemente en dónde estaba.

Val se sentó a mi lado en la cama. La miré. Se la veía cansada, devastada, confusa. Probablemente la misma cara que tenía yo en ese momento.

–Vamos a encontrarlo –le dije, apoyando mi mano sobre su hombro–.

Teníamos que hacerlo. Como fuera.

Me levanté de la mano, cogiendo su mano una vez que estuve de pie, sonriendo.

–Vamos –le dije apretando su mano con ánimo– Vamos a buscarlo.

–Pero, no podemos salir de la habitación –respondió con voz temblorosa–. Nos lo han prohibido.

Arqueé las cejas.

–¿De verdad te vas a quedar aquí sentada?

Ella se pellizcó la mano, nerviosa.

–No sé... –dijo–

Cambié el peso de un pie a otro, viendo lo insegura que estaba. Yo lo tenía claro, no me había hecho falta pensar mucho en mi decisión.

–A ver, Val –me agaché junto a ella, quedándome a su altura–. ¿Qué nos puede caer, una bronca? Vamos a buscar a nuestro amigo, que ha desaparecido. DESAPARECIDO. ¿Y si no lo volvemos a ver?

Ella arrugó la frente, y los ojos se le volvieron a humedecer.

–Sé que te vas a arrepentir si te quedas aquí sin hacer nada. Tienes que venir a ayudarnos. Aunque lo perdamos todo. La verdad es que ahora mismo me dan igual mis notas. Son solo números sobre un papel.

–Vale –dijo Val finalmente–.

Sonreí.

–¿Sí? –pregunté para asegurarme–

No quería que se sintiera obligada a hacer algo si realmente no quería hacerlo.

–Vámonos –dijo levantándose de pronto, asustándome–.

Todos mientenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora