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Luz. Todo era luz. Una luz blanca y cegadora, que lo inundaba todo. ¿Me estaba muriendo? Recordé lo que había visto en las películas, que decían que cuando estabas a punto de morir, veías una luz blanca al final de un pasillo. También recordé que decían que no siguieras la luz, porque después de verla, tu vida acababa por completo.

Me concentré más en la luz, haciendo esfuerzos para alejarme de ella. Pero la luz seguía ahí. Abrí los ojos, ¿los tenía cerrados? Ya no lo sabía. La luz seguía ahí, pero aparte de ella, había un ruido de fondo. Me centré en él, eran voces, que poco a poco se fueron haciendo más nítidas. ¿Era eso el cielo? Nunca había creído mucho en la vida después de la muerte, pero ahora deseaba de verdad que existiera. No quería morir, y la idea de un cielo en el que tienes otra oportunidad de vivir, sonaba bien.

Pestañeé, y aparte de la luz, vi una figura encima de mí. Era una figura familiar.

–Ella.

Las voces me llamaron. Eran muchas. La imagen por fin se fue viendo mejor. No estaba en el cielo, no. Estaba en una sala, con mucha gente a mi alrededor, y con una lámpara de dentista sobre mí. Miré a los lados, confundida. Era la enfermería. ¿Qué me había pasado?

–Ella.

La voz me volvió a llamar desde arriba. Me centré en la figura, pestañeando, y la cara de Alex se dibujó por fin. Al ver que le reconocía, me sonrió y me dio un abrazo. Yo seguía demasiado confundida como para devolverle el abrazo.

–Menos mal que te has despertado. Hay mucha gente que quiere hablar contigo –terminó él–.

¿Eso era bueno? Me incorporé de lo que descubrí que era una camilla, quedándome sentada. La cabeza me daba vueltas. Una enfermera cuya cara me sonaba de algo, apartó no muy delicadamente a Alex de encima de mí, y me apretó la muñeca, concentrada. Luego, me miró a los ojos.

–¿Qué recuerdas de anoche? –preguntó sentándose a mi lado–

«Anoche». Pensé.

Recordaba la oscuridad. Y algo más. Había un armario, me acercaba al armario, lo abría, y...

Mi cuerpo tembló al recordar el momento, pero no llegaba a ver qué había dentro del armario. Intenté recordar. Algo malo, que daba miedo, algo horrible.

–Tienes que intentar acordarte de todo, de cómo lo hiciste. Te necesitamos ahora, Ella –dijo apoyando su mano sobre mi hombro–.

Eso ya estaba empezando a asustarme.

–Veo que no recuerdas mucho. Lo primero: ¿sabes qué le ha pasado a Jayden? –preguntó–

Era él, era Jayden, recordaba su cara. Pero no era su cara de siempre, su cara estaba ensangrentada y sus ojos me miraban fijamente.

–¿Está... está bien? –tartamudeé nerviosa–.

Ella miró a un hombre que había a su lado, negándole con la cabeza. ¿Qué estaba pasando?

–¿Qué viste ayer, dentro del armario? –preguntó–

Otra vez ese momento. Me acercaba poco a poco, abría la puerta, y dentro... estaba él.

–Ya sabes lo que ha pasado ¿no? –dijo la enfermera, probablemente por mi cara–

–Ayer encontramos el cuerpo de Jayden en ese armario, y tú eras la única que estaba con él –terminó–.

Ahora sí lo recordaba. Al abrir el armario, había visto el cuerpo inerte de Jayden con la cara ensangrentada y los ojos vacíos, sin vida. A partir de ahí no sabía qué había pasado.

Todos mientenWhere stories live. Discover now