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Llamaron a mi puerta por sexta vez el día de hoy. Valerie, que estaba tumbada en su cama con el móvil, lo escondió debajo de la almohada, haciéndose la dormida. Otra vez tenía que interrumpir mis pensamientos para ir a abrir la maldita puerta. Lo que había al otro lado no era lo que me esperaba.

–¿Ella Wilock? –preguntó un hombre con gafas, los hombros muy anchos y mirada cortante.

–Sí, soy yo –afirmé extrañada–.

–Tenemos que hablar contigo un momento ¿podemos pasar?

Preguntó esta vez la mujer, muy alta, con un moño perfecto y bien vestida de traje.

–Ehh, sí bueno. –respondí asomándome al interior mirando a Val–.

Ella parecía haberlo oído todo, porque ya se estaba levantando dirigiéndose hacia mí. Me lanzó una mirada de complicidad antes de salir, y se alejó por el pasillo, mientras los dos policías/detectives/lo que fueran, la observaban irse en silencio. Cuando desapareció, los dos se giraron de nuevo hacia mí, y les dejé pasar, sentándome en la cama y ofreciéndole las dos sillas de estudio para que se sentaran ellos.

Cualquier persona habría estado nerviosa al ver que dos personas completamente desconocidas que pensaban que eras una asesina, entraran en tu habitación y quisieran interrogarte, pero yo no lo estaba. No tenía motivo para ello, porque no tenía nada que ocultar. Alguien que miente o que oculta un secreto, estaría nervioso si se encontrara en mi situación. Pero no tenía que actuar diferente, solo diría la verdad, y todo se solucionaría. ¿No?

La mujer empezó hablando, con el mismo tono serio que antes:

–Supongo que ya sabrás por qué estamos aquí. Somos policías, y eres la principal sospechosa, así que necesitamos que cooperes.

–Vale –respondí–.

La mujer cuyo nombre no sabía, aunque al menos ya sabía que era policía, apoyó un cuaderno sobre sus rodillas que no me había fijado antes de que lo tuviera, y sacó un bolígrafo del bolsillo delantero de su chaqueta.

–Vamos a hacerte unas breves preguntas, y necesitamos que respondas con completa sinceridad –dijo esta vez el hombre, con su voz ronca–.

–Sí, sí. Lo haré.

–Perfecto –continuó–. Hablemos un poco sobre Jayden, y si nos equivocamos en algo, no tienes más que decírnoslo, y así formar la historia completa ¿Entendido?

–Sí, entendido –afirmé, relajada–.

–Sabemos que Jayden era muy cercano a ti... –empezó la policía–.

Mientras hablaba, yo me iba fijando en ella. Tendría unos treinta y cinco años, aunque se maquillaba para parecer más joven. Su pelo estaba perfecto, al igual que su ropa y su cara, todo puesto con precisión y cuidado. Le habría llevado bastante arreglarse así.

–...y que erais muy amigos. ¿Cuándo fue la última vez que le viste?

Me acordaba perfectamente. Esa noche. La noche. Cuando todo había ocurrido.

–Por la noche, justo antes de que desapareciera, porque a la mañana siguiente ya no estaba –respondí–.

Lo contaría todo, porque ya qué más daba. No me iban a expulsar por hacer algunas travesuras, así que lo conté. Conté cómo nos quedamos dormidas Valerie y yo en la habitación de los chicos, conté sin detenerme mucho en esa parte lo del prueba o verdad, y conté cómo a la mañana siguiente descubrimos que Jayden no estaba.

Los policías escucharon atentos mi declaración, sin interrumpirme en ningún momento, afirmando de vez en cuando, y sin quitar las miradas serias de sus ojos.

Cuando terminé de describir aquella noche, el hombre se aclaró la garganta y pasó a otra pregunta:

–Perfecto, ahora, sobre el día que te encontraste el cadáver... ¿cómo fue?

Solo de recordarlo se me revolvieron las tripas, y las lágrimas amenazaron en salir por mis ojos.

–Pues...–empecé–

Les conté todo, de principio a fin. Les conté también lo de las notas, pero no me las pidieron ver. Les hablé sobre cómo se apagó la luz de repente, y el miedo que pasé. Les dije todo lo que pensé que pudiera interesarles. La mujer tomó notas. Me preguntaron sobre la persona anónima que me escribía, y les dije mis sospechas. No sabía si era bueno contarles todo, pero al fin y al cabo ellos eran los policías.

Cuando terminé, iba a añadir lo de Evan, todo lo que pensaba sobre él... pero no lo hice. Para qué. Era mi amigo, y si los policías habían creído todo lo que les había contado, sabían que yo no era la asesina. No me iban a acusar. Si llegaban a hacerlo, ya hablaría sobre Evan. Pero ahora, que investigasen ellos lo que quisieran, yo no iba a incriminar a nadie. Alex me había convencido de que había sido Evan, y era malo, era un asesino, pero era mi amigo.

Hablaría con él sobre su padre y el dinero, y estaba segura de que me lo contaría todo al momento.

Aunque, seguía habiendo cabos sueltos. Niall y Paula, por ejemplo, y la discusión que escuché por casualidad.

Esto no había terminado todavía.

Todos mientenWhere stories live. Discover now