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Valerie se revolvió en su cama. Por fin. Llevaba esperando más de dos horas a que se despertara y me hiciera caso, porque desde que había vuelto de la habitación de los chicos, no había conseguido volver a dormirme. Los pensamientos revoloteaban en mi mente, negándose a ir, a dejarme en paz.

–¿Val? –susurré, mirando a las tablas que tenía encima, que ya me conocía tan bien–

–Mmm –sonó desde arriba–.

Me levanté de la cama, y la miré. Estaba envuelta entre las mantas, y solo se veía parte de su pelo sobresalir entre estas.

–A despertar yaa, que me aburro.

–Mmm, ya voyyy...

Se dio la vuelta, pasando completamente de mí. Me quedé ahí de pie, sin saber qué hacer. De repente me acordé. No había revisado mi habitación. Era mía, y no creo que hubiera nada raro, pero también estaba Val. ¿Y si había alguna prueba, en mi propia habitación? Tenía que revisarla. Y ahora era el único momento en el que podía hacerlo.

Busqué en los mismos sitios en los que había mirado en la otra habitación: entre su ropa, en la mochila, en los libros, las hojas, todo. Y todo parecía normal. Nada que tuviera que ver con Jayden ni con algo que no fueran los estudios y sus cosas. Suspiré, cansada de no encontrar nada. Al menos tenía la pista del bote.

Me acerqué de nuevo a Val, tenía que despertarla si no quería que llegara tarde a desayunar. Anduve de puntillas hacia ella, intentando no hacer ruido al llegar a ella, y poder darla un susto. Pero una de las tablas del suelo crujió al pisarla, emitiendo un molesto chirrido que hizo que Val se revolviera entre sus mantas. Miré a la tabla de madera, maldiciéndola con la mirada. Levanté el pie despacio, y volvió a chirriar. Al quitar el peso de mi pie, la tabla volvió a su estado original, levantándose un poco. Una baldosa levantada. Justo lo que estaba buscando.

Me agaché despacio, comprobando antes que Val siguiera durmiendo. La tabla estaba abierta, aunque si no te fijabas realmente no te dabas cuenta. Metí una uña debajo, intentando no romperla, levantando la tabla lo suficiente como para poder meter luego el dedo. La tabla se levantó un poco más, y metí dos dedos, tirando fuerte hacia arriba, hasta que se separó completamente, emitiendo un chirrido al hacerlo.

Miré a Val, que seguía durmiendo como si nada.

Me asomé al agujero que se había quedado en el suelo, estaba vacío. Y tenía que meter la mano para ver si había algo más ahí dentro. Me armé de valor, respirando fuertemente, tenía que hacerlo. Volví a mirar a Val, que ahora se había girado con la cabeza hacia mí, pero con los ojos aún cerrados. Dentro de poco sonaría la alarma de su reloj, y se despertaría. Me centré otra vez en el agujero que tenía enfrente, oscuro y misterioso. Acerqué la mano despacio y la metí de golpe, sin pensarlo más. No noté nada, solo el fondo, que tenía una gran capa de polvo. Acerqué más todo el cuerpo al suelo, para poder adentrar la mano más aún en el hueco.

De repente, mis dedos tocaron algo. Algo frío. Metí más aún la mano, agarrando lo que fuera eso. Parecía de metal. Tiré de lo que fuera eso hacia la boca del agujero y lo saqué.

Me quedé quieta, con el objeto entre mis manos, sin saber muy bien qué hacer. ¿Q–, qué hacía eso ahí? La sostuve del tubo plateado, asombrada. ¿Era de Val? ¿Tendría algo que ver con Jayden? ¿Y si alguien le había hecho daño con ella? La giré y la cogí de la empuñadura sintiéndome rara con ella en la mano. Nunca había cogido una. ¿Tendría balas?

De repente, volví a la realidad, acordándome de que mi vida no era una película o un libro. Alguien podía entrar por la puerta en cualquier momento. O Val podía despertarse. Miré la hora. Menos de treinta segundos para que sonara la alarma de Val. Guardé la pistola otra vez en el agujero y luego coloqué la tapa en el mismo sentido en el que estaba antes.

Todos mientenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora