33

28 7 1
                                    

Entonces, encontré la superficie.

Con una bocanada, como quien sale de debajo de un mar sin fondo, volví a la vida.

No sé cuánto tiempo estuve en esa oscuridad, porque mi cuerpo y mi mente estuvieron apagados, por lo que no fui consciente de nada.

Lo primero que vi fue su cara, sonriente pero todavía borrosa.

Era Avery, mi hermana. Pestañeé y sí, ella seguía ahí, no era una imaginación mía.

Miré a mi alrededor. Tampoco estaba en el cielo, o eso esperaba, porque la sala en la que estaba era bastante fea, y no quería pasarme ahí toda mi segunda vida.

Entonces, empecé a oír, dándome cuenta ahora de que antes no lo hacía.

Primero susurros, acompañados de un pitido molesto que resonaba en mi cabeza. Luego, el pitido fue sonando cada vez más bajo, a medida que iba empezando a distinguir lo que había a mi alrededor.

La cabeza de Avery estaba encima de mí sonriendo, o llorando. ¿Estaba triste?

A mi otro lado estaba mi otra hermana, Lucy, demasiado lejos como para distinguir su cara y sus emociones. Miré hacia los lados, estaba en una camilla, o eso creía.

El pitido siguió disminuyendo, hasta que fue completamente sustituido por las voces de gente.

Oía a Avery y a Lucy hablar, pero no distinguía sus palabras, hasta que reconocí mi nombre.

–Ella –decía una voz–.

No pude distinguir si venía de lejos o de cerca, todavía estaba confundida. Volví a pestañear.

–Ella –repitió la misma voz–.

Ahora ya veía todo con claridad. Avery me abrazó, mientras yo seguía asimilando lo que estaba pasando. Miré mi brazo, que tenía clavada una aguja conectada a algún tipo de tubo. Desvíe la mirada inmediatamente, antes de marearme más.

–¿Qué ha pasado?. -conseguí preguntar.

–¿No te acuerdas de nada?. -preguntó Lucy. Estaba volviendo a pasar lo mismo que cuando Jayden murió, el mismo sitio, las mismas personas.

–Te he encontrado en la cocina, tirada en el suelo –explicó Avery–.

Recordaba haber ido a la cocina, pero no sabía para qué.

Vi cómo la figura de Alex acompañado de una enfermera se acercaba sonriente a mi camilla.

–Ella, menos mal –dijo él, abrazándome–.

No sentí alegría al verle, pero no supe por qué. Le miré a los ojos, dándome cuenta de que había pasado algo con él, algo que no recordaba.

La cocina.

Alexander.

El veneno.

Ahora me acordaba de todo mejor.

–Alexander me ha envenenado –les expliqué–.

–¿Cómo? –preguntaron sorprendidas al unísono–

–Estás confusa, Ella, deberías dormir –dijo la enfermera–.

–Es verdad, mañana ya nos cuentas qué ha pasado –añadió Alex entre risas–.

–No estoy confundida ni nada, me acuerdo de todo perfectamente. Tú me envenenaste –repetí–.

La enfermera se alejó de mi camilla para hablar con una doctora, mientras me señalaban.

–Avery, Lucy, tenéis que creerme –les supliqué, agarrándolas de las muñecas– Alex tiene escondido dinero robado y yo lo descubrí, por eso ha intentado matarme.

Puede que al contar esto a mis hermanas las hubiera puesto también en riesgo a ellas, pero era la única manera de conseguir que me creyeran.

–Venga, Ella, que estás muy mal. Yo nunca te habría hecho algo así –dijo Alex, que seguía ahí a mi lado–.

–Eso pensaba yo, y mira cómo he acabado.

Él rió al oírme, pero lo ignoré. Tenía que demostrar lo que Alex había hecho.

–Avery, si me crees, vete a buscar el dinero. Está en la biblioteca, dentro de un libro, en la tercera estantería empezando desde la puerta –le susurré al oído–.

Ella asintió, y se fue a buscarlo.

–Y Lucy –la llamé atrayéndola hacia mí, para que me escuchara mejor– ve a la cocina y mira si hay un vaso sobre la encimera. Si lo encuentras tráemelo.

Lucy salió corriendo, como yo le había pedido.

Alexander se acercó a mí, sonriendo. Quería alejarme de él, que no me volviera a tocar, pero al estar tumbada en una camilla, no era fácil.

Se acercó a mi cara, y me susurró al oído:

–No vas a conseguir nada –y luego se alejó con la sonrisa triunfal pegada en la cara–.

Quería arrancársela, demostrar al mundo que en verdad Alex era un asesino.

Avery y Lucy volvieron con las manos vacías. Alexander no había sido tonto y había eliminado todas las pruebas. ¿Cómo demostrar entonces, que había sido él el que estaba detrás de todo?

Todavía me quedaban pruebas y testigos. Tenía el bote de Naproxen, y también a Niall, aunque no sabía si eso sería suficiente como para llevarlo a juicio. Porque sí, quería hacer un juicio. 

Y sería su palabra contra la mía.

Todos mientenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora