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Me levanté de golpe, sin acordarme de que tenía una litera encima, con la que mi cabeza chocó. Había tenido otra pesadilla.

Oí cómo Val se movió por encima de mí, molesta por el ruido. Me volví a tumbar, cansada. La cara de Jayden se me había quedado grabada en la mente. Hoy le iba a encontrar. Tenía que hacerlo antes de que fuera demasiado tarde.

Pero no tenía muy claro por dónde empezar. Intenté recordar las películas de espías y policías que veíamos a veces en la sala de cine. ¿Qué era lo primero que hacían los detectives ante una desaparición? Investigar la escena del crimen. En este caso no había, por suerte, pero sí que había una escena importante, además del bosque, donde todo había ocurrido. La habitación de los chicos. Ese era el último lugar donde le habían visto. Donde le había visto. Me bajé de la cama, y teniendo cuidado de no despertar a Val, salí al pasillo, que estaba vacío, al igual que las últimas horas. Miré el reloj. Eran las cinco de la mañana. Mis amigos estarían durmiendo tranquilamente, y este era el único momento que tenía para mirar su habitación. Era arriesgado, sí, pero no tenía otra opción.

Por la tarde estaríamos otra vez encerrados y no nos dejarían salir. Y luego iríamos a buscar al bosque, por lo que tampoco tendría oportunidad de entrar en la habitación sin que mis amigos se dieran cuenta.

Porque no podía decirles nada de lo que estaba haciendo. Como había dicho antes: todos eran sospechosos. Y no me gustaba hacer esto sola, tener que investigarlo todo yo... pero no tenía otra opción. Ellos ya hacían bastante buscándolo en el bosque.

Llegué a la puerta, y pegué la oreja, escuchando. Solo se oían ronquidos. Bajé el picaporte, sujetándolo con las dos manos, intentando que sonara lo menos posible. Chirrió un poco, y el sonido resonó por todo el pasillo. Me quedé quieta, esperando que el director saliera de alguna puerta y me expulsara. Pero todo siguió igual. Los ronquidos siguieron sonando dentro, como si nada.

Abrí la puerta de golpe y entré en la habitación, cerrándola a mi espalda. Todo estaba oscuro. Me quedé parada, esperando a que mis ojos se acostumbraran un poco a la oscuridad. Algo se movió de repente a mí lado. Seguí completamente quieta. Podía haber algo por el suelo, y si lo pisaba despertaría a todos.

Encendí la linterna que por suerte tenía mi reloj. No daba mucha luz, pero en esa oscuridad iluminaba toda la habitación. Giré la muñeca para iluminar el suelo a mi alrededor. Estaba igual de desordenada que siempre, pero a mis lados no había nada.

Me acerqué a la litera donde dormía Jayden. La cama seguía deshecha y la manta estaba tirada encima de la cama, arrugada. La cogí, extendiéndola. No había nada. La olí, por muy raro que fuera. No pude evitarlo. Olía a él. A la colonia que se echaba todos los días. Mientras la olía, recordé un día que Val no salía del baño y me tenía que cambiar. Los chicos me dejaron entrar en el suyo, porque si no, no llegaba al desayuno. Al entrar en este, me encontré a Jayden. No debería de haber estado ahí, me habían dicho que estaba cerrado. Estaba sin camiseta, echándose colonia. Esa colonia. Su olor. Me acordé de que me dijo que me podía quedar, riéndose. Me puse rojísima inmediatamente, y luego me fui, esperando a que él saliera.

No olvidaría nunca ese olor. Una mezcla de olor a chico, pero refinado. Como los desodorantes Axel, que olían a hombre literalmente, pero su colonia estaba también mezclada con otro olor que no sabría describir.

Dejé la manta de nuevo sobre la cama. Tenía que centrarme. Le di otra vez al botón de mi reloj, iluminando de nuevo el suelo. Me acerqué cuidadosamente al extremo de la litera, donde la chaqueta de Jayden aún colgaba. Busqué alguna pista en los bolsillos, pero solo encontré pañuelos y un lapicero. ¿Por qué tenía un lapicero en el bolsillo? Reí. No creo que fuera muy relevante para la investigación pero, aun así, era interesante.

Miré a mi alrededor, pensando dónde más podría buscar. Me agaché para mirar debajo de la cama de Jayden, pero solo se veían motas de polvo. Fui a la mesa, que ocupaba casi toda una pared, y aparté los libros, pero no había nada fuera de lo común. Bolígrafos por todas partes, hojas con deberes de matemáticas, algún estuche... Nada más.

De repente me acordé. No solo estaba investigando a Jayden, también tenía que investigar a los demás. Busqué entre la ropa de Niall, en la mochila de Evan, en el baño, donde guardaban todos sus cosas de aseo. Miré debajo de la cama de Alex, detrás de la puerta, en el armario... Y nada.

Ya no se me ocurrían más sitios donde buscar. Además, me sentía muy mal buscando entre sus cosas sin pedir permiso ni nada, hurgando. Parecía una intrusa, una espía. Y yo solo quería desvelar la verdad. Solo quería encontrar a Jayden. Pero estaba empezando a entender que el camino hacia él era mucho más difícil de lo que creía.

Me dirigí hacia la puerta, echando un último vistazo a la habitación antes de irme. Había esperado de verdad encontrar algo útil para la investigación que estaba empezando a hacer. Y no encontrar nada me frustraba un poco.

Me di la vuelta, cogiendo el pomo, con las dos manos. Di un paso hacia adelante, para pegar mi cuerpo a la puerta y hacer más fuerza, intentando que sonara menos. Pero, al dar ese paso, mi pie pisó algo. Algo que sonó por toda la habitación, y que hizo que alguien se moviera, molesto. Me quedé quieta. ¿Qué había pisado? Me agaché sin levantar el pie, despacio, hasta que llegué al suelo.

Levanté el pie, y con él, el objeto que había pisado, que se quedó enganchado en la suela. Bajé la mano hasta la zapatilla, dándole la vuelta, intentando no caerme, y saqué lo que se había quedado clavado. Inmediatamente, me arrepentí de haberlo cogido. Era un trozo de cristal, puntiagudo, que me hizo un corte en el dedo. Gruñí, molesta.

Pero, ¿de dónde había salido ese cristal? ¿Y si mis amigos andaban por ahí descalzos y se clavaban alguno más? Me chupé el dedo, intentando que la sangre dejara de correr, mientras buscaba a mi alrededor. Iluminé al lado de la puerta, donde un cubo negro de plástico reposaba. Era una papelera. Me acerqué sin pensarlo, ahí podía estar la pista que estaba buscando. Y de hecho, lo estaba. Me asomé dentro, y sonreí.

En el fondo de la basura, entre pañuelos y restos de afilar los lápices y pinturas, había más restos de cristal. Cogí uno de los pañuelos con la mano, sin importarme que estuviera manchado. Mejor eso a volverme a cortar.

Con la mano envuelta por el pañuelo cogí el trozo de cristal más grande con las puntas de mis dedos. Acerqué la otra mano, girando la muñeca para iluminar el cristal. Aún se podían ver los restos de una etiqueta. Lo examinaría luego con más luz, porque ahí no se veía nada. Revolví en la basura, buscando más trozos. Por el conjunto... parecía un bote. Un pequeño frasco, en cuyo interior debía de haber lo que ponía en la etiqueta. Parecía un frasco medicinal, de pastillas o de líquido, pero ya no quedaba nada.

De los que dormían a mi alrededor, ¿Quién tomaría esa medicina? Que yo supiera, nadie. ¿Y qué hacía ese bote ahí si nadie solía tomarlo? Solo podía adivinarlo de una manera: yendo a la farmacia del internado. Allí tendrían toda la información que necesitaba.

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