La realidad

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Después de aquella primera noche en la que Kaknab se entregó a él, varias semanas atrás, Namor se convenció cada vez más de que ella era la mujer indicada y que debía de conocer su mundo, llevarla consigo a Talokan para protegerla y vivir con ella.

La abrazaba contra él fuertemente de manera protectora, después de que ella se hubiera entregado a él en esa tercera ocasión, mientras ella recostaba su cabeza en su pecho escuchando los suaves y rítmicos latidos de su corazón, ambos observaban las estrellas, con el único ruido de las olas chocar contra la arena.

—Puedo hacerte una pregunta— Habló suavemente la mujer.

—Si— Respondió distraídamente el hombre.

—¿Algún día te gustaría tener un hijo?

K'uk'ulkan se sintió extrañado por la interrogante pero aún así respondió con honestidad.

—No.

Pudo sentir el pequeño cuerpo de la mujer tensarse entre sus brazos ante su respuesta pero supuso que era debido a la fría brisa de la costa que pegaba contra sus cuerpos desnudos.

—Un niño representaría una debilidad para mí y para mí gente, sería un punto débil que algún día alguien podría usar en mi contra— Explicó el hombre.

Ella solo sabía de su mundo a través de sus palabras y sus relatos, sabía de la existencia de Talokan solamente por lo que él en algún momento le había dicho y también sabía que su gente lo llamaba K'uk'ulkan como el Dios serpiente emplumada, del que alguna vez solo escuchó en antiguos relatos de sus ancestros.

—¿Y si nadie se entera de tu mundo?

—Ya puse en riesgo demasiado a mi gente con que tú sepas de mi y de su existencia, no quiero que alguien más representé un riesgo.

Ante eso ella se sintió molesta.

—¿Crees que soy solamente un riesgo?— La indignación estaba en su tono ante su pregunta.

—No, eso no fue lo que quise decir Kaknab— Explicó mirándola fijamente por primera vez —Tú eres la única persona para mí, no quiero que nada te pase, por eso no podría tener un hijo no podría soportar perder a dos personas que me importan por eso un hijo sería lo menos indicado.

Ella simplemente asintió a su vez que se zafaba de su agarre y se ponía de pie para comenzar a ponerse la ropa ante la mirada de confusión y extrañeza de Namor.

—Me tengo que ir, ya es tarde— Explicó secamente intentando no mostrar lo herida que se sentía por sus palabras.

Él no pareció notarlo porque simplemente asintió y la imitó.

—Mañana ven, estaré esperándote tengo algo que quiero darte— Dijo el pelinegro una vez que él también estuvo completamente vestido.

Ella no respondió o lo miro, simplemente asintió dándose la vuelta y marchándose de ahí, dejando a un Namor confundido por el repentino cambio de actitud.

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La noche siguiente llegó y ella no apareció, el miro el único recuerdo de su madre entre sus manos y el cuál pensaba obsequiarle a Kaknab. Espero y espero durante horas hasta que el amanecer se hizo presente pero ella jamás apareció y las noches posteriores le siguieron y K'uk'ulkan espero por ella, noche tras noche hasta el amanecer y así fue durante los siguientes diez años pero la mujer... aquella mujer de la que se había enamorado jamás volvió a aparecer y repentinamente un día él también se dio por vencido.

IMPERIUM ┗ NamorWhere stories live. Discover now