Pérdida

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Se quedó pensativa durante un largo tiempo que no supo con exactitud cuánto fue, ni siquiera sintió la presencia de Namor entrando a la cueva donde ella estaba.

—¿Qué se supone que estabas pensando, Zanya?— Preguntó el moreno más que molesto, pero la pregunta había salido llena de furia contenida y una seriedad preocupante.

Ella de inmediato se volvió hacía él.

—¿Cómo está Namora, Attuma y los demás?— Preguntó con preocupación evidente en su voz, ignorando la anterior interrogante de su progenitor.

K'uk'ulkan inhaló pesadamente, sin paciencia alguna.

—¿Qué estabas pensando, Zanya?— Repitió su pregunta con una tranquilidad casi inquietante.

Por su parte ella se sintió repentinamente temerosa por la frialdad y la severidad con la que le había preguntado y la mirada en los oscuros ojos de él la intimidaron.

—Y-yo estaba p-preocupada— No pudo evitar el pequeño tartamudeo en su respuesta.

—No debiste de hacerlo ¿no te das cuenta de lo que acabas de hacer?

—Si, si lo sé, los ayude, te intenté ayudar eso fue lo que hice— Respondió con un poco más de seguridad y confianza en su voz.

—No. No lo hiciste solo fuiste una distracción— Argumentó el pelinegro, acusándola.

—No tenías que haberte detenido por mi, pudiste seguir, no te impedí hacer nada en ningún momento— Refutó está vez ella sintiéndose un poco molesta por aquel comentario.

—Lo hiciste al ponerte en peligro, saben de ti y de nosotros y no sabemos lo que pueden llegar a hacer— Esa conversación se sentía como un déjá vu.

—Attuma estaba en peligro— Explicó —Y de no haber intervenido lo habrían matado ahí mismo como a Acoatl e Iktan.

—Attuma es un guerrero fuerte que podía defenderse pese a las deplorables condiciones y Acoatl e Iktan murieron como guerreros de Talokan, de manera valiente por nuestro imperio, morir en batalla para nosotros es un honor.

—No, no podía defenderse, estaba malherido y no puedes justificar la muerte de Acoatl y Iktan con esas palabras, ellos tenían a su familia, K'uk'ulkan— Estaba molesta, en ese punto lo estaba, por la frialdad y la naturalidad con la que estaba tratando su padre la vida de tres guerreros, de tres personas que pertenecían a Talokan, a su propio pueblo.

El simplemente miró a su hija durante unos segundos, estaba molesta, ella no retrocedió sino que le miró con desafío y determinación ante su punto, tenía la misma voluntad que él y la misma determinación de Kaknab.

—No lo vuelvas a hacer. Nunca jamás, Zanya— Dijo finalmente el hombre  —No pelearás porque está no es tu pelea. Yo te protegeré— Agregó para después disponerse a marcharse.

—No puedes impedirmelo si quiero luchar entonces lucharé, es mi decisión al final de cuentas porque es mi voluntad, no la tuya y no necesito que me protejas— Contradijo.

Hubo un silencio tensó entre ambos durante unos segundos ante las palabras de la morena.

—¿Por qué?— Preguntó finalmente el hombre.

—Talokan también es mi pueblo— Respondió sin vacilar.

Namor no pudo evitar que una pequeña sonrisa se instalará en sus labios ante la convicción de Zanya, se sentía extrañamente orgulloso por sus palabras pero no lo diría abiertamente.

—Estan bien— Comentó respondiendo a la pregunta inicial que la pelinegra le había hecho —Namora, Attuma y los demás— Explicó —Así que no te preocupes— Finalmente salió del lugar dejando a su hija visiblemente más tranquila por sus noticias sobre el bienestar de los guerreros.

IMPERIUM ┗ NamorWhere stories live. Discover now