Zanya

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Nacté se había marchado de México justo después de la muerte de su hermana con la pequeña Zanya, de alguna manera la mujer logro cruzar la frontera con la pequeña a salvó para darle una mejor vida y cuidar de ella justo como su hermana lo había deseado.

La niña creció en un hogar con su tía, un hogar lleno de amor por parte de esta y escuchando las historias de su madre, el como había sido y que ella era la viva imagen de su hermana y así era entre más crecía la pequeña Zanya más grande era su parecido con Kaknab hasta que se convirtió en la misma imagen que su progenitora.

Zanya a diferencia de su madre jamás fue curiosa, se atenía a lo que los demás le decían sin hacer preguntas o cuestionar nada, nunca preguntó de su padre y Nacté lo agradecía porque ni ella misma sabía cómo responder a aquella pregunta, pero una parte de la mujer conforme más pasaba el tiempo y veía el crecimiento de su sobrina se percataba de que tal vez aquello que le había dicho su hermana en su lecho de muerte era cierto.

Zanya siempre fue diferente, nunca la vio enfermar, jamás enfermó de nada en su vida ni siquiera cuando era bebé, cuando se hacía heridas estás siempre sanaban demasiado rápido a comparación de una persona normal, también tenía una gran resistencia, tenía más fuerza que el resto que los niños de su edad, pero especialmente parecía tener una gran conexión y apegó hacía el agua.

Nacté recordaba aún cuando la pequeña le había pedido que la inscribiera en clases de natación y ella había accedido. Sus maestros e incluso ella habían quedado sorprendidos por la facilidad y rapidez con la que aprendió a nadar e incluso sus maestros de natación decían que tenía una gran resistencia para contener la respiración debajo del agua.

Los recuerdos se vieron bruscamente interrumpidos, tosió fuertemente y respiró con dificultad justo cuando entraba Zanya, ahora una joven mujer, que dentro de poco cumpliría los 18 años y que el año siguiente entraría a la universidad, Nacté se lamentaba porque ya no estaría más con ella para cuidarle.

—Tía— Ella parecía alarmada yendo a su lado para ayudarla, pero la mujer levanto su mano indicándole que se detuviera.

Ambas lo sabían, los doctores le habían dicho que probablemente ella ya no pasaría de aquella semana y que debían de estar preparadas. El cáncer de pulmón tardo demasiado en ser detectado que en esos momentos solo quedaba la resignación.

Desde su llegada a Estados Unidos la mujer había desarrollado una adicción al tabaco, sin embargo jamás fumo en frente de su sobrina, y aquellos 17 años de su adicción no habían pasado en vano.

—Estoy bien— Respondió la mujer con voz cansada y gangosa, observando las palmas de manos llenas de sangre que había salido de su boca ante el fuerte ataque de tos.

Zanya miro con dolor y profunda tristeza a su tía al tiempo que le extendía un pañuelo para que se limpiará las manos.

La mujer lo acepto con una débil sonrisa de agradecimiento.

—¿Cómo estás?— Preguntó delicadamente la joven a su vez que tomaba asiento en un pequeño banco a su lado.

—He estado mejor— Bromeó la mujer débilmente antes de volver a toser con fuerza.

—No deberías de bromear con eso— Reprendió Zanya, levemente molesta pero con clara tristeza al tiempo que acariciaba la cabeza de la mujer con ternura.

Para Zanya, Nacté, era lo único que tenía, siempre habían sido solo ellas dos, era lo más cercano que había tenido a una madre y que repentinamente le dijeran que en cualquier momento ella ya no estaría más a su lado era algo que le hacía doler terriblemente el corazón, para Zanya su tía siempre fue una figura materna.

—Siempre has sido una chica tan buena y amable, me duele tener que dejarte— Dijo Nacté al tiempo que las lágrimas se deslizaban por su, ahora demacrado, rostro, en pocos meses la vitalidad se había marchitado de su rostro, demasiado rápido que inclusive parecía imposible.

—No digas eso tita— Cuando Zanya le llamaba así, Nacté no podía evitar recordar a su hermana.

La morena en ese momento empezó a llorar temerosa ante la idea de ya no poder volver a ver más a aquella mujer que le había criado durante toda su vida, había intentado ser fuerte pero al final se había derrumbado.

—No quiero que te mueras...— Sollozó la joven —Eres lo único que tengo— Y se rompió, como jamás en su vida se había roto y lloró como jamás había llorado.

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Luego de su derrota contra Wakanda y su aparente alianza para evitar que el mundo supiera de la existencia de Talokan. K'uk'ulkan o mejor conocido como Namor había aumentado las defensas de su imperio, el hecho de que los de la superficie aún buscarán el vibranium que existía en las profundidades del Atlántico era algo que tenía a todo Talokan alerta e inclusive a él.

Miró el brazalete que Shuri le había devuelto tras sacar beneficio propio para su pueblo, el brazalete de su madre, su único recuerdo y que hacía casi 19 años atrás estuvo a punto de entregar a la mujer equivocada.

—Kaknab— Su nombre salió inconscientemente de sus labios, el volver a involucrarse con la superficie había reavivado los recuerdos de aquella mujer que creyó olvidados e inevitablemente no pudo evitar preguntarse, ¿Qué había sido de ella? ¿seguiría viva? ¿seguiría en México? él jamás la busco y nunca supo la razón de aquello tal vez porque tenía miedo o tal vez porque ella no había sido tan importante como creía, pero... ¿sino había sido importante porque la espero en la costa durante diez años con la esperanza de volver a verla alguna vez?

—K'uk'ulkan— La voz de Namora lo saco de sus cavilaciones y lo agradeció internamente.

—¿Si, pequeña?— Preguntó a la que era la más fiel de sus guerreros y se preocupaba por Talokan tanto como él.

—Es hora— Hablo la mujer a lo que esté solo asintió.

Desde lo acontecido con Wakanda y su alianza con Talokan el informaba constantemente a su pueblo sobre los avances en la alianza.

—En unos momentos estaré ahí— Respondió.

Namora asintió antes de dar la vuelta y salir del lugar, Namor miró una vez más el brazalete antes de guardarlo cuidadosamente en una pequeña caja hecha de vibranium y salir para hablar con su pueblo.

Después de lo de Wakanda no quería volver a involucrarse con nada, ni nadie de la superficie al menos que fuera estrictamente necesario y de ser así solo sería con Wakanda, aunque dentro de poco aquello cambiaría puesto que había algo que aún no sabía o mejor dicho de alguien cuya presencia y existencia el gobernante de Talokan aún desconocía.

Después de lo de Wakanda no quería volver a involucrarse con nada, ni nadie de la superficie al menos que fuera estrictamente necesario y de ser así solo sería con Wakanda, aunque dentro de poco aquello cambiaría puesto que había algo que aún no s...

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