El primer acercamiento

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—Se que toda tu vida has vivido en la superficie, que tú vida es allá arriba porque es donde te has criado y no te pediré que te quedes, ni pienso obligarte a quedarte solo te pido que si hay una posibilidad de que lo hagas entonces lo consideres, Zanya— Pidió Namor y Zanya no hizo más que asentir de acuerdo con sus palabras.

No era una disculpa como tal pero aquellas palabras eran más que suficientes para ella en ese momento.

Él no era bueno en demostrar algún tipo de cariño o ser fraternal, no estaba acostumbrado a dar consuelo o algún tipo de afecto, la única que había podido sacar ese lado tan vulnerable de él en su momento y durante breves lapsos había sido Kaknab. Lo intento en ese momento, después de tantos años, porque Zanya no era cualquier persona era su hija.

Sin decir nada se acercó y pego su frente a la de ella, sintiendo como se tensaba por su tacto, tomándole de la nuca con delicadeza pero firmeza en su agarre.

El gesto desconcertó a la joven quien no hizo nada para detenerle y simplemente le miró con sorpresa, los ojos cafés de ambos fijos en el contrario. Namor cerró brevemente los ojos para posteriormente decir:

—Teech in waal, ma' tu tu'ubsaj. Teeche' xan teech le waal Talokan— (Eres mi hija, no lo olvides. Tú también eres la hija de Talokan) Dijo firmemente y ella no entendió lo que él hombre le había dicho y el tampoco quiso explicárselo en ese momento —Tengo algunas cosas que hacer, Zanya, después hablamos ¿De acuerdo?— Comentó separándose de ella y sin esperar respuesta Namor simplemente se marchó del lugar.

Por su parte ella miró el brazalete unos segundos antes de que un profundo suspiro abandonará sus labios.

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—Planta los pies la próxima vez— Dijo Attuma con clara exasperación —Tengo cosas mejores que hacer que enseñarle a una mocosa— Escupió el hombre de piel azul claramente molestó por estar haciendo aquello.

—Que agradable y considerado eres Attuma— Dijo la morena con sarcasmo.

Su padre era un gran guerrero y de hecho la mayoría de los habitantes de Talokan podían defenderse, Namor llevaba siglos preparando a su pueblo en caso de un ataque por parte de los de la superficie, debido a eso la mayoría de Talokanes sabía defenderse, y Zanya no considero en que momento había sido buena idea pedirle a su progenitor que le enseñara a luchar, claro había esperado que fuera él mismo quién lo hiciera o al menos Namora pero no, era el exasperante y gruñon de Attuma a quien se le había encomendado la tarea. Ni ella, ni el hombre se llevaban bien y tal parecía que este le odiaba, por ende no había tenido demasiada consideración y delicadeza con ella desde el principio.

—De pie mocosa— Ordenó cuando vio que ella estaba tirada en el piso de la cueva totalmente exhausta luego de que la tirará por enésima vez.

—¿No podemos parar?

Attuma gruñó en respuesta.

—Ok, ok ya entendí— Dijo al tiempo que comenzaba a reincorporarse con dificultad pero ni siquiera se había logrado reincorporar por completo cuando esté de nueva cuenta la tiro al piso —¡Oye!— Se quejó la morena —No me das ni un respiro y ahora ni siquiera me dejas ponerme de pie— Agregó de manera acusatoria.

—El enemigo no esperará a que te pongas de pie, o que tomes un descanso, utilizará cualquier oportunidad que tenga para atacarte, recuérdalo— Dijo el hombre —Antes di que te estoy teniendo algo de consideración mocosa.

IMPERIUM ┗ NamorWhere stories live. Discover now