LO QUE HACEMOS PARA NO ABURRIRNOS

1.5K 437 58
                                    


La casa de Fermín está completamente iluminada y, a pesar de que apenas son las nueve, se oye la música tronando en el interior

Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.

La casa de Fermín está completamente iluminada y, a pesar de que apenas son las nueve, se oye la música tronando en el interior.

—Será divertido —comento para ocultar mi desgana.

—Claro.

Permanecemos sentadas dentro del coche mientras contemplamos la casa. No es la primera vez que vamos a una fiesta, no somos unas parias, pero es la experiencia la que me demostró que no se trata de una actividad que me apasione. En especial cuando los invitados son personas con las que no tengo nada en común.

—De acuerdo, vamos. —Bianca se calza bajo el brazo el paquete de cerveza que compramos en una estación de servicio, abre la puerta y sale.

Suelto un suspiro antes de seguirla. La grava que traza un camino hacia la entrada gruñe bajo mis pasos. Guardo las manos en los bolsillos de mi chaqueta tratando de imitar la actitud resuelta de Bianca, pero un breve vistazo a mi reflejo en uno de los coches estacionados me revela que luzco más bien malhumorada y encaprichada, así que saco las manos e intento relajar los hombros.

Golpeo la puerta ni bien alcanzamos la entrada. Nadie parece oírnos, así que Bianca aprieta el botón del timbre con insistencia. Pocos segundos después, Fermín aparece para recibirnos. Sus ojos, entrecerrados por los efectos de la bebida que llena su vaso, de inmediato se fijan en el paquete de cerveza. Suelta un vitoreo alegre.

—¡Adelante, chicas! ¡Pasen! Ya están todos al fondo... —agrega mientras cierra la puerta.

—Fermín, ¿hace cuánto comenzaron? —inquiere Bianca.

—La mayoría, ni bien salimos del colegio. Los demás se fueron sumando de a poco.

Eso explica el entusiasmo que muestra a tan tempranas horas de la noche. Lo seguimos hacia la sala, en donde se encuentran reunidos casi todos los invitados. Tanto Bianca como yo nos detenemos en la boca del vestíbulo para contemplar la escena: las personas presentes son el triple de las que esperaba. Entre los grupos distingo algunos de los rostros que me acostumbré a ver en el colegio, pero no tengo idea de quiénes son los demás. Una de esas caras conocidas nos lanza una mirada. Se trata de Vicky Shone. En sus facciones se dibuja una expresión soberbia mientras se aparta de la gente con la que conversaba y se aproxima a nosotros. Se para frente a Bianca, ignorándonos por completo a mí y a Fermín.

Juega distraídamente con uno de sus largos mechones teñidos de rubio y mastica un chicle con exageración. Su rostro está maquillado en exceso, pues lo necesita para parecer linda, y lleva unos aretes grandes y redondos idénticos a los que Bianca ostenta. Es la última moda, una a la que no puedo sumarme porque la idea de perforarme los lóbulos de las orejas me genera un pánico terrible. Los aretes son el único gusto que comparten, pues en lo demás son un contraste enorme: la cazadora verde, los pantalones cargo y borcegos negros, contra la blusa rosa, la minifalda celeste y los zapatos de taco alto.

No soy la protagonista #PGP2024Onde histórias criam vida. Descubra agora