LA PESADILLA

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El suelo enfría mis manos y mis piernas, el aire húmedo me aprieta la garganta

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El suelo enfría mis manos y mis piernas, el aire húmedo me aprieta la garganta. Alrededor, todo es oscuridad, una extensa capa negra que envuelve al mundo, excepto mi cuerpo... y el cadáver.

Lo observo aterrada, incapaz de pestañear, y es bajo mi mirada atenta que el cuerpo cobra vida. No, vida no es la palabra adecuada. Es muerte activa. Su mandíbula tiembla como si pretendiera soltar palabras mudas; sus dedos sufren espasmos que ascienden por sus brazos; sus ojos, laminados y grises, dibujan un círculo antes de centrar las pupilas desvanecidas en mí.

Quiero moverme, y no puedo. Tiemblo, lloro, abro la boca para gritar, pero mi voz también está muda.

El cadáver eleva una mano sobre su cabeza, la clava como una garra en el suelo y se arrastra hacia mí. Repite la acción con la otra mano, más cerca. Un sonido sibilante surge de su boca con el esfuerzo de cada movimiento. Solo puedo observarlo mientras se aproxima, hasta que finalmente me alcanza y atrapa mis tobillos con sus manos flácidas por la podredumbre. Detrás del cuerpo distingo los ojos brillantes del monstruo; vislumbro su sonrisa cruel, encantado con mi desgracia.

Cierro los ojos y ruego con desesperación que alguien me salve.

Y alguien lo hace.

Una luz brillante, pura, parte las muñecas que me retienen. Luego, la misma luz impacta en el cadáver y lo hace desaparecer. Levanto la mirada para ver a mi salvador.

Sus ojos verdes brillan con diversión cuando me dedican un guiño. La pesadilla se convierte en un sueño dulce luego de eso.

No soy la protagonista #PGP2024Où les histoires vivent. Découvrez maintenant