LO EXTRAÑO

351 69 1
                                    



Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Despierto al poco rato de haberme quedado dormida. 

Pese a que no puedo señalar el tiempo exacto que transcurrió, el instinto me indica que no fue mucho. Me siento como si acabara de cerrar los ojos, los cuales entorno en la oscuridad de la habitación en busca de aquello que perturbó mi sueño.

Vuelco mi atención en la cama y me percato de que Bianca ya no está a mi lado. Me incorporo de inmediato, preocupada, y suelto un gemido de dolor cuando mis músculos resienten el movimiento.

Oigo un golpe sordo proveniente de la planta baja, cosa que me sobresalta.

—¿Bianca? —llamo.

Al no recibir respuesta, aparto las sábanas y abandono la cama con precaución. No dejo de pensar en que el monstruo o Nico nos han seguido hasta aquí, una idea que me aterra, pero esta es mi casa y Bianca es mi amiga; necesito saber qué sucede. Así que bajo la escalera en puntas de pie, temblando.

Todo permanece en silencio, aun así, miro en todas direcciones esperando distinguir algo entre la oscuridad de mi casa. O, más bien, esperando no ver nada. Posiblemente me desmayaría si veo a alguien de pie en un rincón, y aunque la idea es tentadora, me abstengo de encender las luces para no alertar a posibles intrusos. Confío en que se trate de Bianca, nada más.

Llamo su nombre otra vez. De pronto, el sonido de pasos suaves se aproxima desde la cocina y en la boca del pasillo que guía hacia allí, aparece Bianca. Su repentina presencia me sobresalta, pero distingo a mi amiga gracias a las luces de la calle que se cuelan por las ventanas.

—¡Cielos! —Me llevo una mano al pecho—. Bianca, ¡casi me matas del susto! Después de lo que pasó no puedes...

Mi voz se apaga cuando mi amiga comienza a acercarse con pasos lentos pero seguros, como si me acechara. Eso no es lo único que me deja helada, sino el hecho de que, al adentrarse en la oscuridad del pasillo donde las luces del exterior no alcanzan, sus ojos reflejan el brillo del ambiente de un modo antinatural.

—¿Bianca? —digo, aunque mi voz surge débil y quebrada por el miedo.

Ni bien cruza el pasillo y su rostro vuelve a quedar iluminado por la fantasmagórica luz de la calle, descubro que no hay nada extraño en ella. Salvo por algunos mechones despeinados, se la ve bien. Incluso se muestra sonriente.

—Hola, Dani.

—¿Qué haces aquí a oscuras?

En lugar de responder, apoya una mano en la parte superior de mi esternón y me estampa contra la pared. Suelto una exclamación de sorpresa y dolor.

—¿Qué... qué te pasa? —pregunto asustada.

Aproxima su rostro al mío y, pese a la tenue iluminación, distingo un gesto soberbio en sus facciones. No deja de sonreír mientras me observa con la barbilla en alto.

—Bianca, me estás asustando —admito.

Sin decir nada, vuelve el rostro en dirección a la cocina. Sigo el trayecto de su mirada; con espanto, veo la figura de un hombre de pie al final del pasillo. Grito e intento esconderme detrás de mi amiga, pero su mano me retiene en el lugar.

—Tenemos que irnos —dice el sujeto. Su voz aterciopelada delata lo joven que en verdad es.

—Oí que Dani bajaba. No podía irme sin despedirme primero —responde Bianca con un ronroneo. Su voz colmada de sorna aumenta mi confusión.

—Bianca, ¿qué carajos está pasando? ¿Quién carajos es él?

Vuelve a empujarme contra la pared y acerca su rostro al mío en un modo que resulta amenazador.

—Qué vulgar.

—Suéltala.

En un instante, una mano grande le aferra el brazo y la aparta de mí; de algún modo, el sujeto está ahora de pie junto a nosotras sin que me percatara de sus movimientos. Pese a que no veo su rostro con claridad, puedo apreciar que sus facciones son agradables, cosa que no evita el grito que suelto al verlo a mi lado. Bianca, por su parte, se zafa del agarre con facilidad.

—No vuelvas a tocarme —dice entre dientes.

—Estoy contigo —responde el chico con calma. Sus palabras son pausadas y contienen un énfasis que surte alguna especie de hechizo en mi amiga, pues incluso en las sombras puedo vislumbrar que se relaja.

Para mí, esas palabras no tienen sentido. Aunque, a decir verdad, nada en esta situación lo tiene. No sé qué hacer porque no sé qué diablos está sucediendo. Solo sé que no tengo poder en mi propia casa y que Bianca no actúa con normalidad.

Noto que las fosas nasales del desconocido aletean como si olfatearan el aire. Mueve la cabeza en mi dirección para penetrarme con una mirada ensombrecida por la noche, y no puedo más que encogerme en el lugar, petrificada. Tengo la impresión de que va a hablarme, así que ruego para mis adentros que no lo haga, porque realmente creo que me voy a desmayar.

—Vamos —dice Bianca con aspereza.

Me suelta y se dirige a la cocina. El desconocido me lanza una mirada que la sombra sobre sus ojos no me permite distinguir y, una vez más, parece que quiere decirme algo. En lugar de eso, sigue a Bianca hacia la cocina, donde les pierdo de vista.

Debo sostenerme con una mano contra la pared ahora que mi punto de apoyo ha desaparecido; solo entonces me percato de lo mucho que el cuerpo me tiembla. Contemplo la oscuridad de la sala un momento hasta que lo que acaba de suceder parece registrarse en mi mente.

—¡Bianca! —llamo de inmediato.

Corro tras ellos. Han dejado la puerta trasera de mi casa abierta de par en par —cosa que habría matado a mamá del susto si yo no hubiera despertado antes—, así que me lanzo afuera en un intento por seguirlos. La noche es silenciosa, sin rastros de mi mejor amiga y aquel extraño sujeto. Es como si nunca hubieran estado allí, incluso pese al obstáculo que presentan las paredes que rodean el patio.

—¡Bianca! —grito.

Hay un momento de mutismo, una pausa en el mundo, que de pronto es interrumpido por un sonido espantoso que me penetra hasta los huesos. Un gruñido se eleva en el silencio de la noche, diferente al de cualquier animal que he oído en mi vida. Retumba cerca y, con los músculos tensos, muevo apenas la cabeza hacia su lugar de origen.

Distingo una silueta en el diagonal del patio donde la luz que el vecino mantiene encendida toda la noche no alcanza a iluminar. De refilón, veo que se adelanta un paso. Es una figura alta y masculina, y cuando da otro paso alcanzo a notar un brillo anormal en sus ojos...

Volteo la cabeza por completo al mismo tiempo que retrocedo, pero no hay nada ahí. La figura se ha desvanecido y, si fuera más estúpida, pensaría que ni siquiera era real. Pero no lo soy, al menos, no tanto como otros creen.

Corro el interior de mi casa con una velocidad de la que nunca me creí capaz. Cierro la puerta de la cocina con traba y retrocedo, de algún modo esperando que el monstruo tire la puerta abajo y salte sobre mí. Ni bien pienso en ello, corro hacia las escaleras, las subo a trompicones y me encierro en mi habitación. Me lanzo sobre la cama y me cubro con las sábanas como si fueran un escudo, luego escondo la cara en las manos, deseando que mamá vuelva pronto a casa.

No me atrevo a moverme, así que me quedo ahí, rogando que esta noche acabe de una vez. Por desgracia, todas las noches venideras parecerán interminables a partir de este momento.

No soy la protagonista #PGP2024Where stories live. Discover now