LO DOMÉSTICO

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—Te dejé en claro que no podías contarle a nadie dónde estamos —dice Iván.

Él y Bianca se encuentran de pie bajo el arco que une la sala con la cocina. Mi amiga está recargada contra el borde con los brazos cruzados y elabora muecas de hastío cada vez que el chico le reprocha mi presencia.

Permanezco sentada en el sillón con las manos ocultas entre las rodillas mientras aguardo a que terminen de hablar de mí. Trato de buscar algo con lo que entretenerme, incluso considero sacar el móvil y distraerme navegando en la web, pero la idea de que Iván sospeche que comparto información sensible sobre este lugar me disuade, de modo que opto por juguetear con un hilo de la manta rústica que cubre parte del sillón.

—Vamos, ni que esto fuera una isla secreta o algo así. —Bianca pone los ojos en blanco—. Además, solo es Daniela, ¿qué puede hacer?

—Si se lo menciona a alguien, pronto podría llegar a oídos de la persona equivocada.

—Daniela no es una cotilla. Además, no tiene a nadie a quien contárselo y sus contactos de internet no van a creerle.

—Ehm, ¿recuerdas que sigo aquí? —digo, ofendida.

Me dedica una mueca de disculpa, pero ambas sabemos que tiene razón. De todos modos, no es como si quisiera hacerles daño, así que la desconfianza sobra.

Iván se frota el rostro.

—Ese no es el punto, Bianca. Cuando Raúl se entere de que invitaste a una forastera...

—Es mi mejor amiga —interviene, una repetición de la conversación que tuvieron en el edificio abandonado.

—... ni siquiera un día después de haber conocido nuestro hogar, —Eleva la voz para evitar que lo interrumpa—, será un problema.

—¿Raúl? —inquiero.

Me lanza una mirada veloz que hace que me encoja en el asiento.

—Relájate —responde Bianca.

La mandíbula de Iván sufre un pequeño espasmo cuando la tensa, irritado con la indiferencia de mi amiga. Luego respira con fuerza dos veces y se aparta.

—Date una ducha, apestas.

Es evidente por el tono que emplea que da por finalizada la conversación. A su espalda, Bianca elabora una mueca que me hace sonreír; por desgracia, estoy directamente en el campo de visión de Iván, que frunce el ceño al ver mi sonrisa.

—Y tú... —La fuerza de su mirada me pone en alerta, como si estuviera bajo amenaza—. No te muevas de ahí. —Finaliza, pasándose una mano por el cabello.

Da la impresión de que no sabe qué decir y que la situación lo incomoda tanto como a mí, cosa que... me alivia. Esperaba recibir un desprecio desmedido, así que supongo que ser amiga de Bianca me otorga cierta inmunidad. Él regresa a la cocina y Bianca se dirige al baño, donde poco después oigo el sonido de la ducha.

No soy la protagonista #PGP2024Where stories live. Discover now