LOS INTERESES EN COMÚN

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Permanezco junto a Bianca hasta que el aburrimiento me saca de la cama.

Me levanto con cuidado, procurando no despertarla. Avanzo hasta la ventana y estiro las cortinas para bloquear el sol, aunque el visillo es demasiado fino y la luz continúa colándose dentro. Luego cruzo la puerta, tratando de no hacer ruido. Las tablas de madera no facilitan la labor y no sé hasta qué punto la audición mejorada de Bianca sea efectiva mientras duerme.

Una vez en la sala, escudriño el área, mas no hay señales de Iván. Noto que el libro que yacía en la mesita ya no se encuentra ahí, lo que me da una pista certera respecto a lo que debe estar haciendo. Chequeo el móvil y descubro un círculo con barra invertida en el extremo donde debería estar la conexión. Reprimo un bufido, apago el aparato y considero las opciones antes de dirigirme a la puerta abierta de la entrada, desde donde asomo con actitud precavida.

Allí en el porche, sentado en una de las sillas mecedoras que ocupan el pequeño espacio, se encuentra Iván con el libro abierto en las manos y la mirada fija en las hojas. Aquellos ojos marrones se disparan en mi dirección y no puedo evitar dar un respingo que precede a una inmovilidad total.

Él pone los ojos en blanco y regresa la mirada al libro.

El día es hermoso, embellecido por la naturaleza que gobierna el lugar. Dos gorriones se posan al pie de la escalera y picotean las maderas, solo para emprender vuelo con velocidad cuando se percatan de nuestra presencia. Al frente, entre el hueco que forman las ramas de dos grandes sauces, el reflejo del sol centellea con cada onda que agita el agua del río. La calma y el sosiego del ambiente me contagia, y como en un plano lógico sé que Iván no tiene motivo para ser cruel conmigo, comienzo a relajarme.

Me aparto del marco de la puerta, cruzo los brazos con incomodidad y muevo los labios pensativa, considerando un tema de conversación. Miro el suelo, el techo, el pasto... De reojo lo miro a él, pero parece concentrado en la lectura, así que me invade la curiosidad por saber qué lee. Intento espiar la portada del libro para captar el título, ya que antes lo vi boca abajo y no le presté demasiada atención. Al instante, Iván lo aparta y me dedica un ceño.

—Me incomodas —dice, átono.

La honestidad me apabulla.

—Es que..., bueno..., uhm... —balbuceo; cierro los ojos y me obligo a formar una oración coherente—. Tus libros, ehm, ¿puedo leer uno?

Vuelve a enfocarse en la lectura.

—Haz lo que quieras.

Regreso al interior mientras me paso una mano por el rostro. Me siento estúpida, avergonzada, y totalmente fuera de lugar. No sé qué hacer sin Bianca, no sé cómo actuar ni qué decir. Desearía que despertara y se hiciera cargo de la situación, pero es evidente que necesita el descanso.

No soy la protagonista #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora