EL ACOSADOR

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Claro que la luna afecta a Bianca

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Claro que la luna afecta a Bianca. ¿No es obvio?

Me jacto de haber leído todo el material que tengo a disposición en internet respecto a la licantropía, pero ignoro el cliché más básico de todas las historias que existen: la luna distorsiona la mente de aquellos afectados por la maldición del hombre lobo.

Rememoro la actitud de Bianca esta madrugada y las respuestas que envío por texto, solo para presentarse más tarde en casa asegurando que no recordaba lo que había sucedido. Regreso la mirada a la fogata, busco a mi amiga entre la gente que baila y veo cómo disfruta sin descaro. Comprendo que la persona que me llamó vulgar y que envió esos mensajes fue esta versión de Bianca, una que desconozco por completo y que no sé si me simpatiza.

Aparto la mirada para regresarla al mar, y es cuando mis ojos realizan ese recorrido que lo veo.

Quizá por instinto, o por un poder incomprensible que todos poseemos, me fijo en él de inmediato, como si supiera que lo encontraría allí: el chico de los ojos intensos y las cejas enojadas, el de belleza deslumbrante que me amenazó en la puerta de mi casa. Me paralizo al verlo, en cambio, él no me presta atención. Su mirada está fija en Bianca con una determinación que me retuerce el estómago. Se encuentra apartado de la gente y la fogata, pero permanece lo suficientemente cerca como para no sobresalir. Sigue cada movimiento de mi amiga como si fuera su misión en la vida, con un ademán analítico y sospechoso que asemeja al de un acosador.

Va a atacarla, pienso.

El miedo cabalga sobre mis nervios y siento un retorcijón que recorre el camino desde mi abdomen hasta la garganta, sin embargo, me levanto guiada por una fuerza más poderosa que el miedo. Aprovecho que no se fija en mí y me acerco a la pila de troncos agrupados a un lado para alimentar la fogata; me agacho junto a las maderas y hago a un lado las grandes hasta que por fin encuentro una que puedo levantar con ambas manos. La recojo y busco al chico, temiendo que haya desaparecido igual que antes, pero sigue ahí, en el mismo lugar.

Inspiro hondo varias veces y corro hacia él. Gracias a que se encuentra rezagado y la gente a nuestro alrededor está más ocupada en emborracharse y desnudarse, nadie me presta atención. Cuando me hallo a tres metros de él, el chico vuelve sus ojos intensos, brillantes bajo el reflejo del fuego, y los clava en mí. Me detengo de inmediato, amedrentada, aun así, levanto el tronco.

—Más... ¡Más vale que te largues! —amenazo.

Observa mi arma con expresión imperturbable, luego regresa la vista a mi rostro y enarca una ceja.

—¿En serio?

—¡Claro que hablo en serio! —exclamo.

Sé que no lo intimido. No intimidaría a un humano ordinario, mucho menos a ese chico, que, a juzgar por todas las pruebas, quizá ni siquiera sea humano.

—Baja eso, antes de que te lastimes —sugiere.

Habla con hastío, como si me considerara ridícula o, como mucho, una molestia. Regresa la mirada hacia Bianca, así que doy un paso al frente para obtener se atención otra vez.

No soy la protagonista #PGP2024Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt