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                        AILA

Una semana, una maldita semana había pasado desde ese desagradable primer encuentro que había tenido con Maxwell y la verdad no me había dignado a hablar con él nuevamente, no había salido de mi habitación para nada y ya me estaba empezando a aburrir el estar encerrada solo para no verlo, pero seguía enojada con él, y no quería por ningún motivo estar en su presencia, por más que él hubiera insistido en hablar conmigo, lo cual debo decir que me sorprendió un poco, ya que yo pensaba que se iba a limitar a ignorarme y de hecho fue todo lo contario, había tocado a mi puerta muchas veces en esta semana, de las cuales yo jamás le abrí.

Poco después de lo ocurrido el me siguió hasta mi habitación e intentó que le abriera la puerta para conversar solos y con calma, lo cual no había conseguido, porque yo no tenía la mínima intención de hablarle, estuvo así por lo menos dos días seguidos y mi respuesta siguió siendo la misma, lo que al parecer lo cansó ya que hace como tres días que no me insiste en que salga y hable con él y eso me molestaba, si quería mi perdón debía insistir un poco más ¿no?.

Tal vez estaba siendo un poco/bastante infantil, pero era lo que me nacía hacer en esos momentos, no estaba preparada aun para verlo personalmente después de lo que había sucedido. 

Me levanté de la cama y me dirigí al cuarto de baño, una ducha de agua caliente no me vendría mal, al llegar me deshice de toda mi ropa y me sumergí en la bañera llena de esencias aromáticas con exquisitos olores florales, dejé que el agua me cubriera completamente y sentí como mis músculos se relajaban,  tratando de deshacerme de toda la tensión que tenía acumulada en mi cuerpo.  

La verdad era que sí estaba siendo un poco caprichosa, a lo mejor debía comportarme como una persona más madura y hablar con él, al final de cuentas para eso había venido a Inglaterra en primer lugar.

Sí, eso haría, claro, después de que me bañara y comiera algo delicioso. 

Minutos después salí de la bañera y me dirigí a mi armario, saqué un short corto y apretado y una blusa negra corta y un poco suelta, la cual dejaba al descubierto mi ombligo y un lunar en forma de corazón que tenía en mi espalda baja, herencia de mi madre.

La verdad es que yo nunca me preocupaba demasiado por mi ropa o buscaba algún estilo demasiado extravagante como la mayoría de las adolescentes, no, ese no era mi caso en lo absoluto, yo siempre trataba de lucir lo más cómoda que pudiera, pero eso sí, luciendo siempre presentable.

Me acerqué a la cómoda y solté mi cabello rubio platino, el cuál heredé también de mi madre, me maquillé discretamente y salí de mi habitación, me dirigí a la cocina con paso calmo, al llegar le pedí a la cocinera que me preparara una ensalada de frutas, me senté en la cocina a esperar a que la terminara de preparar, pues no tenía ganas de esperarla en la sala o en mi habitación.

-Es bueno verla señorita Aila, no había salido de su habitación en mucho tiempo –dijo educadamente la cocinera.

-Por favor llámame solo Aila, y sí, digamos que estaba un poco enojada con el que puso los espermatozoides para mi nacimiento

Una suave risa se le escapó a la joven al oírme decir eso, la cual disimuló al instante con una pequeña tos, una suave sonrisa se apoderó de mis labios al ver cómo hacía un esfuerzo para contener la sonrisa que quería salírsele. 

-Sí, lo pudimos notar, el señor Maxwell también ha estado de muy mal humor

-A si, a lo mejor es porque le arruiné su polvo, lastima, pero bueno, ya lo superará –dije con rabia contenida.

-Tienes el mismo carácter del señor Maxwell, Aila

Sonreí ante su comentario, al menos me alegraba haber sacado algo de él, miré a la cocinera y ella también sonreía, vi cómo se disponía a picar manzanas para la ensalada y la detuve al instante.

Pasión & PoderWhere stories live. Discover now